Delta, el mañoso

Disfrutar de aventuras gráficas suele conllevar algo especial. No sabría describirlo con exactitud, pero creo que tiene mucho que ver con lo intuitivo que suele ser su formato. Sí, los puzles pueden ser más o menos complejos, pero todo el mundo sabe cómo va un point and click. Aquí, la habilidad, la dificultad y lo “gamer” importa poco. Solo estas tú y una historia esperando a que vayas clicando aquí y allá para poder ser contada. Exige interacción, sí, pero tiene mucho de libro y, a menudo, mucho de cómic. ¿La ventaja? Que no es necesario fabricar una jugabilidad compleja. ¿El inconveniente? Que la trama y los puzles (si existen) tienen que ser capaces de soportar toda la carga, y a veces esto supone un problema.

Hace solo una semana hablábamos en un pequeño avance de un point and click que rememora el humor y el tono de las aventuras más clásicas: Loco Motive. Hoy volvemos a las aventuras gráficas, pero esta vez de la mano de Life of Delta, de Airo Games, un título que vio la luz en marzo y que ha pasado bastante desapercibido en líneas generales. Desconozco los posibles percances a los que el desarrollo y la distribución se han podido ver sometidos, pero quizás debería suponer cierto toque de atención a Daedalic Entertainment que, pese a la torpe salida de The Lord of the Rings: Gollum, como publisher ha traído joyas como Shadow Tactics (aunque sus desarrolladores, Mimimi Games, parece que apuestan por la autopublicación para Shadow Gambit).

Dejando a un lado las vicisitudes del mercado y la industria, ¿en qué consiste Life of Delta? Lo primero con lo que nos encontramos es con el pequeño Delta, un robot de mantenimiento y servicio que iba a ser desmantelado y que Joe, otro robot, rescató. Por desgracia, este acto supuso su arresto por parte de unos humanoides reptilianos que lo llevaron a una base militar lejana. En lo jugable es un título clásico donde los haya, pudiendo hacer click en el escenario para movernos mientras recogemos objetos por doquier, algunos con capacidades combinables y otros simples herramientas que utilizar en algún lugar si las arrastramos desde el inventario. Por lo demás, interactuamos con diversos personajes que nos comentan ideas sobre el trasfondo y algunas pistas o sugerencias para los puzles.

Estos puzles son bastante interesantes. Encontramos un poco de todo, desde combinar dos objetos para alcanzar uno que está lejos, algo bastante básico dentro del género, hasta varios sistemas complejos que exigen algo de ingenio por nuestra parte. Al parecer, la humanidad se extinguió después de una guerra y ahora presenciamos un futuro post-apocalíptico en el que los reptiles poseen total autoridad sobre una clase esclavizada: los robots. Estos mantienen las ruinas como pueden, haciendo que los sistemas electrónicos funcionen a duras penas en algunos casos. El pequeño Delta, que pertenece a este escalafón social tan bajo, tiene un camino más que duro por delante, teniendo que atravesar un desierto y una megápolis en su periplo al rescate de Joe. Estéticamente, eso sí, es un juego bastante molón. Esa combinación de robótica y post-apocalipsis le da un toque especial, con robots que utilizan telas como si fueran humanos para proteger sus circuitos de las inclemencias de la arena. Todo ello junto a las ruinas oxidadas que componen la megápolis da un toque de ciberpunk de las afueras, tan decadente como visualmente llamativo. Eso sí, la espectacularidad visual deja paso a una serie de sistemas jugables a los que les cuesta un poco hacerle sombra.

Todo en Life of Delta es bastante lineal, por lo que solo hay una forma de hacer las cosas. Esto no supondría un problema si no fuera porque, en general, las cosas que haremos son bastante simplonas. El pobre Delta es muy versátil (no le queda otra) y se adapta a cualquier situación haciendo de “manitas” para todo individuo que precisa de sus servicios a lo largo de la aventura. Esto implica echar una mano con un concierto, hacer pociones para facilitar la digestión del ganado local y hasta convertirse en Itamae preparando sushi para poder salirnos con la nuestra. Sin embargo, la mayor parte de las interacciones suponen un mero trámite y es solo en los puzles “tecnológicos” y complejos donde Delta destaca por sus capacidades. Estos puzles, que aparecen nada más empezar la trama, implican alguna clase de mecanismo o entramado de cables, botones y algún que otro artilugio que pretende ser extremadamente complicado en apariencia, pero que tiene su truco. Son, sin duda, la apuesta más llamativa de Life of Delta, que intenta distanciarse de otros títulos con puzles simplificados para que así nos comamos un poco el coco.

Un rescate de lo más trabajoso

El trasfondo apunta a ser sumamente interesante, pero hay poco que disfrutar más allá de ciertas evocaciones. Vemos, como decía, robots haciendo sus vidas, compartiendo el entorno con estos reptiles militaristas. Intuimos ciertas ideas y hasta tenemos algún giro de guion sorprendente, pero todo se siente algo desaprovechado. Si no nos quedamos demasiado atascados, no deberíamos tardar más de 3 o 4 horas en completarlo. Esto es más que suficiente, pero podría haber dado más de sí, sobre todo si pensamos en lo abrupto de su final, que se siente apresurado y recortado. Es una pena, porque el título en sí mismo recuerda (salvando las distancias) al espíritu que ya presentó hace años Machinarium, pero provoca demasiadas sensaciones encontradas como para calar tanto como lo hizo la obra de Amanita Design. Esperemos que, quizás en un futuro, los pintorescos personajes que conocemos a lo largo de Life of Delta y que sobreviven como pueden, vuelvan en una secuela que prosiga con las peripecias del pequeño robot cabezón, ampliando el trasfondo y añadiendo algunas mecánicas que rompan un poco la dinámica y aprovechen esos puzles que tanto prometían durante la primera mitad de la trama.