O cómo jugando me siento menos solo

Para el hombre y más aun para el adolescente, sobre cuyas espaldas descansa todo lo que posee el orbe de arrogante y de audaz, un nuevo poema, una novela nueva, puede ser una Atlántida, una íntima y estupenda aventura. Mas la potencia de admirar que hay en nosotros es limitada y, agotados los primeros hallazgos, la ley de lasitud nos impone una concepción rígida del arte, hecha de normas inflexibles entre las cuales queremos aprisionar todas las emociones y toda la belleza que han sentido o sentirán jamás los otros hombresJorge Luis Borges; Al margen de la moderna estética

1—El arte es, para mí, una expansión del mundo. Esa especia exótica que le da sabor. No me moriría de hambre sin el arte, pero a poco o a nada me sabría la vida sin él.

2—Hay un momento mágico en mi vida, en el que descubro que el arte, en forma y en fondo, se expande hacia todas las direcciones posibles. Asciende y avanza, sube y da la vuelta, y yo me maravillo ante sus complejos movimientos. Me siento como en ningún otro lugar en el que había estado. Lo sé. He hallado mi nicho. Este es mi lugar.

3—Ese momento es una niñez. En ella, las cosas saben de forma directa, sin rodeos, sin subtramas. Mi mente no me exige buscar nada más que lo que está sucediendo, si el personaje vence a un jefe, gano experiencia, como personaje y como jugador. Lo que sucede es variado, desde Mario Galaxy y la curiosidad de descubrir nuevos sistemas solares, hasta partidas que se alargan bien entrada la madrugada en Age of Empires. Momentos como este, podría decirse, son un goce absoluto para mi sentido de la existencia. Siento la diversión en su estado más virgen, y ni cuando acaba hay ninguna interrupción, la memoria se queda fresca e intensa en la mente de ese niño, y tan sólo la idea de volver a ese juego le basta para sentirse feliz.

4—A partir de este punto, siento que alguien adelanta las manecillas de un omnipotente reloj. De pronto han pasado 7 años. De pronto mis ojos observan cosas que antes me eran invisibles. Mis sensaciones se expanden, y al mismo tiempo, comienzan a menguar. Al perfecto óleo de mi realidad comienzan a salirle grietas

5—Intento, casi con éxito, ignorar las grietas que ahora son fisuras. Intento ignorar y no poner nombre a la emoción que me acaricia cuando las veo en mi periferia. Noto, también, que estas grietas crecen en determinados momentos, específicos; esos confusos instantes en los que el videojuego termina y, como un galgo que alcanzó la meta, no sé qué hacer conmigo mismo.

6—He aquí una coyuntura interesante en mi narrativa histórica individual: rompo un vínculo romántico, el vínculo me rompe a mí; me desprendo de lugares y de personas, y esta vez soy completamente consciente de que ha terminado, y las grietas han remplazado al propio óleo; contemplo, impotente, como mi familia de desmorona. Un momento después, contemplo un icono en una pantalla que ilumina la oscuridad de mi habitación; el icono muestra a un lobo con las fauces abiertas de par en par. Me invita a entrar, a hacer click. Un mundo nuevo, me digo a mí mismo. Un mundo mejor.

7The Witcher 3 me salva de la tristeza. Se convierte, con el tiempo, en parte de quién soy, me representa, y aun más importante, me aleja de un entorno que me doblega, un entorno con el que no puedo y sé que no podré.

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8—Dejándome llevar por el río del tiempo, termino leyendo un escrito, en el que David Foster Wallace menciona que la poesía y la ficción lo hacen sentirse menos sólo. Tiene sentido. Los videojuegos eran eso para mí, eran la ventana, no, la puerta que me dejaba asomarme a otras realidades, y sentir que alguien, detrás de esa puerta, se sentía como yo. Y entonces, si no soy el único que se siente solo, de pronto ya no estoy tan solo.

9—Eventualmente, por alguna casualidad de esas que sientes que son algo más, mi vida recupera cierta clase de orden, aunque no necesariamente el sentido. En definitiva, el que vuelve a entrar en esa vida es una persona distinta, una persona que siente un placer indescriptible al jugar videojuegos. A este punto, ha adquirido cierto bagaje, una que otra referencia. Descubro, también, que ese juego que me salvó tiene unas novelas polacas. Las novelas me orillan al borde de la literatura, a la creación. La creación me orilla hasta donde estoy ahora, estudiando en la facultad de humanidades y ciencias sociales.También me llevo hasta aquí, hasta este momento en el que unas líneas de código se transforman en las letras que estás leyendo. Estoy aquí porque decidí jugar a un videojuego.  Al final del día, quizá tenga algún talento.

10—No soy el único que ha llegado aquí escapando de algo, y seguramente no seré el último. Este medio nos acoge a todos, y me gusta pensar que eso me une con personas a las que nunca he visto. Me gusta pensar que hay más.

11—Un par de kilos de nihilismo hacen maravillas sobre mí. Ahora, cuando disfruto algo, no pienso en lo que me está haciendo sentir, sino en cómo dejaré de sentirme cuando termine. Y lo malo es que toda la ficción se acaba. Ese bajón, ese universal sentimiento de vacío, es la vuelta a casa. Un hogar que aprendemos a volver lúgubre, por el simple hecho de que no es un mundo en el que lo controlamos todos. No es un mundo donde tendamos a ganar. Y aquí si perdemos…bueno, no hay ningún restart. ¿Qué queda? Me resultó difícil descifrarlo, y no diría que lo he hecho, quizás…

12—Igual si escribes sobre esto te sientes un poco mejor.

13—Me siento muchísimo mejor.

14—Abro mi espacio de posibilidades. Entran los videojuegos indie en mi óleo, y este adquiere una nueva vida, nuevos colores que lo resignifican. Esos colores hacen que quiera llorar. Y como quiero ser escritor, como quiero compartir, comparto mis ganas de llorar con el mundo, contigo.

15—Gracias.

16—He encontrado un nuevo salvador, o varios, Ahora escribo sobre videojuegos, ahora duran mucho más, incluso cuando terminan. Duran lo que tú tardas en leer estas líneas sueltas, duran el tiempo en que mis palabras te hacen sentir cualquier cosa. Duran el tiempo en que soy consciente de que alguien, en algún lugar, va a leer sobre esto. Los videojuegos se expanden a lo largo de miles de consciencias, y gracias a eso, me siento un poco mejor.

17—Intentando descifrar un para de aspectos, discierno entre realidad y ficción. Realmente me gustan los juegos porque en su mundo no estoy atado a mí. Puedo vivir la vida que se me antoje, de la forma en que se me antoje. En principio, no hay límites. Al final, hay uno sólo; la finitud de toda obra, el punto en el que deja de ser. Ese estremecedor game over que te empuja fuera de la pantalla y te trae de vuelta al mundo del que pensaste podías escapar.

18—Las cosas me saben más, mis sensaciones son más intensas. Sé que las cosas terminan; sé que un bocado desaparece, sé que un viaje siempre te trae de vuelta a casa, sé que un orgasmo oscila entre el segundo y la inexistencia; sé que un videojuego no me va a salvar del mundo, porque ese no es el propósito de ningún videojuego. Porque siempre, por más que dure una historia, tengo que levantar la vista y volver a la vida. Tengo que enfrentarme y sobreponerme. Y si puedo sentir, y si puedo aprender, y si puedo mejorar a través de un mando y unos pixeles, eso está bien. Y si entiendo que los personajes y que las narrativas tiene límites y que por eso tienen que terminar, también está bien.

19—No siempre debo escapar del mundo. Realmente vivo en él. Mi vida no es una historia. Yo no soy ningún personaje. Nadie está escribiendo mi guión. El que tiene mis mandos, soy yo. Soy mi propia persona, hablo con mi voz, siento con mi corazón. Llevo un lastre de influencias y un rastro largo de ficciones, pero el que está aquí, el que da la cara por estas letras, soy yo.

20— Ahora los entornos lúdicos son mi pequeño y transitorio oasis; me paseo por las praderas de Hyrule, como un turista en tierra ignota; recorro las sinuosas calles de Kentucky, en busca de La Ruta Zero; exploro confines laberínticos en la galaxia de Outer Wilds; recupero mi reino en Thronebreaker, y luego dejo de hacer todo eso. Me permito levantar la vista, me reconecto con mi mundo. Y por extraño que parezca, no se siente tan mal. Era yo el que usaba los mandos, y soy yo el que los acaba de soltar. Soy yo.

21—Sé que tú también eres tú. Y me siento agradecido de que existas, y de que hayas decidido saber que yo también existo.

22—y…

23—Ahora que nos conocemos, que he compartido algo contigo, volvamos a jugar videojuegos. Pretendamos ser guerreros, exploradores, conquistadores; pretendamos vivir otra vida, sin realmente vivir en ella. Recuerda las reglas, no olvides los límites.

24—Tampoco me olvides. Yo no te olvido