Diferencias consigo mismo

Cuando algo nos encanta o nos parece repugnante es fácil hablar de ello, es fácil escribir, proyectar una opinión y construir tu valoración de ese “algo” en cuestión. Pero, ¿qué pasa con los grises? ¿Qué pasa con esas obras que te parecen cargadas a partes iguales de aciertos y errores? (Tranquiles, que no hablo del juego de Gollum, en ese no creo que haya espacio para grises). Respecto a esas obras más ambiguas cuesta mucho más formarse una opinión, es más complicado decirle a un amigo “¿Qué te ha parecido el juego?”. Sueles quedarte con cara de circunstancia frente a la conversación de Whatsapp sin saber bien qué decir. O bien enmascaras los errores con los aciertos o, por el contrario, empañas los brillos con las sombras.

The Outer Worlds es el último título con el que he experimentado esta sensación, y de una manera muy clara. Llegué tardísimo al título de Obsidian, sí, pero ese es otro tema, porque si nos ponemos a hablar de la “exigencia” de inmediatez de la comunidad da para una serie de artículos. El caso es que en 2023 me senté a jugar a The Outer Worlds y me encontré con un plato difícil de valorar y digerir. De esos que, a primera vista, se presentan muy apetitosos, pero que, con el primer mordisco, la textura resulta decepcionante. Y luego, la explosión de sabor resulta agradable, pero finalmente deja un regusto amargo en el paladar. Ante esa situación, ¿cuál es tu veredicto sobre el plato? ¿Con qué te quedas?

Siguiendo el orden del torpe símil gastronómico, The Outer Worlds se presenta con un “envoltorio” bonito. Si te gusta la ciencia ficción te entra por los ojos; una paleta de colores con mucho carácter, con tonos y paisajes bien combinados, y, por otro lado, el planteamiento de explorar un sistema solar lejano al nuestro. Por desgracia, poco después llegas a esa “textura”, cuando te das cuenta tras algunas horas de juego que ese universo que te han presentado es tremendamente limitado. Pocos y no muy agraciados diseños de enemigos, poca variedad de ellos, alrededor de seis en toda la aventura. Y, aunque no han prometido nada explícitamente, resulta decepcionante ver que esa exploración de todo un sistema solar se reduce a pequeñas áreas cerradas y no demasiado pobladas de un puñado de planetas. Resulta decepcionante, como morder una papa dorada y notar el interior crudo.

Luego llegamos a otro “buen momento”, donde Obsidian saca a relucir su talento y te brinda un sistema de historias y misiones secundarias tremendamente satisfactorio. Una variedad de tareas relacionadas con personajes secundarios y que plantean tramas interesantes, y todas ellas conducidas por un sistema de diálogos que realmente invita a ser explorado. Toma de decisiones y líneas de diálogo trabajadas para que tengan peso real en el desarrollo de la historia y para que resulten narrativamente interesantes. Esto se culmina con un final del juego que desgrana las consecuencias de cada acto y decisión del jugador a lo largo de toda la aventura, e invita a la rejugabilidad. Ahí encontramos ese “buen sabor” del plato de Obsidian, la marca de la casa que nunca falla.

Cada una de las decisiones que tomemos respecto a los personajes importantes que encontramos por el camino determinará un desenlace diferente para cada uno de ellos, y no sólo para los npc’s acompañantes de nuestro equipo. Además, en el caso de estos últimos, de nuestros compañeros, nuestras acciones pueden desembocar incluso en que nunca lleguen a unirse a nuestro equipo, dándole así cierta naturalidad y espontaneidad a la historia.

El problema es que al final del camino, esa buena sensación de las historias secundarias le hace demasiada sombra a una trama principal breve, pobre y de resolución abrupta. El argumento principal no logra enganchar o crear intriga, y lo que es peor, se resuelve a trompicones. Se dan saltos y pasos en la trama en los que se siente que nos hemos saltado varios escalones. Que se han omitido episodios narrativos. Y, al final, la historia principal acaba convirtiéndose en una obligación sin demasiado interés, cuando debería significar todo lo contrario. Aquí es dónde The Outer Worlds nos deja ese mal regusto en la boca. Al finalizar y echar la vista atrás sobre el todo el juego, la trama principal luce prescindible y nada memorable. De hecho, el juego funcionaría igual de bien, o puede que mejor, si no existiera esa trama principal. Si se planteara como una aventura en la que cumplir encargos y misiones varias, como un cazarrecompensas del sistema Halción, todo funcionaría mejor.

Me encantaría decir que The Outer Worlds me ha parecido un juegazo, una de esas obras que como enamorado de los RPG y de los mundos de ciencia-ficción recordaré por mucho tiempo. Y es que, en algunos momentos ha sido ese “juegazo”. Sin embargo, esos momentos se difuminan entre otras sensaciones no tan positivas, y acaban dejando un poso general de cierta decepción combinada con cariño. Al final, The Outer Worlds vive a la sombra de sí mismo, y sus flaquezas lucen especialmente notables en comparación con sus propios aciertos.