De bucles temporales, extravagancia y asesinatos

Hoy vengo a rescatar uno de esos títulos que quedan grabados en la memoria para siempre. Es difícil olvidarse de The Sexy Brutale y la simple mención de su nombre, de una forma u otra, hace click en la cabeza de cualquiera que haya disfrutado de las estancias de tan majestuosa mansión. Y es que hablamos de un título cuya fama radica en la conexión total que ofrecen sus premisas, sus recovecos y eventos. Han pasado ya más de 4 años desde su aparición por la escena del videojuego y, sin ser la revolución más absoluta, lo “sexy” de su propuesta aún resuena en la industria.

Una enorme mansión, una fiesta impresionante organizada por el Marqués y una serie de invitados, amigos de la familia que, sin saberlo, se han metido en una trampa mortal que acabará con sus vidas. La velada con máscaras se convierte entonces en nuestra peor pesadilla y el servicio del palacio en el verdugo de cada uno de los invitados a los que Lafcadio Boone, el personaje al que controlamos, deberá salvar poco a poco. Y el mayor acierto de The Sexy Brutale es el cómo: reiniciando el bucle temporal para, uno a uno, socorrer y librar a los invitados de su prácticamente inevitable destino.

Pero Lafcadio no lo tendrá tan fácil. El juego propone una regla máxima: nunca podemos estar en la misma habitación que otro personaje enmascarado, pues el aura de cada máscara, sea aliada o enemiga, nos perseguirá hasta que salgamos de la estancia. Es difícil que acaben con nosotros, pero no es una mecánica que podamos aprovechar, por lo que estamos supeditados a cumplir sus mandamientos. Sí que podremos, por ejemplo, escondernos en un armario dentro de una habitación en la que vaya a haber alguien, pudiendo ver todo lo que acontece y teniendo las espaldas cubiertas (si estuviéramos observando desde la habitación contigua podrían sorprendernos por otro camino).

Cada asesinato consiste en un puzle, enlazados unos con otros dentro de la mansión. Desde un inicio tendremos pistas (sobre todo sonoras) de futuros secretos, pues todo pasa en el transcurso temporal que tenemos delimitado y que reiniciaremos una y otra vez impidiendo las muertes en el orden determinado. El primer asesinato, por ejemplo, se produce con un un disparo que, conforme revivamos el día escucharemos en la distancia, tanto nosotros como el resto de personajes que comentarán lo sucedido, tanto los que se vean sorprendidos como los que forman parte del malvado plan.

Salvar a cada personaje nos proporciona un nuevo poder, algunos más relevantes que otros. Esta es, a mi juicio, la principal pega del título: la sensación de que podría haber dado más de sí. Algunos poderes, como el relacionado con el sonido, tiene presencia en toda la aventura. Otros, sin embargo, se centran más en los coleccionables y no nos sirven demasiado para los eventos principales. Lo mismo sucede con los puzles en sí mismos. Los hay divertidos y enrevesados, pero algunos se resuelven con apenas una o dos interacciones, además de tener una sola solución.

Todo esto no es negativo, al menos no necesariamente. Cierto es que las formas de acceder a dicha solución pueden ser dispares y cada jugador tendrá su forma de afrontar los acertijos, pero no puedo evitar sentirlo, quizás, demasiado encauzado, en contraposición a versiones más modernas de la fórmula como es el caso de Outer Wilds.

Una de las mejores premisas de The Sexy Brutale es la capacidad de aprendizaje. Cuando estemos en los últimos compases del juego recorreremos la mansión habiéndola interiorizado por completo y, casi sin mirar el mapa, conoceremos las rutas que siguen los personajes, pudiendo esquivarlos sin problema. Este mapa se actualiza conforme observamos. Si mantenemos a un personaje en nuestro rango de visión, lo que hayamos visto se reflejará en él, registrando las horas a las que pasa por un pasillo, atraviesa una estancia, etcétera. Pero simplemente con verlo no bastará para actualizar toda su ruta, solo la información que obtenemos, por lo que debemos seguirlo y estaremos obligados a observar desde las sombras constantemente. Esto nos da esas opciones diferentes de las que hablábamos a la hora de descubrir cómo resolver cada asesinato. Puede que observando sea suficiente, pero tal vez nos convenga persiguiendo al asesino o escuchando desde una habitación cercana alguna conversación que nos proporcione pistas.

Como si de un tablero mayúsculo se tratase, los personajes se desplazan por tal colosal maqueta de forma interconectada. A menudo nos encontraremos con un individuo de los puzles anteriores entorpeciéndonos el paso cuando estamos gestionando un nuevo asesinato. El control del mapa y de toda la acción se convierte, entonces, en la mecánica principal, instándonos a mantener el dominio del conjunto de sucesos.

Es una lástima no poder exponer relacionar todas las mecánicas aquí reflejadas, las sensaciones producidas en el jugador y la forma de aprendizaje con la propia trama del título, pues los spoilers serían considerables y, por desgracia, se trata de un título para disfrutar una sola vez, pues no es difícil obtener el 100% si completamos la partida en sí misma y, habiéndolo hecho, se antoja poco rejugable. Eso sí, podemos disfrutar de la experiencia ajena — siendo este mi caso y lo que me ha llevado a rescatar este título años después — intentando, como sucede con Outer Wilds, no desesperarse y caer en proporcionar pistas, pues son de esas obras que merecen la pena descubrir a base de tropiezos constantes.

Muchos análisis enlazaron las ideas vistas en The Sexy Brutale con el famoso juego de El Cluedo. No falta razón. La propuesta pasa por los asesinatos en una gran mansión donde diferentes personajes, cada uno con un trasfondo concreto y una personalidad determinada, apuntan a ser sospechosos. Sin embargo, a mí me parece igual de acertada la comparación con algunas de las premisas del mítico Ghost Trick, más aún si recordamos su interés por los pequeños saltos temporales y la prevención de asesinatos.

Pero no cabe duda que, pese a los parecidos, el apartado visual y los elementos del escenario que integra The Sexy Brutale le proporcionan una personalidad única que hace todo lo necesario para convertirla en una aventura redonda. Es muy gratificante encontrar objetos con los que, tiempo después, una vez hayamos accedido a una nueva habilidad, podemos interactuar al más puro estilo metroidvania. Para ello, el diseño de niveles ha sido cuidado y mimado hasta la saciedad, facilitándonos la reflexión escalonada que nos permite llegar a conclusiones solo observando el mapa o las habitaciones. Los misterios que se generan desde el inicio están muy bien medidos. ¿Hacia dónde van los empleados que navegan por la mansión dándonos esquinazo? ¿Qué son esos sonidos que escuchamos a unas horas determinadas? Poco a poco vamos descubriendo cada detalle e hilándolo con el resto en nuestra cabeza. Las cosas extrañas nos obligarán a ir buscando secretos poco a poco.

Hay pocas palabras negativas que mencionar hablando de The Sexy Brutale. Ya mi compañero Lorenzo escribió sobre la belleza de esta obra que, aun con sus limitaciones, es un título excelente y perenne que por sí sola es capaz de vendernos cualquier futuro proyecto asociado al estudio. Volviendo a recordar sus intrincados pasillos, lo único en lo que puedo pensar es que ojalá en Cavalier Game Studios, en colaboración con Tequila Works, hubieran tenido más tiempo y recursos para hacer una obra mayor, más intrincada si cabe y con un mayor rango de posibilidades jugables. Pese a los obstáculos, como bien decíamos al inicio, sigue siendo la mansión más sexy del videojuego.