Cuando el terror era un juego de niños
Enfrentarse a un título modesto y orientado a un público infantil no es cualquier cosa cuando ya peinas la treintena. Yo crecí en los 90 con Pesadillas. Los fines de semana (y aquellos infinitos veranos de reposiciones de Antena 3) veía la serie en el Club Megatrix, devoraba los libros con sus lomos de colores y sus portadas chillonas. Incluso tuve un póster del esqueleto Curly con su bulldog en una piscina hinchable, recortado de un desgastado ejemplar de la revista MegaTop. Incluso llegué a tener las mini figuras que se podían conseguir enviando las etiquetas de las Pepsi Boom por correo. Demasieh, troncos.
Al arrancar Pesadillas: Terror en Little Creek y ver esa pantalla inicial (el vecindario nocturno iluminado con un resplandor fluorescente, el título con la clásica tipografía teñida del verde viscoso de monstruo) uno vuelve a ser un crío. Se podría decir que sentí… “escalofríos”. Pero ¡ay, la nostalgia, ramera endemoniada! Centrémonos en lo que realmente tenemos que analizar.
La ambición de este título es modesta, pero rezuma encanto. Yo disfruto con propuestas sencillas como Lake (un indie con un apartado gráfico y unas mecánicas que recuerdan a Pesadillas), al que dediqué varias horas y terminé cogiéndole cariño.
La historia se siente como un episodio especial de la serie, aunque en vez de un solo monstruo tenemos tres diferentes. El juego transcurre en la actualidad, pero hace algo muy ingenioso para que se sienta como una historia de los años 90. ¿Cómo lograr que unos chavales de la Generación Alfa acostumbrados a móviles, búsquedas instantáneas en redes sociales y la constante supervisión de adultos, vivan un verdadero terror infantil al estilo noventero? La solución del juego es sencilla pero efectiva: tras un extraño suceso, se instaura un toque de queda y todos los móviles son confiscados. Los amigos deberán escabullirse de noche, comunicarse únicamente con walkie-talkies y desconfiar de cualquier adulto. De este modo, el juego recrea perfectamente esa atmósfera agobiante y casi onírica que caracterizaba a los libros y la serie: el niño pide ayuda, pero los adultos no lo toman en serio, dejando que el miedo se sienta genuino y personal.
El eco de otros juegos en la noche
Controlamos a Sloane Spencer, una adolescente que, junto a sus amigos, desafía las restricciones para descubrir qué ocurre en Little Creek. El vecindario funciona como un pequeño mundo abierto, aunque en esencia es lineal. Podemos escondernos en contenedores de basura, armarios u otros escondrijos , lo que anticipa la llegada de amenazas. El mapa, accesible desde el menú principal, recuerda inevitablemente a Resident Evil. De hecho, guardar la partida requiere máquinas de escribir, un detalle que oscila entre homenaje o referencia directa a los libros de R. L. Stine (en El Monstruo Baboso, precisamente, la trama giraba en torno a una máquina de escribir mágica).
Como buen relato de Pesadillas, los monstruos no tardan en aparecer. No es un survival horror al uso, sino más bien una aventura narrativa con puzles, sigilo y un toque de acción ligera.
Disponemos de herramientas como una linterna de uso ilimitado, un libro de hechizos para abrir caminos con glifos, una cizalla para acceder a zonas cerradas y hasta una pala para exhumar tumbas (sí, seguimos en un juego infantil). El combate, sin embargo, se siente tosco: nuestro tirachinas ofrece municiones variadas (potente, explosiva, ruidosa), pero nunca queda claro cuántos disparos necesita cada enemigo. La IA tampoco ayuda: a veces los rivales nos detectan al instante y otras parecen ciegos.
Los escondites son útiles contra jefes, pero con los monstruos pequeños resultan irrelevantes. Una presencia más dosificada de enemigos menores habría potenciado la tensión: saber que una gran criatura podía aparecer en cualquier momento habría sido mucho más inquietante.
Colores que respiran como monstruos
Donde el juego brilla es en la ambientación. La paleta de colores (púrpuras, amarillos, contrastes de fríos y cálidos con un brillo antinatural) crea una atmósfera surreal.El diseño de los niveles, tanto en las calles del pueblo como en los edificios, utiliza perspectivas dramáticas que refuerzan la sensación de misterio e inquietud.
Los escenarios parecen salidos directamente de una portada de Tim Jacobus, el artista tras las míticas portadas de Pesadillas. El pueblo incluye tres localizaciones principales (biblioteca, teatro y museo), claras referencias a títulos de la colección como Terror en la Biblioteca, El Fantasma del Auditorio o El Retorno de la Momia.
Hay guiños por todas partes: la moqueta del auditorio homenajea a El Resplandor, y de vez en cuando aparecen los traviesos gnomos de jardín de La Venganza de los Gnomos. Si les acertamos con el tirachinas, nos recompensarán con algún objeto consumible. Además, en algunos escenarios encontraremos bolas de cristal, como las de las pitonisas, que nos darán pistas muy útiles para avanzar; esto es un guiño directo al libro Deseos Peligrosos. También encontraremos notas, objetos y pistas con lore que los fans reconocerán al instante.
Gráficamente no es de nueva generación, pero cumple. Su estilo cartoon compensa la falta de realismo y aporta un encanto visual muy atractivo. El sonido, por su parte, apuesta por efectos foley y silencios inquietantes más que por música. Se echa en falta algo de pulido: el juego llega a España con voces en inglés y textos en castellano, los modelos de personajes son algo inexpresivos, aunque las interpretaciones de voz sí ponen toda la carne en el asador.
La duración estimada del juego es de 6 a 8 horas, pero yo me tomé mi tiempo y lo completé en unas 11 horas, suficiente para disfrutarlo sin sentir que se estira innecesariamente. Soy firme defensor de que menos es más: siempre guardo con cariño experiencias breves como Journey, Firewatch, What Remains of Edith Finch o Inside frente a los mundos interminables de Ubisoft.
El miedo pequeño, el miedo primero
Pesadillas: Terror en Little Creek es un título curioso que, en ciertos momentos, recuerda a un Resident Evil simplificado, accesible e infantil, combinando la atmósfera inquietante y el terror lúdico de MediEvil con el espíritu de R. L. Stine. Por un lado, los puzles tienen un nivel de dificultad claramente infantil, casi de iniciación. Por otro, ciertos enfrentamientos contra jefes resultan más tediosos de lo esperado; no soy un jugador profesional, pero incluso con experiencia hubo momentos que me resultaron pesados. Esto plantea dudas sobre cómo funcionará con el público al que se dirige oficialmente: niños a partir de 12 años, según el PEGI.
A esto se suma un debate interesante sobre la percepción del miedo: los niños de hoy, acostumbrados a juegos como Five Nights at Freddy’s o Poppy Playtime, están expuestos a un terror mucho más intenso, lleno de jumpscares y ansiedad constante. Frente a eso, Little Creek puede quedarse corto: es simpático y atmosférico, pero nunca realmente aterrador. Incluso podría resultar perfectamente jugable para un público más joven, a partir de 8 años, conservando su encanto sin sobresaltos extremos.Es una genial introducción al género del horror en videojuegos para los más jóvenes.
De hecho, este juego lo he podido jugar con mi hija y se lo ha pasado bomba. Durante los momentos de sigilo con los monstruos estaba en tensión, pero en general siempre quería robarme el mando y seguir explorando, descubriendo nuevas zonas y pasadizos secretos. Y eso, en el fondo, es lo más bonito de todo.
Estos juegos están pensados para crear momentos únicos en los más pequeños. Sí, casi todos hemos tenido una infancia con padres descuidados que nos dejaban solos jugando a cosas inapropiadas (benditas tardes jugando a Dinocrisis o a Silent Hill en mi PS1 de comunión, y benditas noches en vela con ese trauma post-juego). Pero no hay nada más especial que acompañar a tus hijos en sus primeros pasos, ya sean los de bebé o los que dan descubriendo y explorando sus primeros videojuegos. Aunque Pesadillas sea un juego single player, la posibilidad de pasarse el mando o jugar por turnos permite compartir un salón, una partida y una experiencia conjunta; ver a través de sus ojos cómo cosas que te emocionaban de pequeño les generan la misma ilusión y felicidad no tiene precio.
Es una experiencia que trasciende el juego en sí: se trata de conexión, complicidad y emociones compartidas entre generaciones. Ese vínculo, esa relación de padre e hija que se fortalece jugando juntos, es sin duda uno de los valores más especiales que un videojuego puede ofrecer.
Sombras nuevas por Little Creek
Pesadillas: Terror en Little Creek ya está disponible en formato físico y digital para Nintendo Switch y PlayStation 5.
Además su edición digital cuenta con un DLC llamado Fright Pack, que ofrece cosméticos como máscaras de monstruos, diseños de tirachinas, un visor de modelos 3D y una galería de arte conceptual.
Aunque el precio me parece algo elevado respecto al contenido, ya que la mayoría de elementos son puramente estéticos y algunos apenas se aprecian en el juego, habría sido interesante que estos cosméticos ofrecieran algún efecto adicional, como sonidos, mirillas especiales o incluso alguna función extra, como mayor aturdimiento. También resulta una pena que herramientas como el visor de modelos 3D o la galería de arte sean de pago, cuando otros juegos ya incluyen este tipo de extras integrados en su juego base.
Volvamos a los 90
En definitiva, es un juego con encanto, imperfecto pero disfrutable, que activa la nostalgia y recrea esa sensación única de misterio infantil. Te transporta a aquella época en la que las sombras de tu habitación parecían esconder algo, en la que una portada ilustrada era suficiente para hacerte temblar de emoción. Quizá el verdadero valor del juego no esté en reinventar el terror, sino en recordarnos cómo lo vivíamos cuando éramos niños. Ojalá haya una secuela con más pulido, nuevos monstruos (¿el Hombre Lobo del Pantano, el muñeco viviente Slappy?) y escenarios (¿Horrorlandia, el Campamento del Lago Maldito?).
Un hombre puede soñar… o, mejor dicho, pesadillear.
Este análisis ha sido realizado con un código descargable para PS5 cedido por MERIDIEM GAMES a la redacción. La versión jugada corresponde a la Frightmare Edition.