Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. En ocasiones, parece que ni por esas

Jamás esperé que la repercusión que la saga Yakuza tiene en Japón fuese mínimamente equiparable a la que ha cosechado durante los últimos años en occidente, incentivada por el lanzamiento de unos remakes de las primeras entregas que han permitido a más de uno descubrir la franquicia desde sus inicios y por unos excelsos spin-offs como Judgment y Like a Dragon que rompieron con el compromiso tácito de pasear por todos y cada uno de los siete capítulos que componen la historia de Kazuma Kiryu. No obstante, sí que procesaba una cierta fe en que la IP, que se ha hecho valer por sí misma, pudiese mantener el interés de un público extremadamente volátil, que rara vez sabe mantener la mirada sobre un producto más de los cuatro o cinco días que subsiste la conversación pública; mucho menos volver a prestarle atención a un lanzamiento tiempo después de su estreno. Quién lo diría, no parece que haya sido para nada el caso, y es que Lost Judgment, la secuela directa del citado spin-off configurado por Ryu ga Gotoku Studio, se ha estrenado con gran éxito en Japón superando las 145.000 unidades vendidas en formato físico, pero con nulo impacto en nuestro país: si Judgment vendió 2.550 copias en su primera semana (cuando era exclusivo de PS4), Lost Judgment (encontrándose ahora tanto para PlayStation como para Xbox) ha vendido casi 1.000 copias menos. A un mes de su estreno, el título ya puede encontrarse a mitad de precio (34,99€) en tiendas físicas y digitales, y no, no se trata de una promoción temporal.

Que Lost Judgment, una de las experiencias del año” en palabras de Abelardo González, se haya dado una soberana hostia contra el suelo español no es noticia de por sí. No lo es por lo previsible que podía llegar a ser (si Yakuza aún tiene muy poco espacio en nuestro imaginario colectivo, Judgment aún menos), y, de la misma manera, porque no existe un convenio establecido en relación al mínimo de ventas que has de conseguir para evitar la calificación de “soberana hostia”. Lo que me parece destacable de este decadente hecho no es sino la hipocresía que exhibe y explicita por parte del consumidor medio: un consumidor que ha estado años, lustros, décadas, solicitando y pidiendo y rogando y exigiendo traducciones al castellano de la saga Yakuza, de la saga Persona, de la saga Ys, pero que ha demostrado no tener ningún interés en el devenir de estas franquicias. Solo quería hacer ruido.

Hay juegos que no venden en España por no llegar traducidos al castellano. Hay juegos que no se traducen al castellano porque no venden. Este ciclo podría ser así para siempre, especialmente en juegos no tan populares (si los comparamos con los FIFAs, CoDs, etc. que cada año copan las listas de ventas) y que podrían considerarse de nicho en algunos casos. La culpa no es solo de las empresas. Los jugadores en ocasiones pecamos de vagos y desechamos juegos por tener que ir traduciendo el texto a medida que los jugamos. Poder jugar en nuestra lengua nativa no es un derecho, pero sí algo que deberíamos apreciar cuando es posible hacerlo.

– Ignacio Ory, en su artículo NIS America y la rentabilidad de las traducciones

Aunque no soy muy de jugar en versión original (al menos, en lo referente a textos), soy plenamente consciente de que no todos los jugadores comparten mi situación, y que no todos los jugadores se mueven con soltura en la lengua de Shakespeare. La primera vez que disfruté de un Persona tuve que agarrar un diccionario español-inglés y ubicar mi PS Vita entre sus páginas; siempre estaba abierto. También sé de buena mano que no todo el mundo tiene el interés por los juegos japoneses (ni el afán de hacer algo así) como yo tenía por entonces, y tampoco tiene por qué tenerlo. Precisamente por ello, pienso que hemos de intentar dar tantas facilidades como podamos a esa gente interesada por los grandes nombres de oriente, pero que no tienen el suficiente tiempo y/o voluntad como para pararse a disfrutar de una obra cuyo lenguaje no dominan. La solución a eso pasa por lo de siempre: votar con la cartera, priorizar nuestro tiempo y dinero entre las producciones que lo necesitan y las que no tanto, entristeciéndonos por las rebajas tempranas a mitad de precio en lugar de alegrarnos. Recomendemos la compra de los productos que nos gustan y que llevamos pidiendo durante años, pero no esperemos a hacerlo cuando cuesten menos de la mitad; especialmente, si desprenden el mimo y el buen hacer de Lost Judgment.