Cavilaciones sobre marketing y belleza

La guerra de consolas no da tregua. Los rivales apenas pudieron zanjar sus viejas rencillas. Los heridos vuelven a casa y se lamen las heridas, mientras sus planes orbitan alrededor del corto plazo, o de la inmediatez. El problema que supone este conflicto ha sido tratado en todos los medios y de todas las formas posibles, y a pesar de ello, cuando existe la aparente noción de que todos somos un poco más conscientes, cuando parece que hemos dado un paso hacia adelante, llegan nuestros contendientes favoritos, se exponen al escrutinio del público a nivel global, muestran de lo que serán capaces dentro de nada. Y la guerra sigue. Igual de estúpida, igual de dañina, igual de tóxica para nuestro medio. El narrador de Fallout lo ha dicho desde 1997 y parece que sus palabras nos acaban de llegar. La guerra…la guerra  no cambia nunca.

La guerra ha sido la misma, sí. Aunque los rivales han cambiado y las razones se han visto transformadas, el eje sigue siendo el mismo, justificado una y otra vez por medio de una plétora de excusas baratas, cada una más barata que la anterior. En esta ocasión, le toca el turno a lo estético; a lo menos relevante. O eso es lo que se piensa.

Desde su presentación, tanto Xbox Series X como PS5 (específicamente el mando de este) han causado controversia debido a sus diseños. El primero siendo comparado con un refrigerador, con un rallador de queso y hasta con Bob Esponja. El segundo con tantas comparaciones que intentar ejemplificarlas sería absurdo.Los debates han girado en torno a estos aspectos, y aunque algunos sectores han intentado desviarlos hacia cauces más relevantes como, oh, no lo sé, los VIDEOJUEGOS que podrá correr cada una, el público parece empecinado en preocuparse por el color y la estructura geométrica.

De una manera extraña, hemos dejado de insultarnos por la capacidad de tal o cual, por la cantidad de gigas o de teraflops, por las pilas y por las luces azules, y hemos centrado nuestra creatividad coloquial en las tonalidades y los prismas. Todo el mundo se lanzó a dar su opinión, a justificar según criterios ergonómicos o de diseño visual, a atacar con base en la extravagancia, en la especificidad de sus situaciones, etcétera. Con el panorama tan enmarañado por voces, cabría preguntarse, ¿importan realmente estas discusiones?

Algo se cuece en Sony

Artículo por Carlos Sánchez

Tanto con Series X y con PS5 la cosa parece clara; están enfocadas en enviar el mensaje del cambio. El rectángulo y el blanco están para marcar un supuesto cambio de filosofía, una nueva generación que entra por los ojos y que llama la atención. El color y la forma a nivel práctico son irrelevantes, sí, pero sirven para alimentar las ventas y las rivalidades, y también para ofrecerles a los consumidores una identidad, a la que aferrarse y poder decir que son parte de. Sirven, también, para distraer la atención de la evidente falta de juegos que ha conllevado el anuncio de estas consolas. No se habla de exclusivos siquiera, o de multiplataformas. En una consola de videojuegos, los videojuegos parecen ser lo que queda al último, y lo primero es la superioridad técnica, los “gráficos”. No importa que tengamos un sólo título y que este sea mediocre; mientras nos lo corra en 60 frames y a 1080, estamos satisfechos, y hasta sentimos que el dinero gastado valió la pena. Dinero que sólo alienta a la guerra de consolas a seguir sucediendo y mutilando a jugadores.

Es probable que aquí esté solo, pero cuando me propongo experimentar cualquier juego, me da igual la marca del mando, si tiene o no vibración, si puedo compartir mi experiencia al instante, si es blanco o negro. Me da igual si la consola en que lo reproduzco parece una lavadora o un dibujo animado. Me da igual, en general, ser el siervo de cualquier compañía a la que le he pagado con un único propósito: jugar. No voy a terminar con el debate, y no sé si alguien lo vaya a hacer. Nuestro medio aun es víctima de prácticas empresariales lamentables y que sinceramente me avergüenzan. Frenan el avance de la industria como medio, y ruego porque un día nos empecemos a fijar en las obras que una consola nos ofrece, y no en el aspecto de la consola. Deseo que le demos paz a la guerra de consolas.