Una necesaria introspección

SUPERHOT es una obra valiosa. Lo lleva siendo desde su mera concepción, pues, ya con su atrevido prototipo, logró posicionar al equipo de Piotr Iwanicki en un inmenso mapa de desarrolladores independientes donde muy pocos consiguen destacar, brillar con luz propia. Quizás por ello una vez el título se lanzó al mercado no tardase lo más mínimo en recibir una cobertura a la altura; todos deseaban divagar sobre cómo el título había conseguido “reinventar el shooter” modificando su base desde dentro, atacando a su origen, con tal de resultar fresco. Una afirmación con la que, he admitir, nunca he acabado de sentirme completamente cómodo, dado que siento su esquema jugable, del que a estas alturas tan poco queda por escribir, como una humilde aproximación a otros géneros tales como el puzle en primera persona.

Independientemente de su naturaleza, lo cierto es que SUPERHOT logra ser excelente de muchas maneras. El tiempo se mueve cuando nosotros lo hacemos, y ello desencadena, en todos y cada uno de los niveles que componen su campaña (y que acaban viéndose replicados en el resto de modalidades), una fluida y muy satisfactoria danza de balas, golpes y acrobacias en la que participamos activamente, y en la que acaba resultando extremadamente sencillo recrearse cada vez que la velocidad se vuelve constante y el propio nombre de la propuesta inunda nuestra pantalla, siendo estos elementos coincidentes con la compleción de cualquier fase.

Es un título significativo, y debe de ser tratado como tal, porque mientras otras propuestas buscan adaptarse a tus necesidades con tal de recrear un escenario cómodo para el jugador, SUPERHOT es valiente – y francamente visceral – a la hora no solo de establecer sus propias reglas, sino también de agarrarte de la cabellera y obligarte a jugar con ellas. Porque SUPERHOT no busca agradarte, sino que explícitamente te veas sometido a él. Y es ahí donde, considero, su excelsitud acaba jugándole una mala pasada, atravesando la línea que separa lo atípico y lo inteligente de lo pedante.

Varias veces.

Sumergido en un mar de excentricidad, el citado Iwanicki, en busca de la trascendencia narrativa, acabó logrando lo que buscaba, pues consiguió diseñar algo único y especial: una historia capaz de romper con absolutamente todo… incluyendo sus propias bases argumentales y jugables.

El equipo polaco busca desde el primer instante crear una relación íntima entre la obra y el jugador, forzando la identificación con el protagonista y acudiendo – de una manera ordenada y correcta – a mil y un recursos que contribuyen a recrear una atmósfera inigualable, óptima para nuestra inmersión. Y duele, duele muchísimo, porque se acaba quedando a las puertas de dicha identificación, para la que únicamente se habría necesitado algo más de la hora y media de juego que ofrece y un choque no tan frontal entre la estructura narrativa presente y el poderosísimo mensaje que se busca transmitir.

El hombre de las mil caras
Uno de los secretos bajo la manga que oculta la ópera prima de SUPERHOT Team reside en ese abismal baúl de retos y desafíos que se desbloquean una vez hemos finiquitado las cuestiones relativas a la Campaña principal, y al que, definitivamente, nos habría encantado acceder durante el desarrollo de la misma, con tal de favorecer esa comentada adicción que inicialmente (y solo inicialmente) no acaba por tener lugar. Más allá de ello, ya sea a través de su Modo Infinito o a través de cualquiera de sus demos, dibujos, minijuegos y experimentos visuales, acabaremos reviviendo reiteradamente instancias del juego desde diversas perspectivas, obligándonos puntualmente a utilizar ciertas armas (lo que a buen seguro nos incentivará a acordarnos de míticos personajes de la gran pantalla como La Novia, Neo o John Wick) o a acabar determinadas fases en un tiempo concreto, pudiendo multiplicar exponencialmente la duración total de la propuesta.

De la misma manera, habría sido toda una genialidad encontrar un paralelismo entre dicha misiva y su diseño artístico, aunque no por ello este último acaba alejándose del sobresaliente. Además de moverse con una gran soltura en Switch (plataforma en la que hemos podido hincarle el diente nuevamente tras su estreno el pasado 19 de agosto con motivo del último Nintendo Indie World), resulta estético, goza de una gran personalidad y, a través de la sustracción, logra que todo quede claro en pantalla, favoreciendo nuestras capacidades de acción-reacción a través de un muy sencillo código de colores: lo negro es – o puede llegar a ser – de nuestra posesión, lo rojo siempre debe de ser destruido y lo blanco es estético.

“El shooter más innovador que he jugado en años”

Galardón-Plata-HyperHypeSUPERHOT es, al videojuego, lo que Holy Motors (2012, Leos Carax) logró ser al cine: un valiosísimo discurso introspectivo que, si bien acaba perdiéndose con facilidad en sus formas y en su idealización de la industria, pone toda su alma en salir victorioso de su particular lucha, manteniendo un diálogo directo y puntualmente violento con el espectador. Dista de una perfección no buscada, pero consigue por méritos propios lo que se propone, que no es otra cosa que mi mera y sincera recomendación, sentando cátedra y conformando, al margen de los géneros en los que se pueda catalogar, un conjunto jugable que ningún apasionado del arte debería de perderse.


Este análisis ha sido realizado con una copia digital para Switch cedida por SUPERHOT Team.