El futuro del 'juego como servicio' está más en el 'servicio' que en el 'juego'

Corría un frío febrero de 2018 cuando Ubisoft celebraba en Montreal (Canadá) las finales de la Six Invitational de Rainbow Six Siege, un evento que muchos recordaremos por llevarnos las manos a la cabeza; no especialmente por el festival de acción competitiva, frenética y milimétrica que se presenció en el ahora diferido, sino por megatón que allí dejó caer el equipo de desarrollo. Ubisoft tenía grandes planes para Siege; concretamente, unos lo suficientemente ambiciosos como para abarcar toda una década, presumiblemente inspirados por el buen devenir que parecía esperarle – entre otros – a Destiny 2, obra de semejante tónica. Supongo que las burlas y chascarrillos que por entonces inundaron las redes a día de hoy se habrán tornado en muestras de respeto (y, en menor parte, de resignación), y es que la multinacional francesa no ha podido hacerlo mejor en el último quinquenio con la licencia de acción táctica por excelencia. Varado en un mar eterno de equilibrios, parches mensuales y expansiones, Rainbow Six Siege sigue vivo; en ocasiones, de hecho, parece estarlo más que nunca. Porque de no estarlo no parecería sumamente ansioso por pies en polvorosa hacia una inminente nueva generación para la que ya ha desvelado sus planes (incluyendo progreso compartido y el reestreno de unas versiones next-gen con todas las de la ley, que corren a 4K y 120fps). Y porque, de no estarlo, no estaría lo suficientemente intrigado por su porvenir como para estar escribiendo estas líneas.

Sí, ‘intrigado’ es buena palabra. Porque no es que tenga especial curiosidad en ver cómo la compañía es perfectamente capaz de suministrar contenido otros cinco, diez o quince años a la propuesta de carácter online; mientras funcione, qué más dará el tiempo, supongo. Estoy interesado en su futuro cercano, en su próximo giro; en el hecho de que un juego como servicio acepte al fin su naturaleza como punto pivote lúdico, uniéndose a un servicio de suscripción de juego como Xbox Game Pass. El último Rainbow Six, que llegará este jueves 22 a la plataforma de Microsoft, permitirá a suscriptores, además, hacerse con el contenido adicional (principalmente, con el Pase de Batalla) del mismo con un 10% de descuento.

A mi parecer, se trata de una estrategia inteligente por parte de Ubisoft, y extremadamente coherente con el panorama actual. Un servicio como Game Pass, tan sumamente variado y en constante expansión (recordemos que desde hace muy poquito permite el juego en streaming desde dispositivos móviles vía xCloud), es perfecto para la acogida de un título que se antoja como un lugar de descanso entre las numerosas propuestas de corte narrativo que en él habitan, y cuyo mayor miedo a largo plazo debería de ser el hecho de que su sólida base de jugadores, incentivada por la escasez de nuevos contenidos o por la desidia que le supone volver a pasar por caja para su duodécimo Pase de Batalla, merme por puro desinterés. La inclusión del título en Game Pass no solo asegura un afluente de jugadores mucho más constante, pues siempre habrá alguien interesado en catar sin coste adicional su acercamiento a la acción táctica, sino que también permite a jugadores veteranos redescubrir la propuesta de manera rápida y accesible, quizás con nuevos amigos a los que ya no debe de persuadir [para realizar la compra].

¿Que cuál debería de ser el próximo paso? En mi opinión, terminar de difuminar las barreras que en ocasiones dividen a la comunidad integrando expansiones y Pases de Batalla en el servicio. Porque puede llegar a ser incómodo, para muchos, volver a coger la cartera para adquirir un contenido adicional – especialmente cuando su chip ya ha mutado del desembolso semanal/mensual al gran pago único anual -, y porque el factor ‘retorno’ hacia los exiliados crecería sustancialmente (además del atractivo añadido que puede suponer de cara a los nuevos una oferta de contenido tal). Creo que es un buen objetivo, que es coherente, y que podría verse satisfecho en un futuro. No obstante, hoy por hoy nos toca conformarnos con lo que hay, que no es poco. Por algo se empieza.