El dolor de decir adiós

Creo que a todos nos agrada sentirnos identificados en los personajes de las obras que consumimos; ver en ellos un reflejo de nosotros mismos, de nuestras vivencias, haciéndonos recordar etapas pasadas de nuestra vida, así como nuestros miedos, inseguridades o anhelos. Es algo que muchas veces nos ayuda a no sentirnos solos, a ver en dichas obras un apoyo con el cual sobreponernos a alguna situación, ya sea al brindarnos un lugar seguro que propicie una conciliación con nosotros mismos o sirviéndonos como una especie de guía para afrontar nuestras propias aflicciones. Y claro, también hay muchos casos (quizá incluso la mayoría) en los que simplemente ayuda a que empaticemos con estos personajes y que la historia nos toque más profundamente. El juego del que quiero hablarles hoy es una de esas obras, y es que al jugar a No Longer home me encontré con unos personajes y unas situaciones que si bien en cierto sentido pueden parecer muy diferentes a las que yo he tenido que enfrentar; al mismo tiempo los sentía extrañamente cercanos.

El título de Humble Grove nos presenta a Bo y Ao, una pareja de universitarios recién graduados, los cuales deben hacer frente el fin de su vida de estudiantes para, por así decirlo, enfrentarse al mundo y sobrellevar las vicisitudes de una vida adulta para la cual no se sienten del todo preparados. Pagar las cuentas, la dificultad de encontrar un buen alquiler o buscar un nuevo empleo son algunas de las situaciones que deben enfrentar sus protagonistas en una obra que mezcla el costumbrismo y el realismo mágico para dar forma a un juego que sin tener, me parece, demasiadas pretensiones, sirve al mismo tiempo a modo de desahogo por parte de sus creadores (el título se presenta como una obra semi-autobiográfica) y como una mano amiga para nosotros los jugadores. Así pues, por un lado tenemos a Bo, quien tras acabar sus estudios debe abandonar Londres y volver a casa de sus padres; mientras por el otro tenemos a Ao, quien al no poder renovar su visado, no tiene más opción que regresar a su Japón natal. El juego nos podrá en la piel de ambos en momentos concretos de la historia, alternándolos según la escena en cuestión e incluso interpretando a ambos al poder elegir opciones de dialogo con cualquiera cuando conversan entre sí. Por su parte, mecánicamente hablamos de una sencilla aventura point and click con mucho peso en los diálogos en la que podremos desplazarnos por sus escenarios e interactuar con diversos objetos explorando las habitaciones del departamento que en cuestión de días deberemos abandonar.

La historia del juego, salvo el prólogo –desarrollado originalmente en el marco de una gamejam y en el que ya se dejan ver algunas de las fortalezas que luego estarían en el juego final– que sucede un tiempo antes y consiste en una conversación entre Bo y Ao a altas horas de la noche, se desarrolla principalmente durante la despedida de los protagonistas y sus antiguos amigos y compañeros de universidad. Dentro del  grupo era ya una pequeña tradición juntarse en el departamento de los protagonistas para hacer barbacoas en el jardín y luego seguir con alguna otra cosa como jugar algún videojuego. Así pues, ahora que cada uno deberá seguir su propio camino deciden hacer una última reunión para despedirse y aunque se divierten juntos, se siente cierta melancolía en el ambiente, y las ausencias de aquellos que no han podido asistir, no hace sino acentuarla. La parte que más resonó en mí al jugar el título de Humble Grove no fue la incertidumbre del futuro, el sentir que no estoy preparado para la vida adulta, dudar de mis elecciones educativas, ni tampoco el enfrentar las expectativas de mis padres. Y lo curioso es que de hecho podría haberlo sido. Actualmente paso por todo eso y no han sido pocas las veces que me he desesperado. Cuestionarme si estuvo bien dejar de lado los estudios durante este 2021 y la sensación de estancamiento o de que podría aprovechar mejor mí tiempo ha sido una constante durante los últimos meses. En cambio, el punto más potente para mí fue el tener que separarte de tus seres queridos debido a situaciones que no se pueden controlar, así como le sucede a Ao al tener que volver a Japón. Desde que me gradué del bachillerato mi círculo social se ha ido reduciendo constantemente debido a que mis amigos emigran buscando un mejor futuro en otros países o deben mudarse de ciudad para estudiar o trabajar. El escenario de esa última parrillada antes de dejar todo atrás retumbaba en mi interior mientras jugaba y me mantenía recordando mi propia experiencia cuando íbamos los fines de semana a casa de un amigo para ver películas juntos, o la tristeza de esas amistades de las que no tuve tiempo de despedirme o que sencillamente se fueron distanciando poco a poco del círculo. Y aunque es esta la parte de la historia que más me impacto, esto no significa que el resto este peor representado ni mucho menos, de hecho creo que la obra sabe balancear bien sus temas unificándolos como parte de la etapa en la que se encuentran sus protagonistas.

Y es que el paso a la adultez es una mierda. Es incierto, agobiante, aterrador, y en muchos casos, solitario y desolador. Sé que no estoy diciendo nada nuevo, al fin y al cabo supongo que todo el que esté leyendo esto ya habrá sufrido o estará sufriendo todos estos cambios en carne propia. Es una experiencia universal y al mismo tiempo sumamente personal. Todos la vivimos, pero a su vez cada caso es diferente en función de la persona, sus capacidades personales, y la situación en la que se encuentre al momento del cambio. Es por eso que existen tantas obras cuyas historias se sitúan en esta etapa de la vida, porque aunque en el fondo todas hablan de lo mismo, hay diversas maneras de abordarlo. De ahí que los llamados Coming of Age suelan conectar con tanta gente, porque en este tipo de obras podemos hallar un reflejo de nosotros mismos que nos muestra que no estamos solos y que lo que estamos experimentando es normal. De esta forma podemos acabar ante obras que, pese a estar creadas por autores sumamente distintos y mostrar perspectivas diferentes, nos hacen sentir identificados o al menos aludidos por lo que nos cuentan. Da igual el medio, estilo o el tono con el que se plantee, puede ser película como Lady Bird, un manga como los de Inio Asano o un pequeño juego Indie. Lo importante es el efecto que tengan en nosotros.

Como juego, No Longer Home se siente un poco pobre: no hay demasiado que explorar, las interacciones con objetos se sienten limitadas, por momentos las conversaciones pueden resultar poco dinámicas debido a la sencillez con que se presentan, tiene problemas de ritmo con secuencias que se alargan demasiado y en definitiva por momentos puede resultar pesado. Pero cuando hace las cosas bien, cuando se abre al jugador sin ninguna clase de artificio, funciona. Esto, aunado a los momentos en los que el realismo mágico se hace presente y cuando se juega con la escena durante las conversaciones hacen que la propuesta merezca la pena. El juego depende en gran medida de que conectes con él, de que su historia resuene contigo y te pongas en los zapatos de sus personajes, y en lo que a mí respecta lo consigue con creces. En parte por lo universal de sus temas, pero también por lo cuidado de sus diálogos, la naturalidad con que se comunican los personajes y la excepcional forma en que presenta y desarrolla a sus protagonistas. Es fácil empatizar con Bo y Ao, con sus tribulaciones, dudas y miedos. No Longer Home es una de esas obras que dependen mucho de la sensibilidad y experiencia del jugador para funcionar, que se abre ante nosotros esperando que la recibamos sin reservas, que apela a nuestra vulnerabilidad a la vez que nos muestra la suya. Es por eso que decidí abrirme un poco y comentar mi propia experiencia, porque es gracias a esta que ahora estoy hablándoles de él, porque la cercanía que transmite brilla más que cualquier otra cosa que se pueda decir sobre él.