Bienvenidos a Zombieland

El nombre de Tequila Works está merecidamente asociado, a día de hoy, a la marca Rime, un muy notable título de puzles y aventura en tercera persona que, tras hallar muchas vicisitudes en su desarrollo, finalmente llegó a buen puerto a mediados del año pasado, alzándose como una de las grandes sorpresas independientes del 2017. No obstante, el talento del estudio español ya se podía apreciar, como los ínfimos brillos de un diamante a medio pulir, desde sus primeras aproximaciones al género. Deadlight, que posteriormente fue revisado para la actual generación, fue un primer – pero no por ello menos tímido – acercamiento a las plataformas 2D, a los rompecabezas contextuales y a la narrativa implícita que llegó a nuestras Xbox 360 y PC en pleno 2012, cosechando críticas mayormente positivas tanto por parte del público jugón como de la prensa especializada. Un título de carácter humilde, que no tenía miedo en exhibir sus carencias, pero capaz, al final del día, de emocionarnos con sus mecánicas de supervivencia, así como de sumergirnos de una forma maravillosa en una historia de la que se nos hacía muy difícil querer escapar.

El marco en el que se ambienta la propuesta nos lleva hasta el año 1986. Tras meses y meses de disputas e incertidumbres, la Guerra Fría está a dos telediarios de concluir, pero, paradójicamente, el mundo todavía se encuentra muy lejos de encontrar la paz. Siguiendo los pasos de otros miles de relatos, películas y videojuegos, una epidemia de no-muertos se ha extendido por el ancho mundo, acabando con prácticamente todos nuestros conocidos y familiares. Pese a ello, esta vez todo será diferente, y es que nuestro protagonista, Randall Wayne, es un mercenario que, tras separarse de su mujer y de su hija en el holocausto zombie y sufrir de amnesia (un recurso que no deja de ser recurrente), no buscará escapar de la oscura realidad en la que se ha visto inmiscuido, sino reencontrarse con sus familiares y volver a hallar, así, un pequeño rayo de luz; la razón por la que merece la pena seguir viviendo.

Más allá de los clichés, la trama es tristemente aderezada con determinados fallos argumentales de poco calado y con algunos cabos sueltos, aunque, al contrario de lo que a priori pueda parecer, ello no perjudica de manera drástica el más que notable sabor de boca que se nos deja una vez estamos ante la pantalla de créditos, con el corazón en un puño. A lo largo de unas cuatro o cinco horas, la historia consigue transmitir justamente lo que se propone, haciendo uso de múltiples flashbacks y de giros inesperados, así como de unas líneas de diálogo geniales y unas secuencias cinemáticas que, a través de zooms e ilustraciones estáticas hechas a mano, destacan por asemejarse al cómic. Y destaco todo ello sin restarle ni un ápice de mérito al poderoso y muy realista elenco de voces inglés con el que se dotó a los personajes.

Esta línea de excepcionalidad averiada baña el resto de apartados de la entrega.

Es el caso de su jugabilidad, con accesibles tintes de acción y supervivencia, donde ni siquiera en su Modo Pesadilla encontraremos grandes dificultades para llegar a la pantalla de créditos. A lo largo de los tres capítulos en los que se divide la trama, hallaremos multitud de armas con las que podremos acabar con todo aquel que se interponga en nuestro camino, así como una nada despreciable cantidad de coleccionables, tales como páginas de diario que acabarán por desvelarnos, una vez que las consigamos todas, el auténtico final de la historia. El control, sin embargo, está lejos de ser perfecto, y este es un defecto que acompaña todas y cada una de las ediciones de la aventura, y que se hace especialmente vistoso cuando tratamos de acabar con un zombie con el hacha – principal arma de Randall -, mucho más imprecisa de lo que nos hubiese gustado.

Eso sí, considero importante señalar que, si os disponéis a disfrutarlo en PS4 o Xbox One, os encontraréis con la inclusión del Modo Supervivencia, una modalidad sin fin que, tratándose realmente del único gran añadido con respecto al resto de versiones, fácilmente extenderá vuestra experiencia un par de horas más, haciendo buen uso del sistema de marcadores, ideal para picarnos con nuestros amigos y ver quién es capaz de sobrevivir durante más tiempo. Una inclusión que, a la hora de comprobar la rentabilidad personal, se agradece enormemente, pese a que cuente con un peso anecdótico dentro del conjunto jugable y narrativo.

Deadlight

Por último no podría acabar un homenaje así sin antes dejar patente una cosa: a nivel artístico, que a nadie le quepa la menor duda de que, aún a día de hoy, nos seguimos encontrando ante un juego brillante, capaz de encandilar a cualquier jugador que se precie gracias a su tan bien escogida paleta de colores y a su peculiar y lóbrega estética. Las secuencias de tipo cómic de las que os hablaba antes son una auténtica delicia para la vista, y su ya comentada ambientación, que nos lleva de la mano a una Seattle verdaderamente silenciosa, no hace más que mejorar las cosas. Sin embargo, ya sabéis, siempre tiene que haber un pero, que en este caso nos llega por parte de su factura técnica: lejos de lucir mal en ciertos momentos o de padecer de serios problemas de framerate, se trata de un título por el que, desde luego, han pasado los años, y detallitos como los dientes de sierra, la calidad de los fondos y efectos visuales o la limitada resolución así lo demuestran.

Hardcore

Con una narrativa muy bien llevada y un acabado artístico capaz de dejar a cualquiera sin aliento, Deadlight, aún a día de hoy, sigue siendo una pequeña joya dentro de la industria. Una pieza necesaria en un puzle como es Tequila, que ayudó a impulsar el desarrollo de su última creación y que sentó las bases que posteriormente serviría para catapulsar al estudio a la fama, proponiéndonos, además de una campaña lineal excelentemente desarrollada en el ámbito jugable, una historia que todo jugón debería de conocer. Si en su día no lo jugásteis, no puedo hacer otra cosa que no sea recomendaros encarecidamente su compra a poco que os llame lo que veis, pues es historia viva del desarrollo nacional.