No tengo pruebas, pero tampoco dudas

No existe noticia capaz de amenizar mejor la resaca que en las más afortunadas casas habrá dejado la pasada noche de Halloween que la llegada de este – hasta ahora lejano – noviembre de 2020; la llegada de esta – hasta ahora lejana – nueva generación de consolas. Y es que, especialmente ahora que el acercamiento a un segundo confinamiento, al menos de la amplia mayoría de los territorios de la España peninsular, parece algo inevitable, entiendo que la tangibilidad de un nuevo hardware y de sus implicaciones se antoje como un motivo más que suficiente para querer seguir adelante, para alegrarse por primera vez en el año de la contemporaneidad que vivimos y habitamos; para querer cerrar con un broche de oro un año que ha distado mucho de merecerse dicha insignia.

Pero con nuevas generaciones llegan nuevas incógnitas. ¿Dónde nos llevará todo esto del modelo Netflix? ¿Y aquello del juego en streaming? ¿En qué plano dejarán esta clase de tecnologías a la prometedora y escasamente explorada realidad virtual? Afortunadamente, aún es pronto para preocuparnos por muchas de ellas, pero no por aquella que más obvia se hace conforme más días arrancamos del calendario. ¿Merece la pena dar el salto ahora a la nueva generación?

Los catálogos de lanzamiento, por supuesto, juegan un papel determinante a la hora de concebir una respuesta a esta decisión tan sumamente personal. Los titanes megacorporativos detrás de las máquinas que muchos recibirán en cuestión de dos escasas semanas lo saben sobradamente, y ahí están sus grandes apuestas: Demon’s SoulsSackboy: A Big Adventure, Marvel’s Spider-Man: Miles Morales, Assassin’s Creed Valhalla Yakuza: Like a Dragon son tan solo algunos de ellos, siendo los dos primeros, sin ir más lejos, completamente exclusivos de la apuesta tecnológica de Sony. No obstante, en el mercado intergeneracional, ese en el que se mueven las últimas tres aventuras comentadas, también hay razones de sobra para dar el salto. Porque, al fin y al cabo, la nueva generación nunca fue de fuerza bruta; de modelados fotorrealistas o de algoritmos infinitamente más complejos y potentes que los utilizados hasta la fecha. Porque la nueva generación va sobre fluidez, sobre la desaparición de los tiempos de carga, sobre las innovaciones mecánicas de sus periféricos; sobre jugar mejor.

Partiendo de dicha premisa, y a un juicio absolutamente personal, The Pathless se corona con facilidad como el juego de lanzamiento más interesante del catálogo de PlayStation 5 (es lo que tiene quedarse sin Yakuza). Y es que la obra del estudio que antaño nos trajo ABZÛ – Giant Squid, compuesto por ex’s de thatgamecompany, entre otros – se presenta como una suerte de The Legend of Zelda: Breath of the Wild rebosante de la intensidad, del mimo por lo estético y del intimismo de Sayonara Wild Hearts, y ya sabemos cómo salió esto último. Puede que resulte un tanto irónico que un título conocido por debutar en la presentación de Apple Arcade parezca entender tan bien a la nueva generación; seguramente se juegue y se vea y se viva de lujo en móviles y tablets, no me cabe la menor duda. Pero de la misma manera que sus praderas, sus llamas y sus oníricas criaturas merecen verse en una pantalla grande, sus mecánicas parecen pedir a gritos ser disfrutadas con un buen mando en las manos, y pocas opciones mejores se me ocurren que un DualSense con su debida retroalimentación háptica.

De la misma manera, confío en la capacidad de The Pathless para sorprender y para dejar un buen sabor de boca. Porque pocos destinos existen peores que estrenar un sistema con un videojuego escaparate, aburrido y sin ningún tipo de innovación en lo jugable (te estoy mirando a ti, Killzone: Shadow Fall, y tú tampoco te escapas Knack). Bien es cierto que de ese SSD que tanta cola parece traer sacarán buen provecho propuestas como la protagonizada por el nuevo hombre araña, mas pocas sorpresas creo que haya en este sentido, al tratarse de un heredero directo de ese Marvel’s Spider-Man que tan bien rindió en su lanzamiento de 2018. Dejando fuera de la ecuación al otro gran peso pesado (por su mera naturaleza como remake), toca mirar a un mercado multiplataforma donde los 40 euros de The Pathless se antojan jugosos, especialmente justo tras haber realizado un desembolso de más de diez veces su valor.

Por esto último, por el simple hecho de preferir comprarme diez veces el que está llamado a ser el nuevo magnum opus de Giant Squid antes que pasar por caja para una PS5, tampoco es que tenga pensado hacerme con la nueva máquina de Sony. Pero vamos, que si me la comprase, The Pathless caía fijo.