Artículos deleznables blanqueando un asesinato horrible

No hay semana en la que no haya deseado desconectar mi mente y abandonar todo lo que sé o pueda llegar a ver en este rincón del mundo. Ya no es solo por el país que habito, de cuyo nombre no quiero acordarme, sino por lo que estar metido en la industria del videojuego significa. No son pocas las noticias que llegan una y otra vez que desgarran o golpean sin ningún tipo de miramiento, como si nuestros sentimientos fueran un mero saco de boxeo. Otras veces, al contrario, estas noticias son las que encienden e incitan a una violencia primordial que dentro de todos nosotros habita, y que entran ganas de encontrar al responsable del artículo y….. y qué. La violencia dentro de los videojuegos vuelve al debate, y esta vez no ha salido al ring con su propio pie, sino que ha sido la prensa generalista, en este caso un medio tan reconocido y panfletario como El País, la que la ha sacado a empujones y sin ganas, atribuyéndola, una vez más, a un caso real, pero cuya relación dista mucho de la realidad, pues el asesinato de Samuel a manos homófobas no tuvo nada que ver con la violencia en los videojuegos, aunque violencia haya mucha.

Violencia

Es innegable que cualquiera de los intentos que están haciendo los medios para blanquear el asesinato de un joven en las calles a manos de un grupo de personas homófobas va a quedar deslegitimado, pues estos han ido desde supuestos grupos de inmigrantes en un claro alarde de racismo, hasta echar la culpa a la novia o al grupo de aficionados Riazor Blues, seguidores del equipo de fútbol Real Club Deportivo de La Coruña, en un intento de echar la culpa a la izquierda del asesinato. Pero habiendo llegado a este punto, donde se le ha faltado el respeto a la víctima una y otra vez, nos encontramos ante una nueva afrenta, pues, ahora, los culpables son los videojuegos.

No es la primera vez que se hace esta comparación, por desgracia no será la última, posiblemente ni nos encontremos en el ecuador y todavía quede un increíblemente largo camino por delante, quien sabe. Sobre este tema me agrada que se haya hablado ya, principalmente porque he tenido compañeros que han aportado diferentes puntos de vista y todos bastante interesantes, como el artículo de Jaime o la opinión de Manuel.

Violencia

Sin embargo, ¿cuál es la situación del medio al respecto? ¿Es cierto que un 99% de juegos son violentos como se ha asegurado un personaje en el artículo de El País? Pues como podréis imaginar no, no lo es, posiblemente esté a años luz de esa cifra, pues a diferencia de esa suerte de escrito en el cual no se aporta información veraz o algún tipo de fuente, la buena gente de DeVuego ha hecho un pequeño análisis sobre los videojuegos españoles y las edades recomendadas que se reflejan en sus PEGI, aunque hay algunas trabas de por medio. Si bajamos un poco del tuit, veremos comentarios de algunas personas bastante acertados, pues señalan dos cosas principalmente. Una es que, a pesar de ser PEGI 7, puede incluir violencia como refleja la etiqueta, algo bastante a tener en cuenta si queremos llegar al segundo punto, un carro del que no me quiero bajar, pues es que hay demasiados juegos violentos. Cuando miramos números, por ejemplo, los juegos más vendidos semana tras semana, suelen reflotar algunos clásicos, como Minecraft, FIFA o el juego de Nintendo de turno (especialmente en España donde tienen gran acogida), y la gran mayoría (a excepción de Grand Theft Auto V) no hacen un claro ensalzamiento de la violencia. A pesar de ello, este pasado E3 me quedó claro que la industria sufre de este mal, pues durante la conferencia de Microsoft raro el juego que no era un FPS, y más raro aún era el juego donde la violencia y la muerte eran el pan de cada día.

Tenemos un aluvión de juegos violentos, los que están y los que vendrán sepultan como una miasma a los pocos títulos que intentan salirse de esta corriente. La industria del triple A tiene parte de la culpa pues recurren a la más mínima a estas mecánicas, ni siquiera el hito que supuso Death Stranding intentó despegarse, aunque claramente el juego podría haber sobrevivido sin disparos ni armas, y, de hecho, posiblemente habría dado un mejor resultado, pero hay miedo, y el miedo está demasiado dentro. Este pequeño monólogo sobre el exceso de violencia no quita que artículos como el de El País sean repugnantes, innecesarios y no solamente sea una falta de respeto a la víctima, sino a todas las personas que sufren esta violencia en sus carnes, pues intentar quitar hierro a los agresores o asesinos para que pasen de criminales homófobos a jugadores en un claro ejercicio de blanqueamiento, y los medios que lo difunden cómplices de ello.