Que tiemble el infierno

En 2016 ID Software le volvió a insuflar vida a la saga Doom, con una frescura y dinamismo que contentó a la mayor parte del público. La entrega de dicho año devolvió a la franquicia su lugar como referente del género y sentó unos estándares que parecían difíciles de superar. Tanto a nivel técnico como jugable, DOOM (2016) nos regaló una de las mayores delicias de la generación, en lo que a satisfacción se refiere, y parecía haber exprimido al máximo lo que la actual generación podía ofrecer dentro de su género. Sin embargo, casi cuatro años más tarde, rozando el final del ciclo de vida de dicha generación, DOOM Eternal ha llegado para elevar aún más el nombre de la franquicia y convertirse en un baluarte del género FPS. A continuación os dejamos nuestro tardío análisis de DOOM Eternal.

Expandiendo el lore, dando forma al mito del Doom Slayer

“Todo el fuego lo traje yo”.

Si hay algo que ha creado la saga Doom es mito y leyenda, dentro del mundo del videojuego es un nombre casi legendario que muy pocos desconocen. Como referente y uno de los pioneros del género, Doom siempre ha sido objeto de referencia y comparación, un espejo en el que mirarse y una fuente de inspiración. Está claro que esta reinvención de la saga no se queda atrás en ese aspecto, no palidece ante las entregas anteriores. Y es que, como lo hicieron Doom y Doom 2 en el pasado, DOOM (2016) y DOOM Eternal han sabido irrumpir en su época como un soplo de aire fresco. Además, esta última entrega ha sabido crear y asentar otro tipo de leyenda, una con la que los fans soñábamos desde hace mucho, la de expandir el propio universo mitológico y legendario del juego. Eternal se detiene a ponerle nombre a todo lo que nos muestra, y a crear un trasfondo que lo apoye.

En la entrega anterior, el propio juego hacía un guiño a lo poco que nos debería importar (en teoría) la historia y el lore del universo en el que nos movemos. El propio protagonista interrumpe a un interlocutor que nos cuenta lo que está ocurriendo, y nos mete de lleno en la acción desde el primer minuto. Sin embargo, a lo largo del juego podemos seguir el hilo conductor de una historia que, si bien no es compleja, cumple su objetivo con creces, y nos da un contexto para ametrallar demonios de manera justificada. Pero, a pesar de esta simpleza, DOOM (2016) plantó la semilla de lo que vendría con DOOM Eternal, nos dejó pequeños detalles y atisbos de leyendas e historias que conoceríamos más a fondo en la secuela. Son ejemplo de ello el mito del Doom Slayer, nuestro personaje.

La primera gran sorpresa que me llevé al jugar a DOOM Eternal fue descubrir el mimo y empeño que habían puesto los desarrolladores en contarnos con todo lujo de detalles la historia del Doom Slayer a medida que avanzábamos, así como del mundo que nos rodea. Sobra decir que no contaré lo que se revela en dicha información, pero contentará con creces a todos los fans del universo Doom. Tanto a través de los clásicos documentos coleccionables como en las secuencias de vídeo y los diálogos que escucharemos, el universo Doom irá cobrando forma y aséntandose sobre unas bases sólidas. Teniendo esto en cuenta, el primer punto positivo que me gustaría resaltar de este título es esa apuesta por la profundización y el enriquecimiento de su lore, sin que ello suponga un detrimento de su característico frenetismo y acción desbocada. Esto se logra gracias a que la lectura de dichos documentos es totalmente opcional, y podemos acceder a ellos en cualquier momento. No hace falta detener la acción, podemos aprovechar los momentos más calmados (por escasos que sean), o leerlos en el espacio de intermisión que tenemos a nuestra disposición.

Un crucero a través del Infierno y sus principales frentes de batalla

En cuanto a la trama que nos mueve en este título no es difícil suponer por dónde van los tiros, nuestra meta final será acabar con la amenaza demoniaca, como era de suponer. Sin embargo, esta vez el escenario de guerra se traslada a la Tierra, una Tierra completamente sometida e invadida por los demonios. Nuestro aterrizaje en la contienda se produce cuando el conflicto ya está muy avanzado, y la humanidad está prácticamente rendida a los demonios, con solo unos pocos resquicios de resistencia activos.

El inicio de la aventura nos llevará a explorar los orígenes de nuestra propia leyenda, para más tarde descubrir nuevas amenazas, además de los demonios, y averiguar cómo combatirlas para poner fin a la invasión demoníaca. El camino a seguir para lograr nuestra meta será la aniquilación de tres sacerdotes demoníacos que comandan la invasión en la Tierra, de hecho, durante los primeros minutos del juego nos encontraremos con el primero y conoceremos por qué son un objetivo clave. Para ello recorreremos una amplia variedad de escenarios y lugares, en los que completaremos progresivamente una serie de objetivos, al mismo tiempo que adquirimos mejoras que influirán de manera muy significativa en la jugabilidad y las mecánicas. Precisamente esa variedad de mapas y entornos es otra de las novedades de DOOM Eternal, y que lo convierten en una entrega más enriquecida y atractiva. Desde los páramos infernales de manual, hasta ciudades arrasadas, tundras heladas o ruinas de antiguas civilizaciones.

A través de todos estos entornos nos espera una campaña algo más extensa y amplia que la que tuvimos en DOOM (2016), tanto en duración como en tareas y objetivos. Los objetivos secundarios son más variados y abundantes. Tendremos que recoger los clásicos coleccionables en forma de muñecos, como vimos en la entrega anterior, pero también tendremos muchos otros coleccionables, así como desafíos de combate cronometrados o estancias secretas a las que acceder con llaves escondidas por el mapa, entre otros. El avance por estos mapas será esencialmente lineal, sin embargo, tendremos muchas áreas abiertas, destinadas normalmente a combates intensos, y también podremos y tendremos que volver sobre nuestros pasos en alguna ocasión. En lo que a la duración de la aventura se refiere, la campaña de DOOM Eternal se extiende entre las 20 y las 22 horas de juego, aproximadamente, dependiendo de nuestra habilidad y el empeño que pongamos en explorar y registrar los mapas.

DOOM Eternal te hace sentir como una fuerza elemental imparable, y convierte la violencia contra los demonios en un arte

Para alimentar esta variedad de escenarios, así como la ampliación de universo que conlleva profundizar en el lore, el apartado artístico y de diseño han hecho gala de un despliegue visual digno de admirar. Los distintos mundos que visitamos se perciben muy ricos y elaborados, construidos con todo lujo de detalle. No se siente como si solo hubieran construido el “pasillo” por el que tenemos que avanzar, al tratarse de un juego de avance lineal, sino que transmite la sensación de que el mapa “jugable” está bien asentado y situado en un paisaje mucho mayor. Las estampas y escenarios que visitamos y observamos están construidos a consciencia, desde las plazas por las que nos movemos hasta lo que vemos en el horizonte. La arquitectura es una de las piezas más destacables, ya que nos muestra verdaderas maravillas estructurales, con unos diseños y personalidad muy propias, y variopintas, según el nivel en el que estemos. Desde grandes templos y edificios militares hasta ciudades en ruinas o laboratorios tecnológicos al más puro estilo de la ciencia ficción. Para acompañar este despliegue visual, el equipo ha hecho uso de una paleta de colores muy rica, y adaptada a cada situación. Según el mapa que visitemos dominarán tonos verdes y grisáceos, naranjas y rojos o, en otros lugares, blancos y azules.

Los diseños de enemigos, armas y del propio personaje están refinados (en el caso de los enemigos que ya vimos en DOOM 2016), y tremendamente cuidados en todo lo nuevo. Todo forma parte de un equilibrio y una coherencia para acompañar la expansión narrativa y referente al lore que ha experimentado Doom en esta entrega. Pero no todo se queda en lo estético, en cuanto a lo “mecánico” el apartado visual funciona de maravilla, respondiendo al ritmo que exige el juego. En ningún momento sufrí errores en la carga de texturas o ralentizaciones en pantalla, todo funciona con fluidez para brindar la experiencia que DOOM Eternal requiere; el frenetismo. Es cierto que los tiempos de carga pueden resultar lentos, incluso corriendo en PS4 PRO, pero no es algo que llegue a ser molesto para la jugabilidad o la satisfacción final.

Las herramientas y capacidades del Doom Slayer

La jugabilidad y mecánicas fueron aspectos clave en el éxito de DOOM (2016), así que era de esperar que DOOM Eternal cumplierá con el estándar marcado por su antecesor. No solo ha alcanzado ese estándar, sino que ha añadido nuevas dinámicas para agilizar y renovar su pulido sistema de combate. A nuestro habitual arsenal, que incluye desde una motosierra hasta la popular BFG-9000, pasando por lanzacohetes y ametralladoras, se una nueva herramienta ofensiva complementaria; un lanzador portátil. Esta herramienta es independiente de las armas, y estará equipada en todo momento para acompañar al arma que tengamos seleccionada, eso sí, requiere de un tiempo de “cooldown” como toda habilidad activa. Con este dispositivo podremos lanzar granadas de metralla, granadas congelantes y un lanzallamas, con el objetivo de obtener ventaja estratégica en los combates. No se trata solo de amplificadores de daño, que también, sino de herramientas con las que sacar ventaja. Por ejemplo, el lanzallamas provocará que los enemigos afectados nos dejen piezas de armadura, y los enemigos congelados por la granada, a través de una mejora pasiva, soltarán objetos curativos. De esta manera, podemos planificar mejor las batallas y hacer frente a un mayor número de enemigos sin perder las posibilidades de victoria. Por otro lado, la icónica super escopeta incorpora un nuevo gadget en forma de gancho, que nos permitirá desplazarnos rápidamente hacia nuestros rivales para asestar golpes críticos. También tendremos a nuestra disposición, en la recta final del juego, la legendaria espada del Slayer, que funcionará con cargas de energía y que nos permitirá ejecutar con facilidad a casi cualquier enemigo.

Como ocurría en la entrega anterior, tanto el traje de pretor como las armas podrán ser mejoradas a cambio de ciertos puntos obtenidos como objetos coleccionables o como recompensas de los desafíos. Esto nos dará mejoras pasivas y nuevas modalidades de disparo en las armas. Finalmente, y desligado de las herramientas a nuestra disposición, DOOM Eternal incorpora otro elemento novedoso, y que no ha contentado a todos los usuarios, de hecho, ha sido uno de los pocos aspectos discutidos del mismo; el uso de las plataformas. Personalmente me parece una innovación positiva que, nada más lejos de entorpecer, enriquece y aporta dinamismo a la experiencia jugable. Tendremos a nuestra disposición un doble salto y un impulso aéreo para alcanzar salientes, y se han implementado diversas zonas de “plataformeo”, así como paredes escalables. Tanto en la exploración como en el combate y el avance del juego tendremos que valernos de este nuevo elemento para progresar. El resultado de combinar todas estas mecánicas comentadas, desde las armas hasta las plataformas, es una jugabilidad increíblemente absorbente y satisfactoria. Un desafío exigente y asequible a partes iguales, dada la variedad de opciones de dificultad. Para los novatos del género puede ser un paseo tremendamente divertido, y para los más curtidos, que opten por las dificultades elevadas, un reto exigente y severo, pero justo. En definitiva, el abanico de posibilidades que nos dan las armas y habilidades del Doom Slayer aportan a DOOM Eternal su esencia y espina dorsal; la sensación de sentirnos como una fuerza imparable, como un terremoto de violencia indestructible. A pesar de no ser así, de que realmente somos muy vulnerables, sentimos que, al contrario de lo habitual, somos nosotros una amenaza para el enemigo y no al revés.

Multijugador y rejugabilidad

La campaña de este DOOM no es breve, pero tampoco nos encontramos ante un juego especialmente extenso, sin embargo, tras acabar dicha campaña tenemos más cosas que hacer. Desde el espacio de intermisión, nuestra estación espacial, podemos acceder a muchos secretos que coleccionar y a los niveles maestros de las misiones previamente jugadas. Estos niveles maestros son versiones más duras y exigentes de los mismos, independientemente de la dificultad seleccionada. Por otro lado, podemos afrontar el reto del modo “vida extra”. En esta variante de la campaña, con funcionamiento similar a un arcade, dependemos de las vidas extra que acumulemos, cuando se agoten la partida se habrá acabado, y tocará empezar de nuevo.

Si esto sabe a poco, Eternal incorpora un modo multijugador de enfrentamiento asimétrico, en el que dos demonios, a elegir entre una gama de cinco, se enfrentan al Doom Slayer. Se trata de un modo de juego muy equilibrado para que todo funcione bien, y ninguno de los dos bandos esté en superioridad. Se basa en un sistema de rondas, el primer equipo en alcanzar tres victorias gana la partida. Al final de cada ronda accederemos a una ventaja, individual o grupal, para afrontar el siguiente enfrentamiento. A esto hay que añadirle otro aliciente más; los retos semanales y los premios que ofrecen. Tanto en multijugador como en la campaña podremos completar una serie de retos que se actualizan cada semana. Estos nos otorgan experiencia para aumentar nuestro nivel de Doom Slayer en el Slayers Club, y canjear recompensas estéticas para ambas modalidades de juego.

Divina comedia

En términos generales DOOM Eternal es una obra redonda en la que no he encontrado ninguna Galardón-Oro-HyperHypefisura reseñable. Un título que ha pulido hasta el detalle todo aquello que abarca, por lo que ofrece un producto casi perfecto. Mecánicas, apartado técnico y aspecto visual/artístico se unen para componer una oda al género y un regreso triunfal de la saga. Ningún otro shooter ha conseguido transmitirme lo mismo. DOOM Eternal te hace sentir como una fuerza elemental imparable, y convierte la violencia contra los demonios en un arte.


Este análisis ha sido realizado con una copia para PlayStation 4 adquirida por la redacción.