(Y no me gusta sentirme viejo, ni que quieran mi dinero)

En un bienio tecnológicamente determinado por el auge de las criptomonedas, la utilización hasta la extenuación del concepto metaverso, el agotamiento de recursos tecnológicos como los semiconductores debido a la explosión e instauración de las granjas de minería y, en definitiva, por la llegada al imaginario colectivo de los NFT (un suceso que no tardó demasiado en contaminar nuestro medio con sus escasas virtudes y numerosos defectos, alzándose como un punto de partida interesante pero extremadamente seductor para innumerables prácticas de cuestionable moralidad), podría parecer una locura —dada la negativa popular palpable contra este tipo de invenciones— presentar cualquier tipo de iniciativa basada en la colección o adquisición de objetos coleccionables digitales. Especialmente si esta iniciativa procede de una de esas empresas tecnológicas que parecen dispuestas a controlar el mundo, y si esos coleccionables están mínimamente relacionados con cualquier tipo de transacción económica (spoiler: es el caso).

Tal tiene que ser la situación, tal debe de oler todo este —si me preguntáis, innecesario— programa basado en la consecución de logros, títulos y tokens no fungibles, que desde la propia Sony, propulsora de la iniciativa PlayStation Stars, han centralizado más recursos en convencernos de que esto no tiene nada que ver con ninguna de esas estafas de las que hemos escuchado hablar que en explicar el funcionamiento y sobre todo la finalidad del propio servicio, pregunta que a día de hoy no escasos jugadores continúan haciéndose. Algo triste, visto desde cierta perspectiva, ya que supone una primera respuesta a ese mensaje de “ganar premios por jugar” con el que tanto tiempo llevamos empeñados en soñar (casi como si el acto de jugar per sé no fuese suficiente, y tuviese que estar incentivado por un objetivo mayor; sentirse productivos jugando).

Los coleccionables digitales son representaciones digitales de los elementos que disfrutan los jugadores de PlayStation, incluidas figuras de personajes queridos e icónicos de juegos, así como dispositivos de la historia de innovación de Sony. Habrá nuevos coleccionables para ganar regularmente, coleccionables ultra raros por los que luchar y más elementos sorprendentes. Estos coleccionables se podrán organizar en una vitrina dentro de la aplicación de PlayStation y no aprovechan la tecnología blockchain, ya que no se pueden revender, intercambiar y, aunque pueden ser raros, no son únicos. Estos coleccionables solo se pueden ganar a través de PlayStation Stars“.

— Comunicado de prensa de PlayStation España

Como respuesta a un dilema o a una cierta petición popular cuya presencia reconozco y admito, celebro la existencia de una iniciativa como PlayStation Stars, la cual lleva activa en España desde el pasado jueves 13. Que vaya por delante. Está guay eso de tratar bien al consumidor (aunque no estemos muy acostumbrados a ello), y desde luego no seré yo quien se queje por poder acceder a juegos sin coste adicional mediante el simple disfrute (previa adquisición, por supuesto) de otras obras. Oye, menos da una piedra. No puedo, sin embargo, defender todo lo que envuelve a este caramelo envenenado; los rangos, las prioridades, la segregación. No puedo defender que para escalar por cada uno de los cuatro niveles de los que se compone el servicio, y que pretenden diferenciar a los true hardcore gamers de los extreme casual gamers, sea imprescindible pasar por caja comprando juegos a precio completo. (Y esto ni siquiera tiene carácter retroactivo; mala suerte si el mes pasado soltaste 80 machacantes por Horizon Forbidden West). “Recompensas simplemente por jugar“, sí, pero con letra pequeña.

El hecho de que esta iniciativa se haya creado con la única finalidad en mente de sacarnos la guita es algo que también evidencian los coleccionables digitales, unas baratijas ni tan siquiera estéticas extremadamente preocupadas por gozar de cierta exclusividad, por tener un valor propio, por captar nuestra atención, pero que no aportan absolutamente nada al perfil del jugador más allá de alimentar su FOMO y crearle nuevas necesidades por fuerza bruta.

Esta suerte de estatuillas, que pueden exhibirse públicamente en la vitrina digital de nuestro perfil personal, podrían pasar por objetillos con cierta gracia de no estar el acto de conseguirlos directamente asociado con nuestro rango, así como —en contadas ocasiones, tengo que decir— con oportunidades muy, muy limitadas, tales como ser el primer jugador en una región en conseguir un determinado trofeo, lo cual no deja de implicar el hecho de ser uno de los primeros compradores de dicho título (pagando, consecuentemente, su precio completo). Si bien no son únicos, desde la propia PlayStation inciden en su naturaleza limitada: a diferencia de un trofeo de Platino, que generalmente puedes conseguir en cualquier momento, las estatuillas exclusivas y por tanto más interesantes estarán asociadas a momentos concretos en los que tendremos que participar. Y si nuestra situación temporal o socioeconómica lo imposibilita, bueno, no pasa nada. Tendrás que conformarte con ser un sucio jugador casual.

Reconozco que un nefasto timing puede haberle jugado una mala pasada a una idea con determinado potencial, y que hasta cierto punto muchos demandábamos desde hace un tiempo. Tampoco ayuda a ver con buenos ojos esta jugada el hecho de que Sony lleve ya un tiempo poniendo la zancadilla a su consumidor, bien aumentando el precio de su sistema de actual generación, bien haciendo caso omiso a peticiones relativas al catálogo de su recientemente renovada suscripción PlayStation Plus o a la retrocompatibilidad. Pero, como siempre, son muchas las formas posibles de realizar este tipo de acciones, y más aún son las manos por las que pasa un concepto de dichas características hasta su implementación. No me creo que ninguna de ellas haya apuntado en ningún momento a la evidente segregación que suponía la integración de un sistema clasificatorio así… pero, por cuestiones de brevedad y entereza, lo de malpensar mejor os lo dejo a vosotros.