Caminante, no hay camino...

Mundo post-apocalíptico, demasiadas incógnitas, pocas respuestas… mucho es lo que me llama del género y poco lo que profundizo pues es complicado encontrar un título que no caiga en los mismos manierismos. Sin embargo, hace poco encontré oro pensando que no era más que bisutería.

Comencé a explorar junto a mi novia dicho título. Épocas de exámenes en las que estar hacinados por largo tiempo en una misma habitación trabajando se convierte en rutina. No obstante, este juego consiguió trasladarnos a un viaje inmóvil; justamente lo que más valoro en los videojuegos.

The Flame in the Flood

Bajo el vaporoso pretexto de que América del Norte es sacudida por una catástrofe se desenvuelve The Flame in The Flood. Nuestro personaje es sorprendida al comienzo del juego por un perro, el cual le entrega una mochila junto a una radio. La protagonista emprenderá un viaje río abajo sobre una balsa improvisada con residuos y restos en busca de respuestas, impulsada por la fé devuelta por su nuevo compañero canino. Así pues, entrega la protagonista su vida al generoso y a la vez letal río, pues otorga lo que necesita para mantenerse con vida pero, al mismo tiempo, puede arrebatárnoslo todo fugazmente.

The Flame in The Flood es un título rogue-like, es decir, su escenario y lo que contiene es creado conforme lo jugamos de forma procedural. El medio en el que nos movemos consiste en un enorme río con multitud de obstáculos que hay que esquivar subidos en nuestra balsa. Por lo largo y ancho de este río de un único sentido sin ramificaciones, se reparten diferentes islas a las que podemos amarrar nuestra embarcación y explorarlas. Dentro, encontraremos peligros y materiales -no siempre a partes iguales- que necesitamos para sobrevivir. Realmente, la aventura podría dividirse de forma vaga pero eficaz en dos momentos: lo que sucede dentro de la balsa y lo que ocurre al bajarnos de ella. Las islas que exploramos, de poca extensión, son siempre diferentes una de otras y se distinguen por el icono que en la pantalla anuncian que estamos próximos a estos cuando viajamos. Algunos serán licorerías, otros campamentos y… evidentemente, cada uno tendrá unos u otros recursos.

En cambio, pocas formas tienes de leer donde hay peligros y donde no y, créeme, son múltiples. Lo sorprendente es la cantidad de formas que hay de morir y no solo por las obvias ocasionadas directamente por animales salvajes: diarrea, inanición, infecciones producidas por cortes, rotura de huesos y un largo etcétera. Junto a todos estos infortunios, hay que mantener en buen estado cuatro constantes: hambre, sed, sueño y temperatura corporal. Descuidar uno de ellos supondrá, por desgracia, la muerte de nuestro personaje y, una vez muerto, no se puede volver a la partida al ser de autoguardado obligatorio constante. Las necesidades vitales deben de satisfacerse no de cualquier forma: el agua que bebamos debe siempre ser potable, la comida hay que vigilar que no esté en mal estado o cruda y no en todos lados es posible dormir y recuperar la temperatura corporal. Lo que hace impredecible a The Flame in The Flood es que nunca sabemos cuándo se comenzará a ir, metafóricamente, cuesta abajo y debido a qué pero el juego está tan bien diseñado que siempre habrá algún aspecto de tu personaje descuidado y tarde o temprano saldrá a la superficie. Así se aprende a ser previsor y cauteloso.

Menos es más

Leo en más de un análisis lo poco profundo que es este juego y… este comentario se convierte en un “contra” o crítica siempre. Nada más lejos, es cierto: hay un total de 67 objetos crafteables y ninguno de ellos superan 3 materiales distintos para ser creados pero, yo no entraría a valorar si esto es bueno o malo: me parece una característica más allá que condiciona la naturaleza del juego, de la misma forma que es un survival rogue-like y no otro género. La belleza de Flame in the Flood reside en su sencillez: un survival contemporáneo lleva un tiempo de adaptación hasta que nos sentimos completamente cómodos en él, tiempo que reduce considerablemente al simplificar el proceso crafteo y reducir la cantidad objetos encontrables por el mundo.

The Flame in the Flood

Nos acompaña un perro por nuestra aventura que… aparte de alertarnos de ciertos peligros y llevar una mochila en la que almacenar víveres y útiles, poca importancia tendrá en el juego. Es una pena, pues el animal podría haber hecho de contrapeso o haber sido un acompañante con carisma en la historia. Por ejemplo, en Beyond Good and Evil, la protagonista Jade tiene a “Cerdy”, el cual hace de antítesis y refuerzo del protagonista, al mismo tiempo que sin su ayuda muchos de los niveles directamente no se podrían resolver. Tendrá una relativa importancia en la resolución del modo campaña pero, aparte de eso, la figura del acompañante queda desaprovechada.

Endgame
Aparte del modo historia – que no es desde luego sencillo – hay también lugar para un modo infinito que rasca más horas de juego hasta que ya aborrezcas el juego – tampoco sencillo -. No sabría decir la cantidad de horas que ofrece este juego: solo sé decirte que son de calidad.

Cómo arrimarse a una hoguera

The Flame in the Flood

Artwork por Patrick Macchi.

El conjunto que envuelve a The Flame in the Flood es cálido, y no por su gama de colores. Esta recepción inicial más tarde respaldada por sus mecánicas jugables hacen que te sientas de algunas forma como en casa. Es innegable que esta obra fue hecha con mimo: desde la documentación sobre la supervivencia en el bosque que posee hasta su estética. Dispone de una banda sonora country-folk que casa con la ambientación campestre del juego de Nominous. Por la parte visual, consigue un estilo cartoon muy agradable de ver.

Aun siendo un rogue like, no da toda la exploración que suele aportar un juego de supervivencia al uso. lo que da de facilidad lo quita de profundidad, pero ahí reside uno de sus atractivos: es un juego que, aun exigiendo un tiempo para acostumbrarnos es intuitivo, amigable y sencillo. Saca la tarjeta de crédito: sé que lo estás deseando.