¿Qué es el duelo sino amor perseverante?
Este texto contiene spoilers exclusivamente del primer Death Stranding
Es verano de 2022 y, sin saber muy bien qué hacer en esta estación en la que todo parece estar en pausa (incluso años después de superar nuestra etapa formativa), escojo Death Stranding como mi siguiente juego. Por aquel entonces ya era un gran admirador de Hideo Kojima como artista, aunque me había expuesto tan solo al nacimiento de Big Boss con Metal Gear Solid 3: Snake Eater y a la última entrega de la saga con Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, si bien también tuve la oportunidad de experimentar los 30 minutos más terroríficos jamás vistos en una demo con P.T. antes de que desapareciese para siempre entre las garras de Konami.
Uno de los principales alicientes que tenía para jugar Death Stranding era que, más allá de ser un juego de Kojima (de esos aún me quedaban varios por empezar), era el primer juego del autor fuera de Konami, naciendo de la colaboración entre Norman Reedus, Guillermo del Toro y el padre del sigilo en los videojuegos que iba a ser el cancelado Silent Hills. Solamente sabía que había generado opiniones dispares entre los jugadores y que, tras su lanzamiento en 2019, había recibido una mejora para PS5 en 2021 llamada Director’s Cut. Dispuesto a aprovechar mi suscripción a PS Plus de ese mes y, de paso, darle un poco de movimiento a una consola que en ese momento tenía poco rodaje, comencé a jugar.
No pretendo hacer una crítica de la obra, cosa que creo que ya se hizo de manera excepcional de parte de la redacción de esta página mucho antes de que yo escribiera mi primer artículo. No obstante, dejaré claro que Death Stranding es, tras confirmarlo al volver a jugarlo antes de la llegada de su secuela, mi juego favorito de todos los tiempos. A pesar de la conexión tan personal que tengo con la obra, también quiero aclarar que me gustaría casi tanto como ahora incluso si esa relación tan íntima no se hubiese dado nunca… aunque admito que le da unos puntos extra.
Ayer no es hoy, hoy no es ayer
Esta conexión nace de lo peor que me ha pasado en la vida hasta el momento en el que escribo estas palabras: perder a mi gato. Hablé brevemente de él en mi artículo sobre lo que significa la saga DOOM para mí, pero no está de más ponernos al día. Aslan fue la primera mascota que he tenido, un gato que escogí a dedo para adoptar de entre cuatro gatitos recién nacidos, fruto del embarazo furtivo de la gata de la que en aquella época era la vecina de arriba de mi padre, probablemente por culpa de algún gato callejero de ese pueblo. En aquel momento yo tenía ocho años.
Habiendo nacido en los últimos compases del año, Aslan realmente no llegó a vivir 13 años, aunque a efectos prácticos podemos considerar que sí. Durante esos trece años me acompañó desde el final de mi infancia hasta el principio de mi adultez, siendo tanto alguien con quien podía relajarme sabiendo que siempre tenía su compañía como también mi mayor responsabilidad y preocupación. Era como un hijo para mí, no por la responsabilidad, sino más bien por el profundo amor que le tenía: hay muy pocas personas en el mundo a las que haya querido con la misma intensidad que a esa bola de pelo naranja. Lamentablemente, Aslan falleció el 26 de agosto de 2022. El mismo día que lo llevamos a la revisión que más tarde acabaría con su ingreso en el hospital y posterior muerte fue el día que acabé Death Stranding.
A partir de este punto voy a hablar con spoilers y total libertad sobre la trama del juego. Quedan avisados los que todavía no hayan podido reconectar la costa este y oeste de Estados Unidos. Cuando dejé a Aslan en el veterinario, fue la primera vez que volví a casa sin él, por lo que ver esa misión final en la que se nos encarga quemar a Lou mientras lloraba esperando una llamada del veterinario para ir a por mi bebé fue una situación bastante dura para mí. Por supuesto, tras esa llamada en la que fui a recogerlo esperamos en casa con él hasta el día siguiente, rezando por atisbar cualquier mejoría por ínfima que fuese, pero finalmente tocó llevarlo al hospital, donde murió por la mañana.
Seguimos aquí
Lo único que nos mantuvo en pie a mi pareja y a mí durante las semanas siguientes fueron nuestros amigos, siempre dispuestos a vernos y pasar el rato con nosotros para ayudarnos a sanar y que no pasásemos por el duelo solos. Por otro lado, mientras ella se iba al que era su primer trabajo, yo me pasaba la semana huyendo, jugando a Death Stranding para sacarme todos los trofeos, mientras lloraba cada pocos minutos. No es una exageración decir que si no fuera por la que considero temática y artísticamente la obra más madura de Hideo Kojima (siendo Metal Gear de mis cosas favoritas en el mundo) no hubiera pasado el duelo de la misma manera.
Y no se trata únicamente de la forma en la que seguir una rutina tan marcada como la entrega de paquetes me ayudaba a no pasarme el día pensando en Aslan y tumbado en la cama, aunque también es un punto importante. Death Stranding tuvo el efecto que tuvo en mí por dos motivos más. En primer lugar, antes de acabarlo y de este proceso de duelo, yo ya sentía que el juego me había encantado y era sin duda uno de mis favoritos, por lo que el hecho de que me acompañase en esa semana tan difícil no fue más que otro extra en la enorme lista de puntos a su favor.
La muerte y la vida
En segundo lugar, Death Stranding es un juego sobre la muerte. Es excepcional la manera en la que Kojima utiliza el concepto de la muerte, que naturalmente nos separa para siempre de nuestros seres queridos, y le da un giro con el concepto de las Playas y la red quiral conectada a ellas para convertirla en algo que nos une. Todos los personajes tienen una conexión única con la muerte: Sam es capaz de volver de ella, Heartman la busca para encontrar a su familia y marchar al más allá con ellas, Die-Hardman y Cliff la han mirado a los ojos en el campo de batalla, Deadman está hecho de partes de cadáveres…y así con todos los personajes.
Sin embargo, el juego en ningún momento trata de vendernos la idea de que la muerte sea algo bueno, y tiene un mensaje muy esperanzador sobre la vida. Higgs, uno de los villanos del juego, piensa que, ya que nos vamos a extinguir en algún momento, merece la pena adelantar el proceso; porque al fin y al cabo es inevitable, y nada de lo que hagamos va a cambiar eso. Sam, al contrario, se enfrenta a él y acaba salvando a la humanidad temporalmente de la extinción porque cree en la oportunidad que tenemos al seguir vivos de dejar el mundo en el mejor estado posible y de ser nuestra mejor versión. Para Kojima la muerte no es algo bueno que debamos buscar, pero es algo que puede ayudarnos a ser mejores, a madurar como personas.
Mama comenta en un diálogo del juego que las máquinas nunca nos superarán porque no pueden conocer el concepto de la muerte. Yo pienso que las personas, si fuéramos inmortales, igualmente nos esforzaríamos en ser mejores, o al menos tengo claro que yo lo haría. Pero aún así, entiendo perfectamente lo que quiere decir Death Stranding, y vagar por este mundo en el que la muerte es algo tan intrínseco a él mientras procesaba estos conceptos de la narrativa del juego y pasaba por el duelo lo mejor que podía fue una experiencia única.
Aferrarse a la esperanza
Aunque eso no es todo. En medio de este conflicto entre la vida y la muerte tenemos a Lou, el limbo en persona. No puedo evitar ver los paralelismos entre la pérdida de Sam de su hijo no nato y su relación con Lou; la pérdida de Kojima de Metal Gear y la creación de Death Stranding y la pérdida de mi gato y mi relación con mi segundo gato, el cual ya tenía cuando falleció Aslan. En una entrevista reciente con Variety, Hideo Kojima se refirió a Death Stranding al hablar de su futura película como “su bebé”. Esto no hace más que confirmar mis sospechas sobre estos paralelismos.
Kojima, tras haber perdido a “su primer bebé” por culpa de su —más que necesaria— separación de Konami, tuvo una segunda oportunidad de tener algo a lo que llamar su bebé con este juego. Dentro del mismo crea a Sam con la misma idea, aunque aquí se trata de dos bebés de manera literal. Similarmente, Aslan murió por fallos en múltiples órganos que no se hubieran dado si le hubiésemos llevado antes a revisiones o si le hubiéramos dado mejor comida. Esto nunca ocurrió porque no teníamos mucho dinero para las revisiones y, por tanto, no nos dijeron en el veterinario que evitásemos la comida de gato de supermercado como si fuera la peste hasta que no llevábamos dándosela más de 10 años.
Supongo que el último año y medio con comida de calidad, medicación para sus patologías y revisiones constantes no fueron suficientes para enmendar el daño. Sé que no teníamos dinero y que durante todos esos años era un niño o adolescente, pero no puedo evitar sentirme culpable, porque de haber hecho mejor las cosas quizás Aslan seguiría aquí. Con esa idea martillando mi cabeza para toda la eternidad, me he asegurado de que mi otro gato —que ya tenía durante los últimos dos años y medio con Aslan, y que todavía sigue conmigo—, T’Challa (nombre más friki no se podía), tenga todo lo que él no tuvo.
Nunca te olvidaré, Aslan. Nunca te olvidaré, Death Stranding
Kojima confió en una empresa porque no tenía elección, Sam no llegó a tiempo y yo no hice las cosas tan bien como debería; sin embargo, los tres hemos tenido una segunda oportunidad, un segundo bebé del que cuidar, por mucho que el amor por el primero nunca vaya a desaparecer ni ser sustituido. En otra entrevista antes del lanzamiento de Death Stranding 2: On the Beach, Hideo Kojima comenta que con sus obras él busca inspirar a la gente a crear algo, al igual que le ha pasado a él con sus películas favoritas.
En mi caso, siento que desde la muerte de Aslan no soy el mismo. Hay una parte de mí que se marchó ese día, y que tengo claro que jamás volverá.
A pesar de esa triste realidad, me considero alguien positivo y fuerte, por lo que me esfuerzo en volver a sentirme como “el verdadero yo” todos los días. Dentro de este proceso, escribir artículos como este es una de las cosas que más vida me da, y mi compleja relación con este juego fue lo que me hizo plantearme de primeras si quizás encajaría en este oficio. Por tanto, no me queda más que estar agradecido para siempre con Death Stranding y con Hideo Kojima, por haber encendido una chispa en mi corazón cuando estaba más frío que nunca.