Adictos al arte

Investigadores de todo el mundo que trabajan para la CIE, un instrumento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fundamental para identificar tendencias y estadísticas de salud, han estado trabajando durante meses para catalogar todas las enfermedades que conocemos y recopilarlas en el CIE-11, publicado ayer mismo.

Ilustrísimos investigadores que durante años catalogaron la homosexualidad como enfermedad mental y la retiraron de la lista hace 28 años, publicaron ayer que la adicción a los videojuegos es considerada enfermedad mental. Esta sabe diferenciar la adicción a juegos en línea y juegos sin conexión a red y considera que se manifiesta en varios apartados: No tener control sobre la frecuencia, intensidad, duración, etc. del juego, darle más prioridad al juego que a otras actividades necesarias, o escalar el tiempo de juego aún viendo que las consecuencias no son buenas.

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Ilápso son los videojuegos, según la OMS, y todo lo contrario por cientos de personas que rugen en las redes. No seré yo quien niegue que cualquier adicción, sea de videojuegos o de mirar filas de procesionarias, es una enfermedad a tratar pero el problema que veo es que ahora los jueguicos serán de nuevo, si es que alguna vez no lo han sido, razón de linchamiento en nuestros queridos medios de información. Cada vez que aparece algún suceso protagonizado por un menor, el punto de mira se centra en la consola, los juegos y los problemas que han causado a esa pobre alma sin maldad alguna y cuya única fuente de violencia son aquellas horribles imágenes que aparecen en su televisor. Cómo habría cambiado El Quijote si en vez de volverse loco con los libros de caballería hubiera sido con una PlayStation…

1 – si no más – cosa que realmente me preocupa es que a partir de ahora todos aquellos que van de conocidos de la salud, expertos en una materia inventada y fenómenos televisivos que aparecieron en un reality serán jueces, jurado y verdugos en un ámbito completamente desconocido para ellos y del cual se sienten asustados. Desconocen, al contrario que con el cine o la literatura, que este arte descatalogado puede ser una ventana de huida para parte de aquellos que tienen la maldad a flor de piel, que pueden ser una ruta de escape y tranquilidad para aquellos que, sin videojuegos, podrían ser considerados en su familia como una pérdida bajo aquel epitafio latín de tres letras.