Primeros rumores de Sly 5, primeros sudores fríos

Soy partidario de dejar morir a nuestras franquicias favoritas; mejor aún si la cosa va de matarlas antes de que decaigan en ventas o, lo que es peor, dejen de interesar a su público más fiel. De hecho, soy partidario de que los títulos sean autoconclusivos, y rara vez prefiero me veréis clamando por una continuación directa de una obra. Desde un enfoque más diáfano, creo que hablo en nombre de gran parte de la redacción cuando digo que en HyperHype estamos en contra de la secuelitis, y es que generalmente preferimos que los estudios, pequeños o no, dediquen su tiempo y recursos a sorprendernos con nuevas propuestas, en lugar de continuar explotando universos ya creados por ricos que estos sean. Nos gusta descubrir nuevos acercamientos al videojuego; habitar nuevos lugares, como las islas de Iki y Tsushima, y conocer nuevos contextos como el que acoge la Seattle de Delsin Rowe. Porque resulta refrescante embarcarse en mecánicas y puntos de partida argumentales desconocidos, pero, sobre todo, porque es completamente necesario forzar a los desarrolladores a experimentar con conceptos de todo tipo fuera de su zona de confort.

Aún así, mentiría si dijese que no he disfrutado de grandísimas secuelas, remakes reboots, algunas de ellas muy conocidas (Uncharted 4: El Desenlace del Ladrón me parece una de las mejores historias de acción que he vivido nunca, y admito que su condición de secuela acentúa su emotividad), y comprendo su motivación creativa más allá de lo económico de la misma forma que entiendo su interés por parte del público aficionado. Su existencia, mesurada y coherente, es necesaria, porque hay guiones que merece la pena disfrutar dosificados en el tiempo – como si configurasen grandes aventuras episódicas -, y porque, por pura nostalgia, todos tenemos universos que nos llaman, nos cautivan, nos piden volver aun habiendo sido exprimido hasta la última gota. Por ello, si Sly 5 debe o no existir es un debate que, como fan acérrimo de la trilogía original, haré lo posible por evitar en este artículo; supongo que una parte de mí no podría quejarse por un supuesto anuncio. No haré lo mismo con lo que respecta a cómo el mapache debería de volver a nuestras consolas, en el caso de que los primeros rumores que han salido a la luz y que ya corren como la pólvora por subforos de reddit y vídeos de YouTube sean certeros. Porque los seguidores merecemos una explicación, pero sobre todo, porque el heredero del Thievius Raccoonus merece una disculpa.

Creo que hay IPs que pueden permitirse resurgir de sus cenizas sin mediar palabra, sin adelantar su retorno o sin acordarse de sus orígenes; volver de la nada. A mi juicio, está bien que vayamos a tener un nuevo Perfect Dark (aunque solo Dios sabe cuándo), e incluso otro Dead Space; también que volviesen los igualmente rumoreados Wipeout Twisted Metal, por más que fuesen sagas explotadas masivamente hasta su triste muerte. Con Sly, estaríamos hablando del segundo intento de resurección de la franquicia en la última década, después de que los californianos de Sanzaru Games retomasen la trilogía original de Sucker Punch – de forma mediocre, si me preguntáis – con Sly Cooper: Ladrones en el Tiempo en 2013. Después tal estreno, Sony, poseedora de la propiedad intelectual, también anunció el lanzamiento de una serie de televisión de 52 capítulos para 2019, así como de una película CGI. Nada se ha vuelto a saber de ninguna de las dos producciones, ni de lo que se cuece en las calurosas oficinas de Sanzaru.

Ilusionados por el murmullo virtual de estos días, es fácil pedirle poquito a la hipotética quinta entrega coprotagonizada por Murray y Bentley, porque uno podría pensar que una fachada como la de Ratchet and Clank: Una dimensión aparte y una premisa jugable algo menos formulaica que los ya de por sí extremadamente estructurados y reiterativos capítulos originales podría dar lugar a una propuesta interesante. Y probablemente estaría en lo cierto. Pero Sly 5 debemos de pedirle más: no solo que se postule desde su misma presentación como un retorno por la puerta grande, un “ahora sí” que nos haga olvidarnos de esos proyectos televisivos y fílmicos probablemente cancelados, sino también que arriesgue, que peque de experimental, que sorprenda a propios y extraños, que evolucione de la misma manera que hemos evolucionado nosotros en estos últimos 20 años, y, en definitiva, que no base todo su interés en su nombre. Y si puede presentarse acompañado de una explicación sobre el paradero de la IP durante los últimos ocho años, mejor que mejor. Hay que pedirle más, porque Sly se merece más. Un regreso a la altura de su leyenda familiar.