Sociedades paralelas, personalidades transversales

Buscando mundos en los que perderme me encuentro con uno más cerca de lo que creía: The World Next Door ha sido la apuesta de la Epic Store por los gratuitos semanales, junto al increíble Elite: Dangerous, del que podéis leer un texto que espero sirva para animar a futuros exploradores estelares. Pero bueno, vamos allá con una obra que, sin convertirse en un paradigma narrativo, ha sabido sorprender con detalles poco esperados, colocando a Rose City Games en mi listado de estudios a los que seguirle la pista.

The World Next Door es un título ligero, de apenas tres horitas a ritmo tranquilo. Lo cierto es que es capaz de alargarse en cierta medida si nos entretenemos en hacer las tareas secundarias, si bien estas sucumben en el mero “encuentra esto y tráemelo”. Con todo, aportan algunos matices a la ambientación, pues nos servirán para conocer a personajes ajenos al grupo principal. Pero antes de entrar en todo esto, pongámonos en situación: La Tierra y Emrys tienen una relación de paralelismo y conexión a través de un portal que, una vez al año, abre sus puertas para que unos pocos afortunados puedan disfrutar de un año en el otro mundo, en The World Next Door. Mientras La Tierra sigue los cánones que conocemos, Emrys, aun conformando sociedades aparentemente similares a la nuestra, es un lugar en el que exige la magia y los diferentes individuos son seres fantásticos: demonios, sirenas, etcétera.

Con esta premisa, nuestra protagonista asiste como una de las afortunadas al festival de máscaras de Emrys, en el que, durante un día, pueden estar los humanos. Aquí vino mi primera sorpresa: sinceramente pensé que la narración transcurriría en el sonado evento, pero acaba sucediéndose después, tras un despiste que deja a Jun, nuestra adolescente humana, atrapada en el mundo mágico de Emrys. Por suerte, nuestros nuevos amigos, especialmente Liza, a la que conocíamos previamente por redes sociales (sí, parece que funcionan entre mundos), nos ayudarán a investigar cómo resolver la situación.

Sin entrar en detalles de la trama, acabaremos adentrándonos en varios santuarios que facilitan la canalización de la magia, en busca de respuestas para reabrir el portal y poder volver a casa. Todo a contrarreloj (aunque no de cara al jugador), pues los humanos pueden sobrevivir pocos días en este mundo paralelo y sería impensable esperar otro año hasta la reapertura.

Si la puesta en situación de The World Next Door puede descolocar un poco las expectativas, el combate derrumba cualquier preconcepción posible. En un inicio, uno podría pensar que se encuentra ante algún tipo de RPG por turnos o algo similar. Nada más lejos de la realidad, los combates serán una serie de batallas-puzle en las que debemos alinear a modo de minijuego el mayor número de runas posible para realizar un hechizo u otro (según el tipo de runa). Junto a una esquiva y habilidades de los compañeros, tendremos que tener en cuenta la posición de cada runa para moverlas y canalizarlas en el mejor momento, pues dejar hechizos preparados incrementará la potencia de los adyacentes. 

Este sistema de combate puede no agradar a todo el mundo y lo cierto es que llega a hacerse pesado en los últimos compases del título. No es una mala idea y bien desarrollada tiene cierto potencial, pero por el diseño de los enemigos y la forma de las habitaciones acaba convirtiéndose en una persecución que solo retrasa nuestro lanzamiento de hechizos. Eso sí, si el jugador lo desea puede anular la recepción de daño para así centrarse en la trama que, a mi parecer, merece la pena, principalmente por su interrelación emocional entre personajes.

La escritura de los individuos es, sin duda, lo más trabajado de este The World Next Door. Personalidades diferentes combinadas en un grupo social diverso. Y sí, es diverso en todos los sentidos. Sorprendentemente la inclusión no se siente forzada, sino sincera y desde un punto de vista humano, no como una estrategia empresarial de mercado para llegar a un público o minoría determinado. Acabaremos congeniando más con algunos, que nos acompañarán a los santuarios, como Horace, un rude-boy gamberro, contrapartida de Rainy, el soft-boy asustadizo al que cogeremos cariño desde un principio. Además, con los que más prioricemos acabaremos interactuando con mensajes a través de nuestro teléfono (sí, parece funcionar en el otro mundo).

La elección de diálogos nos deja con varias opciones, pero se me ocurren pocos motivos para ser borde o agresivo con estas decisiones. Sí, la personalidad de Jun se va definiendo, pero desde un inicio tenemos ciertas trazas que son completamente contrarias a la brusquedad. Al final, con sus más y sus menos, todos parecen buenos amigos en lucha con un problema que claramente les supera. Eso sí, desde un inicio nos preparan para algún que otro giro de guion ciertamente sorprendente.

Habiendo disfrutado de unas horas con The World Next Door quedo con ganas de más. Su duración es perfecta dadas las posibilidades jugables que ofrece, pero siento que narrativamente daba para mucho más. Los descubrimientos del tramo final pasan sin pena ni gloria y quedan en un segundo plano en relación a la experiencia y a la interrelación entre personajes, que es donde de verdad está la “chicha”. Sería interesante conocer mucho más el trasfondo de etnias mágicas que habitan Emrys, así como cuestiones políticas y sociales que complementen y conformen un mundo del que nos dan solo algunos datos. Y sí, no hay necesidad de ello, pero el diseño de personajes y algunas de las ideas planteadas dejan tan buen sabor de boca que es irresistible aspirar a más. Sin duda, mi atención hacia los mundos creados por Rose City Games es ahora mayúscula, aunque estos estén a una puerta de distancia.