Ser una pieza en el Monopoly de alguien más

Cuando el público se ve expuesto a una infoxicación, sea sobre el tema que sea, es probable que pierda la sensibilidad, que sus receptores contextuales se erosionen y dejen de percibir algo como lo que realmente es. La red cibernética que nos ata ha conseguido que lo que antaño hiciera morir de pena o vergüenza a nuestros padres, a nosotros apenas nos saque un arqueo de cejas. Muerte, crimen, abuso y censura; esas son cosas que hemos normalizado, abstraído hasta perder de vista el lugar de dónde han venido, y el interés que este lugar pudiera generarnos para producir un cambio. Nosotros, como potenciales espectadores de la industria videojueguil, corremos el riesgo de quedar vacíos ante el universalizado crunch. Ya no es solo que por sí solo resulte en una práctica asquerosa y condenable hasta sus últimas consecuencias, sino que diversos sectores están aprendiendo a sacarle provecho, a valerse del sufrimiento de muchos para justificar sus discursos.

Uno de base quizás ya venga insensibilizado ante el crunch, porque este no es exclusivo del mundo de los videojuegos. Cualquier campo laboral corre el riesgo de ser tocado por este abuso, como comentaba el desarrollador español Pedro Pablo Fernández a principios de año en esta misma web. Una vez, mientras iba de camino a la universidad, mi autobús se salió de la ruta habitual; rodeando el puente de la 5 y 10, y deteniéndose en una casita con una barra como de fonda. El conductor, con ojos hinchados y una desorientación perceptible, estiró la mano en gesto que parecía rutinario, y otra mano emergió de detrás de la barra, ofreciéndole una bolsa de papel, de esas en las que venden pan dulce. Sobra decir que en la bolsa no había pan dulce. Un par de inhaladas rápidas, y la desorientación se difumina de sus ojos, sus manos mueven rápidas la palanca de cambios, el autobús avanza. Estamos de vuelta en la ruta.

Pasa lo mismo en las maquiladoras, cuyas directivas, con el fin de velar por la productividad más inhumana, permiten la venta de psicotrópicos detrás de sus estructuras. No son pocas las madres solteras, las personas mayores y los jóvenes inexpertos que se vieron incapaces ante este ritmo tan estúpidamente veloz. Uno ve eso por primera vez y los ojos se le escapan de las órbitas, el oxígeno paralizado en los pulmones. Uno lo vuelve a ver e intenta no pensar en ello, convencido de que saber que eso pasa es suficiente para no permanecer ajeno, para, de alguna manera, apoyar a esta gente que está sufriendo. Una cuantas veces más y la impresión se diluye.

¿Para qué tanto texto y contexto? Regresa nuestra polémica favorita, cuya presencia parece superada, pero que siempre, de una u otra manera, se abre paso y vuelve a nosotros. Hace unos días, comenzó alguna clase de “bloqueo” en contra de Hobby Consolas por difundir una supuesta nota falsa. La nota en cuestión hablaba sobre un caso de crunch en 343 Industries, sobre sus empleados hablando mal acerca de la logística dentro del proyecto, de su desastrosos proceso de desarrollo, de inconvenientes con el motor gráfico, etcétera. Más allá de la veracidad de las declaraciones, o de la existencia misma de los que las emitieron, este artículo se enfoca en ese otro crunch, del que salen las noticias rápidas, el click bait, y las ocasionales fake news, y de la gente, como el usuario de YouTube saselandia, que se aprovechan de este problema estructural para alimentar una guerra estúpida de consolas, y encima echarle tierra a los que literalmente está haciendo su trabajo.

Todo nace a raíz de uno de sus videos, en los que acusa de mentirosas y traidoras a páginas como Hobby Consolas, Vandal y Level Up, debido a la razón que ya se especificó más arriba. Como no podía ser de otro modo, esta figura (que no le envidia nada a cualquier populista, pero traducido al contexto de internet) aprovechó para marcarse una de esas conspiraciones que vuelve locos a los foreros y comentaristas, que es que las ya mencionadas webs alimentaban, desde las sombras, una guerra de consolas secreta, una fuente inagotable de malversación de datos. Siempre he pensado que, aun si no existiesen estos portales de noticias, la guerra de consolas seguiría, alimentada por la estupidez, y por las ansias de alguien de justificar su compra atacando al supuesto contrario.

Me parece ridícula la idea, siempre, en cualquier ámbito, de alguien defendiendo a una compañía; una propagación de síndrome de Estocolmo. No es que a mayor número de ventas mejore la calidad en el sueldo de los trabajadores, no es que se les garantice un ambiente de trabajo sano y propicio para el desarrollo integral, no es que la calidad de los productos que consumimos mejoren o que en general nada cambie; es que todo el enriquecimiento va a parar a los ricos que se ocultan detrás de las marcas. Ricos que ya tienen un contingente de idiotas, listos para defenderlos ante la mirada pública por cada decisión tomada. Nadie se alzará contra el crunch, contra el acoso sexual, o contra los despidos para recortar gastos al terminar un proyecto; pero no vaya a ser que ofendas a mi empresa, que le des preferencia mediática a esta otra, o que insultes mi identidad gamer hablando mal de mi compañía, que no es mía y nunca será mía, pero que así me gusta pensarla. Luego, cuando a alguien le gusta tanto un videojuego, estos fantasmas desaparecen; no importa el sacrificio humano si yo obtuve placer lúdico y el millonario de turno sus 60 dólares redondos. Pero, oye, siempre podemos asirnos de esas problemáticas si el juego en cuestión mete lesbianas, gente racializada o transgresiones a nuestro sentido de normalidad; no es que seamos basura intentando racionalizar prejuicios y seamos moralmente selectivos, es que esta empresa, además de buscar lavarme el cerebro, abusa, maltrata y humilla.

¿Qué sale de este sistema? Otro sistema, en el que becarios, periodistas sin experiencia (y también con), tienen que quemarse los dedos y las pestañas manteniendo el ritmo con las notas de prensa que no paran de llover nunca, porque los ricos nunca dejan de querer dinero, y este querer lo cargan los de abajo, los dejados atrás por el sistema. Un sistema que necesita, con todo lo que pesa el término, de vistas, de clicks, para que sus integrantes puedan, literalmente, comer, vivir humanamente, existir apenas por encima de la precariedad. Somos gente tan débil que a la mínima de alarmas nos identificamos, nos sentimos presa de un espionaje corporativo, de juegos que buscan vernos la cara, como si fuésemos incapaces de razonar, de conectar dos hilos e interpretar la red completa. No vemos que detrás de una nota de prensa hay una identidad humana, y que detrás de una identidad humana hay hambre, y frío, y ropa y domicilio, y que todas esas cosas cuestan dinero. ¿Quién alimenta la guerra de consolas? Personajes como Sasel manipulan y alteran la realidad para reflejar, en pretendida objetividad, sus preferencias, sus gustos y sus propias nociones. Gente que tiene poder sobre gente; líderes de opinión que no consideran absolutamente nada antes de aventurarse con la retórica y abrir la boca. Un bloqueo contra una página puede significar que alguien la pase muy mal, mucho más mal que un usuario infantil al que una empresa le ha jugado una broma cruel.