Cómo aprendí a no preocuparme e ignorar a IGN

El pasado 29 de septiembre IGN a través de su cuenta de Twitter anunciaron que, tras seis rondas de votaciones en diferentes plataformas, sus lectores eligieron a God of War (2018) como el mejor juego de todos los tiempos. Este polémico anuncio no solo levantó diversas opiniones desde todos los sectores del medio, entre los que destacan a figuras celebradas rechazando la idea o apuntando a que todos quienes votaron debían haber nacido después del 2000 e incluso un tuit realizado por el director mismo del juego, quien se tomó el “galardón” como un ataque irónico en contra suya y de su opus magnum.

Pero más allá de la gente celebrando la elección, los idiotas calvos llorando porque el juego elegido no fue uno de Nintendo y el resto que, si bien no consideran al juego como el mejor de todos los tiempos -grupo en el que me incluyo- tampoco consideran que el hecho sea para armas demasiado escándalo, el fondo del tema se está perdiendo. Y es que, en realidad, el juego que sea proclamado como “el mejor de la historia” no importa y es por varias razones.

Tres razones para mantener la calma

Primero, los videojuegos son arte. Y una de las características innatas de toda forma de arte es que su calidad es completamente subjetiva, sujeta, casi por definición, al ojo de quien lo observa -u oídos e incluso pulgares en el caso del medio que nos ocupa-. Y es por esto mismo que no existe una métrica ni un método que nos ayude a poner a una obra por sobre otra en la que no influya, aunque sea parcialmente, el gusto personal.

En segundo lugar, debemos considerar que el medio del videojuego no solo es increíblemente joven, sino que además depende mucho de una de las tecnologías que más rápido han ido evolucionando y, en el camino, dejando obsoletos a sus antecesores. Por lo cual no solo estamos en el escenario de que es muy difícil para el público general acceder a juegos más antiguos, sino que además las características técnicas que posean -tener un número menor de bits, de imágenes por segundo, un sistema de sonido más básica y un cuasi infinito etcétera- pueden influir gravemente sobre la opinión que tengan sobre estos las generaciones que no hayan crecido con estos juegos. Dejándonos en el delicado escenario en el que tenemos que tener consideraciones especiales con obras que existan desde hace más años, pero sin llegar a dejarnos cegar completamente por sus limitaciones técnicas y no considerarlas a la hora de calificar una obra con unos años encima.

Y, en tercer y último lugar, el juego que sea elegido el mejor de la historia -sin importar por quien o quienes, por cual plataforma o por cual medio- no siempre será uno diferente según cada caso e incluso según qué año se pregunte, sino que, además, considerando los puntos anteriores, es una decisión vacía de significado y que, a cada uno de nosotros jugadores, no nos debiese influir en lo más mínimo. Cada uno puede tener, o no, su propio juego favorito y puede ser por la razón que cada quien estime más importante, literalmente. Desde los gráficos, hasta su historia, pasando por puntos tan amplios o específicos como la banda sonora, el diseño de niveles, la jugabilidad, su rejugabilidad y un amplio -si es que no infinito- número de características; empañado, siempre, por las condiciones, momento y lugar que el jugador haya accedido a dicho título. Así que no, God of War no es el mejor juego de la historia, pero tampoco lo es ningún otro y tampoco importa. Solo quedémonos cada uno con nuestra obra favorita, compartámosla con emoción o guardémosla en nuestro corazón, pero nunca impongámosla por sobre la de otros.