El futuro es intangible

Conforme más inminente se hace esta recta final de año, la nueva generación de consolas llega a la recta final de su promoción y se prepara para su esperadísimo estreno. Xbox Series X, la nueva máquina de Microsoft, por fin ha confirmado su salida al mercado para el 10 de noviembre, mientras que cabe suponer que PlayStation 5, cuya compañía aún tiene el deber de anunciar información sobre su venta, aterrizará en tiendas en una fecha similar. Sin dudas, este camino hacia la next-gen ha sido uno de los más extraños que se recuerdan, no solo por la situación global, sino por las propias estrategias de marketing de las empresas encargadas, quienes también han querido apostar, en esta ocasión, por unas ediciones completamente digitales – y con costes reducidos – de sus máquinas, renegando de la posibilidad de leer copias físicas de los videojuegos, tal y como antaño avanzó Xbox One S All-Digital Edition.

En el caso de PlayStation 5, queda por ver qué ventajas podría traer esta versión digital; en el de Series X, la existencia de la llamada Xbox Series S ha supuesto una clara apuesta por el terreno del videojuego como servicio, haciendo especial hincapié en las plataformas de streaming (Game Pass) y la compra digital de videojuegos. “El futuro es digital”, tal y como muchos hemos escuchado en los últimos años, y es la llegada de plataformas de cine y televisión como Netflix, HBO o Disney+ nos ha dejado una contemporaneidad en la que la preservación y otros elementos relativos al comercio físico han pasado de ser obviedades y despreocupaciones a tomarse como una problemática a resolver. ¿Es la evolución hacia lo digital algo tan siquiera parcialmente positivo? ¿Qué suponen estas consolas digitales para la industria?

Todo por el cliente

Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en estas nuevas consolas son, por supuesto, los beneficios que las mismas suponen para el jugador. Al fin y al cabo, es innegable que lanzar unas versiones considerablemente más baratas de las “mismas” consolas supone una gran ventaja para todo aquel que tenga prisa en dar el salto a la nueva generación. No es lo mismo gastar 299 euros en la versión Series S de Xbox que los 499 euros que vale la versión estándar, o sobre los que probablemente también oscile PS5. La reducción de precio es tan tentadora que asusta, y puede permitir a muchos usuarios que aún tenían dudas tomar una decisión definitiva. Lanzar versiones digitales de las consolas no solo favorece a un cliente que se ve más animado a adquirirlas, sino también a las propias empresas, quienes reciben mayores ingresos con el aumento de ventas inclinadas en favor de esta alternativa.

Cómo no, su existencia también beneficia a los modelos empresariales que Microsoft y Sony han puesto en práctica desde hace algún tiempo, y que están estrechamente relacionados con las plataformas de streaming. PlayStation Now no ha tenido un recibimiento excesivamente cálido, pero el Xbox Game Pass ha dado la vuelta a la industria convirtiéndose en un éxito abrumador para Microsoft. No solo es esta especie de “Netflix para videojuegos” una ganga para los jugadores, sino que su conexión casi total con el mercado de los ordenadores ha logrado absorber a una cantidad enorme de público. Para muchos, el juego físico ha quedado atrás, y sus miras están ya puestas en la compra digital y en estas plataformas de streaming. Por ello, no suena para nada descabellado augurar un futuro brillante para Series S y, si Sony logra ingeniárselas con su mencionada plataforma de streaming, para la coloquialmente llamada PS5.

Como pequeña obviedad, cabe destacar que el rumbo tomado por las empresas hacia el terreno digital puede no ser tan ventajoso para todos aquellos aferrados al coleccionismo de videojuegos. No cabe duda de que tener una colección de cajas con tus títulos favoritos en la estantería de tu habitación es algo que anima a muchos, pero cada vez parece más evidente que, tarde o temprano, una gran parte de estos coleccionistas acabarán pasándose también, en mayor o menor medida, al formato digital. Los mayores afectados por este modelo podrían no ser ellos.

¿Y el comercio local?

La industria del videojuego es tan reciente que muchas de sus problemáticas ni siquiera son lo suficientemente debatidas. El crunch y las condiciones de trabajo de muchos desarrolladores han llamado la atención en el último par de años por motivos evidentes, pero son solo dos de los inmensos problemas que acarrea este mundillo, los cuales, a día de hoy, parecen no importar a un nicho de jugadores lo suficientemente relevante como para tomar medidas al respecto. Otro de ellos es, sin dudas, el cuidado y la preservación del comercio local. Porque las grandes cadenas dominan este mercado; porque GAME, uno de los ejemplos más claros de nuestro país, gestiona la mayoría de ventas en tienda física del territorio, al igual que ocurre con otros países, que ven la venta de videojuegos prácticamente gobernada por franquicias de renombre. Pero es importante no olvidar que, al igual que con cualquier otra industria, el comercio local de videojuegos existe y merece la pena cuidarlo.

La existencia de estas consolas con soporte exclusivo para versiones digitales parecen no preocuparse por la potencial reducción de ventas físicas que, en muchos casos, mantienen a flote pequeñas tiendas dedicadas al videojuego. Evidentemente no son la única fuente de ingresos de las tiendas (merchandising, segunda mano…), pero sí una de las mayores. Por el momento, la convivencia de las versiones físicas con las versiones digitales mantiene al pequeño comercio en un terreno relativamente seguro, pero si la industria continúa remando hacia la costa de lo exclusivamente digital, estas tiendas podrían verse en un peligro que quizá aún sea evitable.

Hasta que Elon Musk demuestre lo contrario, es imposible adivinar el futuro,  por lo que, por el momento, solo podemos teorizar y leer el ambiente de la mejor manera que se nos permita. No obstante, la invasión del mundo digital podría ser, a riesgo de sonar boomer, un peligro mayor del que podría parecer a primera vista. Debemos de estar preparados para ello.