El viejo lobo por fin tiene el reconocimiento que merecía

Durante los últimos años, los videojuegos han intentado realizar un acercamiento al cine de mil y un maneras distintas. Con la continua mejora de la tecnología hemos visto cómo muchas técnicas narrativas y audiovisuales con orígenes puramente cinematográficos se han podido implementar en la forma con la que hasta ahora los desarrolladores nos contaban sus historias. Un acercamiento que, además, se ha visto trasladado a lo mediático, convirtiendo a los videojuegos en un punto de interés que en ocasiones supera a las películas o series más famosas del momento. Es por ello mismo que parecía natural que en algún momento llegaran esos ya famosos “Óscars de la industria” para elegir a los mejores productos – o, en un contexto más cercano al arte, a las obras más destacadas – de cada año, al igual que hace el séptimo arte.

Sekiro Shadows Die Twice 2Han pasado ya un par de días de la gala The Game Awards 2019, una que se ha convertido por méritos propios – tanto para bien como para mal – en la entrega de premios más mediática del sector. Se han dado muchos titulares durante esta semana con motivo del evento, pero hoy me gustaría hablar hoy de uno en concreto, muy posiblemente el más importante de todos por las lecturas que se pueden realizar: Sekiro: Shadows Die Twice es el GOTY 2019.

No quiero entrar en si uno de los candidatos se lo merecía más que otro, porque eso depende ya de la opinión de cada jugador, pero sí que me gustaría plantear a carta vista lo que realmente significa este logro tanto para Hidetaka Miyazaki, su director, como para From Software, equipo de desarrollo que lleva ya la friolera de 10 años desde que lanzaron Demon’s Souls dando golpes encima de la mesa con cada nuevo lanzamiento que ostenta su firma. Todo el mundo habla de Dark Souls como uno de los grandes exponentes de esta década dentro de los videojuegos, pero tanto las dos otras entregas de la saga como Bloodborne y Sekiro han conseguido reinventar una y otra vez una fórmula que ha creado escuela, y que parecía no se podía exprimir más llegados a este punto. Una fórmula que ha sido, sin lugar a dudas, una de las más influyentes de esta generación de consolas, llegando al punto en el que resulta raro ver un año dentro del sector donde no se lancen al mercado un buen puñado de los ya famosos soulslike. Sin embargo, ninguno de ellos ha conseguido superar – o tan siquiera igualar – a la propuesta de Miyazaki y su equipo.

Es cierto que en Dark Souls 3, aún siendo un videojuego enorme, se le empezaban a ver las costuras al desgaste de esta fórmula jugable, pero de repente, como fan acérrimo, te plantan un Sekiro que consigue tambalear todo lo que creías conocer hasta ahora y te obliga a aprender a sus juegos una vez más. Quizás no sea el juego más completo de la compañía, pero jugablemente roza la perfección y supone un punto de inflexión en esta creación de una nueva escuela, habiéndose visto acompañado con el lanzamiento de Star Wars Jedi: Fallen Order, que presenta claras reminiscencias a la última obra de From Software.

Sekiro

Podríamos estar hasta mañana discutiendo sobre si Death Stranding o The Outer Worlds como conjunto son mejores videojuegos que Sekiro, diseccionando cada uno de sus apartados, pero creo que este premio a GOTY va un poco más allá. A pesar de esta enorme influencia que ha tenido Miyazaki con su visión de la industria, esta es la primera vez que se reconoce uno de sus juegos como el mejor en The Game Awards, por delante de Dark Souls III y Bloodborne. Un reconocimiento que tiene por detrás todo el trabajo de una década, el cual, por fin, se ve recompensado de la forma más mediática posible, suponiendo la extrapolación de un aspecto que se puede ver reflejado en la propia filosofía de sus títulos: no darse por vencido.

Quizás muchos no le deis a The Game Awards esa importancia que puede o no tener, pero este galardón significa que más gente va a conocer las obras del creativo nipón y se animará a entrar en sus mundos. Y creo que ese es el mejor premio que podríamos recibir.