Oro parece, plátano es

Creo que dentro de este medio artístico que tanto nos gusta siempre hay obras que tienen un trabajo difícil, ya sea por unas expectativas desorbitadas como por la necesidad de tener éxito por el bien del estudio desarrollador o de la saga a la que pertenezca. Hay títulos en los que esto puede palparse mucho antes de su lanzamiento, con la conversación general previa al gran día o con una campaña de marketing que deja claro que se está poniendo toda la carne en el asador.

Tal es el caso de Donkey Kong Bananza, un juego con el que no está en riesgo Nintendo ni el propio DK como mascota de la compañía, pero que sí debe demostrar lo que vale la recién salida del horno Switch 2 más allá de juegos multijugador o de la sombra de Mario y Zelda. Además, también depende del éxito de Bananza el rumbo en el futuro de Donkey Kong. Obviamente no va a desaparecer para siempre ni van a dejar de hacer juegos en los que sea el protagonista, pero sí que podría haberse visto relegado a colaboraciones como Mario Party y a una única saga con Donkey Kong Country (por muy excelente que sea esta) si este juego no hubiera cumplido su objetivo.

DK logo

Por suerte, Donkey Kong Bananza es todo lo que tenía que ser y mucho más. El regreso del simio más famoso de los videojuegos tras 11 años sin una entrega propia es muy diferente a todo lo que hayamos visto antes. Es cierto que ya hemos tenido a DK en 3D con el mítico Donkey Kong 64, y que este juego es muy reminiscente de Super Mario Odyssey (lo cual es lógico al estar desarrollado por el mismo estudio) o de Kirby y la Tierra Olvidada, pero aún así Bananza no se siente como una versión refinada de una fórmula familiar, sino como un nuevo camino; al igual que lo fue Odyssey hace 8 años.

Destrózalo todo

Siempre he sido alguien al que le ha llamado la atención la destrucción del entorno en los videojuegos, desde intentar romper una ventana o desbaratar una mesa en juegos lineales hasta intentar atropellar y romper todo lo que esté en mi camino en un mundo abierto o durante una carrera. La interactividad que caracteriza al medio acaba acercándolo más a jugar con tus juguetes preferidos que a ver una película o leer un libro (sin tratar de desmerecer a los videojuegos como arte, que lo son), y por tanto siempre he sentido la curiosidad de ver hasta que punto un juego me dejaba hacer lo que me diese la gana.

Bananza puñetazo

Donkey Kong Bananza decide darme una de las cosas que más ilusión me hacen en un juego como mecánica principal: romper todo hasta quedarme a gusto. Es cierto que no podemos romper literalmente todo y quedarnos en un vacío eterno hasta que no le demos a reconstruir terreno desde el mapa, pero sí que podemos destrozar la mayoría de las capas del mapa del juego hasta que solo queden una base lisa indestructible y algunas cosas como los NPCs o la entrada y salida de esa zona. Jamás había visto ese nivel de destrucción en un videojuego más allá de Minecraft, y me parece increíble lo bien implementado que está y lo natural que se siente en un plataformas en 3D.

Aunque, por muy buena que sea esta mecánica principal, no creo que una obra pueda sostenerse únicamente con una base fuerte, también necesita construir sobre ella con elementos igual de buenos o incluso mejores. Al igual que en Super Mario Odyssey, el movimiento de DK en Bananza es fenomenal, haciendo que me sienta en control absoluto del personaje sin importar lo peligrosa que pueda ser una sección o movimiento en concreto. Más allá de pegar puñetazos (y muy fuertes), también podremos arrancar trozos del suelo que se conviertan en armas cuerpo a cuerpo, arrojadizas o en un vehículo para deslizarse por el mapa.

Con algo tan simple como golpear en todas las direcciones y utilizar los trozos de terreno, junto a la capacidad para escalar por (casi) todas partes sin cansarnos, Bananza consigue una fluidez y movilidad envidiables por cualquier juego de los últimos años. La capacidad de rodar para esquivar o de utilizar los trozos de terreno como plataforma de impulso en el aire para saltar más alto dan pie a acrobacias que nos permiten movernos a toda velocidad por el mapa. Hasta podemos utilizar ambas mecánicas de manera similar a los trucos de speedrunners con el sombrero de Mario en Odyssey para saltarnos secciones enteras del juego, desde algunos obstáculos hasta una de las 17 zonas principales del juego entera (y esto no es broma ni una exageración).

Una amistad inquebrantable

Eso sí, DK no estará solo mientras destroza el terreno o desafía las leyes de la física para saltar un boquete de 100 metros de un lado a otro. Pauline es una niña con la que nos encontramos al principio del juego que tiene el mismo objetivo que nuestro querido mono: impedir que la compañía minera de Void Kong utilice las gemas de banandio para llegar al centro del planeta; además de querer volver a la superficie, en su caso para cumplir su sueño de ser cantante. La relación de estos dos personajes es muy bonita, y aunque no voy a hacer spoilers, sí que menciono brevemente que hay un crecimiento real de Pauline como persona tanto en su manera de relacionarse con los demás como en su confianza en sí misma como cantante.

También ayuda a darle credibilidad a esta relación entre los protagonistas lo expresivo que es DK en esta aventura, cada pequeño gesto o mueca desprende muchísima personalidad. Además, Pauline hablará con él de varios temas relacionados con la historia o con la zona en la que nos encontremos cuando vayamos a dormir a cualquiera de los refugios que podremos construir en lugares específicos de cada capa. En estos refugios también tendremos un armario para cambiarnos de ropa y un tocadiscos para escoger de entre cualquiera de los 110 discos que podemos obtener de manera aleatoria derrotando enemigos o con algún desafío específico, los cuales son un coleccionable muy adecuado teniendo en cuenta la profesión de Pauline.

Viaje al centro de la Tierra

Una vez formado este dúo dinámico y establecidas las mecánicas principales, la estructura de Donkey Kong Bananza consiste en ir bajando por capas y estratos del planeta hasta llegar al centro del mismo. Si esto fuera un juego de Mario clásico, los estratos serían los mundos del juego y las capas los niveles dentro de cada mundo. Cada estrato es muy diferente al anterior, no solamente comprometiéndose a un bioma en específico (como desierto, bosque o glaciares), sino que también experimentando con ideas más abstractas (como el estrato de festín) o menos comunes (como el estrato vertedero).

En cada uno de estos mundos encontraremos gemas de banandio, el coleccionable principal de este juego, con el que también podremos acceder a un árbol de habilidades muy útil; y fósiles, que nos servirán para comprar la ropa y tintes para DK o el atuendo de Pauline de cada estrato. La recolección de estos objetos se junta con la total libertad a la hora de destruir y explorar el mapa para crear un gameplay loop al que la palabra adictivo se le queda ridículamente corta. Escondidos por el terreno, detrás de un ingenioso puzle o interacción con un NPC, dentro de un desafío de combate o de habilidad…hay decenas de formas de hacerse con un plátano o un fósil, y todas ellas se sienten cada vez más creativas y rebuscadas, exigiendo una exploración a conciencia y un conocimiento exhaustivo de las mecánicas del juego.

En un juego en el que parece que todo consiste en golpear enemigos y destruir el entorno, muchas gemas y fósiles demuestran que no es tan lineal y sencillo, teniendo que ir con cuidado de no romper demasiado terreno si queremos llegar a un lugar alto o que utilizar la estrategia para superar ciertas zonas que esconden un coleccionable. Por ejemplo, hay muchos materiales con características únicas, como los bloques de sal que disuelven una especie de moco que encontramos en los últimos estratos o un material que nos propulsa hacia arriba durante unos segundos al arrancar un trozo del suelo. Cosas como estas le dan al título una capa extra de profundidad.

Aún con unos coleccionables tan divertidos de encontrar, Bananza nos da la opción de comprar mapas en las tiendas para saber su ubicación, en el caso de que queramos saltarnos el proceso de explorar todos los rincones o de que haya dos o tres gemas de banandio que no sepamos donde están. También podremos comprar varios objetos para recuperar salud, salvarnos de una caída mortal o para transformarnos en bananza sin necesidad de tener el medidor lleno. Esto último es el único aspecto jugable que me queda por comentar del juego, el cual me he reservado para el final intencionadamente.

Época de bananza

A lo largo de la historia principal habrán cinco venerables (en cinco estratos diferentes) que nos permitirán desbloquear una bananza, que es una transformación en un animal diferente, fusionando a DK con las habilidades y aspecto del mismo. Hay un total de cinco bananzas y, al igual que comentaba anteriormente con los coleccionables, lo más sorprendente de estos poderes es que no consisten solamente en cinco nuevas maneras de romper terreno más rápido. A continuación voy a mencionar lo que hacen estas bananzas de manera general, por lo que quienes no quieran saberlo antes de jugar el juego deberían saltarse el siguiente párrafo.

Donkey Kong Bananza Pauline

Una de ellas nos hace más fuertes y nos permite romper materiales más duros con facilidad, otra nos proporciona una mayor velocidad con la que incluso podemos correr por el agua o por terrenos que se rompen nada más pisarlos, la tercera nos da la habilidad de volar en línea recta y soltar proyectiles explosivos, la cuarta bananza facilita muchísimo la destrucción del terreno y la última nos ayuda a llegar a lugares altos con un doble salto que recorre mucha distancia, además de poder ralentizar el tiempo. Todas ellas son distintas y ofrecen un cambio real respecto a cómo jugamos el juego, en lugar de mantenerse con la idea de romper cosas hasta la saciedad.

Junto a estos poderes tan útiles como divertidos, Pauline cantará una canción específica para cada una de las bananzas mientras dure la transformación. Tanto estas cinco canciones como todas las demás que componen la banda sonora son espectaculares, hasta el punto en el que llevo silbando o tarareando varias de ellas desde hace más de una semana. Sé que la banda sonora siempre es esencial en un juego de Nintendo, pero la cantidad de termas vocales que hay cantados por la propia Pauline (siendo co-protagonista) le otorgan mucha personalidad a Donkey Kong Bananza.

Lo único negativo que podría decir sobre la experiencia es la facilidad con la que se derrotan a los enemigos y jefes. Sin embargo, para mí no ha sido un problema, puesto que los diseños y mecánicas específicas de estos jefes sí que me han gustado mucho y aprovechan tanto las habilidades de DK como de sus bananzas. Además, creo que estos enfrentamientos son tan fáciles porque, más allá de ser un juego para todos los públicos, Bananza también nos da libertad absoluta en todos los aspectos, por lo que no es difícil encontrar una estrategia con la que nos aprovechemos del enemigo para derrotarlos en segundos; pero eso no es un fallo del juego, es algo intencionado.

El final después del final

Donkey Kong Bananza - Bananza Kong

Una vez acabemos esta larga aventura y lleguemos a los créditos, aún tendremos un poco más de contenido. El post-game consiste en superar una prueba para cada una de las bananzas, aprovechando en cada una de ellas a la perfección las habilidades de la misma y siendo los desafíos más complicados del juego con diferencia. Finalmente tendremos un último desafío que combina todas nuestras habilidades y con ello una nueva imagen post-créditos (la cual tendrá más detalles si además de completar el post-game tenemos todos los plátanos) con la que se cierra nuestro viaje.

O al menos eso diría si no fuera un juego tan bueno que me ha hecho volver a él en ratos de media hora o menos solamente para dar vueltas por el mapa rompiendo estructuras y utilizando alguna que otra bananza. Es muy raro que me apetezca dedicarle un rato a una obra tras completarla al 100% para dar vueltas, pero la jugabilidad de Bananza es así de buena. En definitiva, este Donkey Kong es justo lo que necesitaba el personaje, marcando un antes y un después en sus juegos y dándole un giro a la manera en la que solemos interactuar con el entorno en un plataformas 3D o en un mundo abierto (hasta puedes completar el juego sin recoger ni un solo plátano).

Si todo lo mostrado en el marketing te parece atractivo, creo que este juego no va a decepcionarte, ya que es justo lo que esperas (en el buen sentido). Por otro lado, si no tienes del todo claro si el juego es para ti, personalmente opino que merece la pena darle una oportunidad, teniendo en cuenta que no es lo mismo ver tráilers o avances que jugar por uno mismo y que Bananza se guarda muchas sorpresas a lo largo de su extensa duración (si conseguimos todos los coleccionables su duración ronda las 50 horas, pudiendo subir a 60 dependiendo del ritmo de juego).

Primera división

Desde hace ya varios años, Donkey Kong se ha visto reducido a un personaje secundario dentro del mundo de Mario, reservado para crossovers en juegos como Mario Kart o Mario Party y con solamente un par de entregas de la saga Country. Aunque me gustan mucho el fontanero italiano y sus amigos, ya que veo muy difícil crear un universo y personajes tan icónicos que aguanten tan bien el paso del tiempo, considero que DK no encaja ahí. Antes de que Mario tuviese nombre ya existía un juego de arcade llamado Donkey Kong, por lo que ya iba siendo hora de que se le tratase como a un personaje independiente con su propio mundo y aventuras, al igual que se hace con Link, Kirby o Samus. Y qué mejor forma de hacerlo que con Donkey Kong Bananza, el mejor plataformas que he jugado en años.


Esta crítica ha sido realizada con una copia para Nintendo Switch 2 adquirida por la propia redacción.