De identificarse con marsupiales pero no con lesbianas

Leo algo apenado las polémicas que estas últimas semanas han rodeado al lanzamiento de The Last Of Us: Part II, instigadas por parte de los sectores más reaccionarios de la comunidad. Acoso a una streamer y a una dobladora, “review bombing” y una ristra interminable de comentarios homófobos. Nada nuevo bajo el sol, cierto, pero parece que la dialéctica está tornando cada vez en un modus más violento y agresivo, algo que me lleva a sentir una mezcla de lástima al ver comentarios que destilan un odio tan visceral en el marco de un medio que para muchos es un refugio y por otro lado de la urgente necesidad de que ciertos sectores maduren y avancen.

La intolerancia ha sido siempre un rasgo presente en la condición humana pero nunca ha gozado de tanta difusión como ahora gracias a internet, que da la posibilidad de acceder a un gran número de colectivos o a personas individuales a las que antes no se podría llegar para convertirlos en foco de la ira de personajes anónimos. Cada vez más personas con presencia online se ven abocadas a abandonar las redes sociales por empezar a sentir ansiedad o incluso miedo de esas personas anónimas que cruzan la barrera digital para introducirse en sus esferas privadas a través de mensajes que harían que hasta el más valiente se despertara por las noches. Y no, no son “cosas de internet” y no es libertad de expresión, pues el ejercicio de este derecho requiere de unos deberes y de unas responsabilidades que nadie parece asumir. El discurso de odio se ha ido adueñando poco a poco de la retórica política y esta contaminando toda la esfera pública llegando también a nuestra afición, a través de unos comportamientos a los que debemos oponernos diametralmente si no queremos que se normalicen, y en aras de unas redes seguras y libres de amenazas.

Aunque todo lo que está ocurriendo en este sentido lo es, especialmente graves y descerebradas (además de, por supuesto, delictivas) me han parecido las amenazas de muerte recibidas por Laura Bailey, voz de Abby, como si una trabajadora que pone voz a un personaje tuviera que responsabilizarse o asumir algún tipo de culpa por algo que no ha hecho y que por otra parte no merece en ningún caso ser culpabilizado. Esto nos da una medida de lo que comentaba más arriba, y es el nivel de odio y de delito al que llega determinada gente por una cruzada en pos de salvar “sus” obras de ficción de una malvada ideología imperante que viene a lavar cerebros. Sálvese quien pueda.

Evidentemente estas oleadas de odio no son algo que rodee exclusivamente al lanzamiento de Naughty Dog, es, como decía, un problema coyuntural; cada vez más las redes sociales hacen aflorar los prejuicios y traumas latentes de muchas personas, que vomitan improperios de los que quizá, y espero, algún día se avergüencen. Se niegan a admitir los avances y convierten la disputa y la guerra en denominador común de cada lanzamiento importante. Sin ir más lejos escuchaba estos días en la red social del pájaro cómo en el reciente tráiler de Star Wars: Squadrons había muchas mujeres, como si la lejana galaxia debiera estar solo habitada por hombres, o como si en nuestro día a día viviéramos en un mundo paralelo en el que lo único que vemos por la calle son varones blancos. Vaya, qué lástima que haya gente que se cuestione a julio de dos mil veinte la representación femenina, ya sea portando una espada o a bordo de un X- Wing, y qué queréis que os diga, qué pereza de gente.

Y volviendo a The Last of Us y a las redes sociales también hemos podido leer algo tan peregrino como decir que “…como puede un hombre heterosexual sentirse identificado con el personaje de una mujer lesbiana. La verdad es que no puede”. Creo que es de las justificaciones para demeritar la inclusividad en los juegos mas absurdas que he leído, y que moviéndonos en un medio (aunque sería aplicable a cualquier ficción) que se nutre de personajes como marsupiales, alienígenas de todo pelaje, orcos o elfos, simplemente es algo que ni merece la pena rebatir. Más odio, ni más ni menos, y otra de tantas justificaciones que, junto con algunas tan manidas y peregrinas como la del “rigor histórico” fabrican muchos para lamentarse de que les están “robando” su hobby, su querido hobby.

Tranquilo, jugador nadie quiere robarte lo tuyo y además, oye, si es que nunca te ha pertenecido. Esta comunidad es plural, y es responsabilidad de todos el hacer que cada vez sea más amplia y variada, un lugar seguro en el que personas de cualquier sexo o condición se puedan ver representadas y en el que a la vez todos nos veamos enriquecidos con esa representación. Al fin y al cabo los videojuegos siempre han sido para muchos una vía para acceder a nuevos mundos y nuevas realidades, y el obtener de ellos conocimientos nuevos o participar directa y activamente del punto de vista de un colectivo al que no pertenecemos no puede ser más que enriquecedor.

Y es que enseñarnos, hacernos reflexionar o que nos cuestionemos cosas es algo que la cultura siempre ha conseguido que hagamos, y, como parte de la misma, los videojuegos pueden cumplir y cumplen esta función, siendo un medio activo en el que nos ponemos en situaciones que pueden distar mucho de nuestra realidad personal y muchas veces en la piel de personajes con los que podremos, incluso en primera persona, empatizar, a pesar de ser muy diferentes a nosotros.

No te preocupes si esto no es algo para ti, siempre habrá otras obras que simplemente buscan la diversión por la diversión, pero como suelo decir tampoco nos hagamos trampas al solitario y pensemos en lo malvados que son los “rojos” de Naughty Dog mientras masacramos afganos manejando un ejercito estadounidense, o, no se, nos sentemos a ver Star Trek por poner un ejemplo y cerremos los ojos a su utopía post-capitalista. También hay otro punto, y es que no todas las obras, y esto incluye a los videojuegos, tienen que ser para todos a pesar de que en este medio nos hayamos empeñado en ello desde siempre, y que un título se mueva en una media de nueve no obliga a nadie a jugarlo, porque en nuestra biblioteca no tienen porque convivir Streets of Rage, Celeste, Forza y The Last of Us: Parte II, a pesar de ser todos ellos ejemplos reconocidos por crítica y publico.

¿Por qué vomitar odio cuando lo más fácil es ignorar lo que no nos agrada?

Así que vivamos y sobre todo dejemos vivir. Cada autor nos ofrece un reflejo de sus interioridades, de su trasfondo y experiencias como persona, y eso es algo muy respetable. No tiene por que gustarnos lo que vemos, faltaría mas, pero si que tenemos que respetarlo siempre que el discurso no cruce líneas rojas como el odio o la discriminación. Además, el que hayamos comprado, por ejemplo, The Last of Us para PlayStation 3 y posteriormente su versión remasterizada no nos otorga ningún derecho sobre la dirección creativa de su secuela, no podemos cambiar su mensaje ni alterar el final si no es de nuestro agrado. Por tanto, ahórrense la pataleta y ejerzan su derecho a no comprar algo si creen que no les va a gustar y simplemente ignórenlo, al final no pasa nada y vivirán más felices, dejando a su vez que los que queremos disfrutar de algo vivamos más felices también. Todos ganamos y sinceramente pagaría lo que sea por no tener que leer cada día ataques indiscriminados a colectivos, comentarios racistas, machistas, homófobos y toda esa dialéctica de “se están entrometiendo en lo mio”. Que no, señor, que aquí hay variedad para todos, y precisamente eso es lo bueno, poder elegir, pero si hay algo que hay que hacer siempre es respetar. Recordemos que el odio que a veces se vierte va dirigido a personas como nosotros. Si queremos que se nos tome en serio es hora de pasar de nivel.