“Ven, siéntate, voy a contarte una historia”

Aventura. Uno de los conceptos más interesantes en la historia de la narración, bien hablemos de literatura, cine o videojuegos. A todos nos gusta, todos ansiamos con vivir alguna. Los más avezados jugadores habrán disfrutado a lo largo de muchos títulos que transmiten el verdadero sentido de la misma. Para unos, la ficción realista, valga la paradoja, de la saga Uncharted es un tesoro del espíritu aventurero. Para otros, el estilo cartoon es ciertamente más llamativo para expresar la pura fantasía, género ligado a las hazañas más épicas de las que se tiene constancia en el mundo de lo ficcionado. Con estos últimos quiero quedarme, pues la intención de estas líneas es hablar de Effie, un título del que podéis conocer más si revisáis el análisis que mi compañero Antonio “Lucci” hizo con la salida del título en PS4. Ahora, los amantes del teclado y el ratón tienen también acceso a la obra de Inverge Studios, y es por ello que vengo a reflexionar sobre ella.

Me habéis leído hablando del juego independiente en multitud de ocasiones, de cómo, a pesar de las dificultades en presupuesto y en asuntos laborales, son una de las esperanzas de esta industria tan machacada por la construcción de estructuras insostenibles. Hoy día, los estudios independientes son uno de los pilares del apartado creativo del mundo videolúdico, llegando a innovar de tal forma que la competencia contra títulos de primera categoría se hace evidente. Romper con la monotonía de títulos anuales cortados por el mismo patrón debería ser una de las máximas de los usuarios y creo firmemente que el descubrimiento de ciertas obras independientes, para muchos, abre los ojos a la hora de exigir calidad e innovación.

En el caso de Effie, me he encontrado con un título curioso, en varios sentidos, que denota su pretensión por romper un poco con la rueda. No es un título perfecto, ni mucho menos. De hecho, creo que posee ciertas carencias que solo son salvables siendo conscientes del reducido presupuesto con el que se ha desarrollado. Además, tratándose de un título independiente, quizás deberíamos considerar en mayor estima las intenciones del producto y no solo el producto en sí mismo. El fondo, que no la forma, es lo que lo diferencia realmente de obras de presupuesto ilimitado, pero con enormes carencias creativas. Al menos, siempre y cuando sigamos una filosofía que admita la igualdad de oportunidades, puesto que, a pesar de lo que pueda creerse en nuestra querida industria, las diferencias de posibilidades entre unos y otros son enormes.

Las primeras sensaciones con Effie me recuerdan de forma irremediable, a la saga Rayman, entre otras. Concretamente, el espíritu de títulos como Rayman 3: Hoodlum Havoc, uno de los títulos de mi infancia, se deja entrever por los pasillos de las diferentes ciudades de Oblena, la región donde la bruja Melira busca hacerse con todo el poder. Galand, el héroe que encarnamos, se desplazará velozmente sobre su escudo, resolviendo, como habréis podido leer en el análisis, las diferentes y enormes mazmorras que componen la línea principal de la trama. El reciente Yooka-Laylee viene a mi mente cuando empiezo a destruir objetos del escenario y a acabar con algunos enemigos y, aunque la disposición de las mecánicas es radicalmente distinta, el estilo gráfico tiene ciertos matices similares y la sensación es, cuanto menos gratificante. 

Sin embargo, basta avanzar por el mundo semiabierto que nos plantea para darnos cuenta de que, a pesar de que existen numerosas localizaciones ajenas al recorrido principal, estas consisten simplemente en pequeños espacios en los que conseguir más experiencia o alguna reliquia que expanda el trasfondo del título. Mis mayores pegas hacia Effie van, quizás, en este sentido. El universo que se plantea es interesante, pero no hay atisbo de él más allá de ciertos coleccionables que dejan ganas de más. La exploración queda, por tanto, vacía en cierto sentido, pues no hay grandes intereses más allá de estas pequeñas trazas de lore o experiencia, la cual, sinceramente, no veo necesaria para el avance del juego. La barra de vida inicial, emparejada con la energía, es algo escasa y, aunque podemos ampliarla subiendo de nivel, no llegará a suponer ningún problema incluso si obviamos todo lo secundario y nos centramos en las batallas que harán avanzar la trama. En consecuencia, el combate queda en mal lugar, dado que es bastante complicado morir en él y se relega hacia un mero trámite entre plataformas, el componente central de la obra y, sin duda, el más divertido.

Ese plataformeo es el que tanta añoranza por obras pasadas nos provocará. Calcular los saltos e intentar subirnos a toda clase de lugares, completando puzles o simplemente buscando coleccionables (aunque estos no sean un premio relevante) es lo que implica mayor satisfacción en un título con tan buenas intenciones. Con esto último me refiero, por ejemplo, al propósito de plantear un narrador acompañante que, aunque pueda repetirse en determinadas ocasiones, relatará nuestras acciones, por dispares que sean, algo que puede resultar muy interesante si se explota de la forma correcta. Sí, en ocasiones tener un comentario sobre cada situación se puede hacer un poco raro y Effie no consigue que la situación sea completamente pareja a cuando leemos un libro, pero podría ser una herramienta mucho más explorada en la industria, pues da una sensación de épica más potente que otros apartados del título.

Como esto, existen otras ideas como la de adaptar la cultura, mitología, costumbres o folclore europeo. Usarlas como referencia e inspiración para construir todo un universo, como hace, por ejemplo, Blasphemous, es una gran opción. Pero igual de buena es la pretensión de Effie que, sin basarse completamente en un concepto, aspira a referenciar a modo de pequeños guiños a ciertas trazas de nuestra cultura. La más evidente es, sin duda, la de nuestro tan característico e ingenioso hidalgo, Don Quijote, un personaje de la literatura en el que muchos han buscado la inspiración y al que Effie homenajea haciéndose eco de sus famosos molinos, o bien por pura comparativa con nuestro protagonista. Tal vez, la innovación del indie junto a la revisión de las grandes etapas de nuestra producción literaria nos lleve, en un futuro, a la construcción de obras únicas y originales que, así como Japón hace con el manganime, muestre al mundo la riqueza cultural de la que disponemos.