Samuráis y distopía cyberpunk

El subidón de adrenalina después de reconducir satisfactoriamente una situación abocada al fracaso más desastroso, tras pillar en el aire ese vaso que se te ha resbalado y ha dado 33 piruetas. O al atrapar en el aire tu figura más cara tras darle un manotazo desde el escritorio, como movido por un sentido arácnido. Y luego la flojera de piernas y la falta de aliento, como cuando esquivas a un camión y dos coches con un volantazo de última hora y te ves obligado a parar en el arcén. Esas son las principales sensaciones que pretende lograr Ghostrunner II, y lo consigue de sobra.

Siguiendo la estela de su predecesor, Ghostrunner II nos invita a una aventura de acción ambientada en un futuro distópico al más puro estilo cyberpunk, y abordado desde el formato de un FPS plataformero y frenético. Viene a ser algo así como el hijo bastardo de Doom Eternal, Katana Zero y Hotline Miami: un desbocado plato combinado de saltos y asesinatos brutales cocinado a base de puro ensayo y error. Y precisamente hablando de errores, Ghostrunner no perdona ni uno, ya que cualquier impacto que recibamos significa la muerte. Por lo tanto, el core del gameplay se centra en perfeccionar una ruta o procedimiento a través de la cual enfrentarnos a un obstáculo, sean enemigos o secciones de plataformas (a menudo ambas a la vez), y pulir nuestros reflejos hasta clavar cada movimiento en el momento oportuno. A veces puede resultar frustrante, sí, pero al lograrlo nos regala un subidón de satisfacción.

Antes de ahondar más en las mecánicas y el aspecto jugable de Ghostrunner II vale la pena hacer una parada para apreciar su apartado narrativo, ambiental y su lore. Está claro que es un título muy centrado en las mecánicas y el gamefeel, y que el principal objetivo de One More Level era lograr una jugabilidad redonda. Sin embargo, el estudio también se ha preocupado por elaborar una historia y una ambientación que, si bien no inventan nada nuevo, generan interés más que suficiente para sintamos que hay un objetivo detrás de cada sección plataformera y cada horda de enemigos derrotada. El primer título de la saga nos situó en un futuro distópico en el que la superficie de La Tierra es inhabitable tras un evento conocido como El Estallido. Lo poco que queda de la humanidad se refugia en una macro torre aislada del exterior, que opera como una nación en sí misma. En su interior se dividen las clases sociales a lo largo de las diferentes plantas y se generan diversas facciones enfrentadas entre sí. En medio de todo esto surge la figura del Ghostrunner, un autómata sintético creado con el propósito de proteger al Arquitecto, el creador y gobernante de la torre. Sin embargo, y resumiendo mucho, Mara, la asistente del Arquitecto, se vuelve contra él y crea su propia versión alternativa de los Ghostrunner para hacerse con el control de la torre. El primer juego nos proponía acabar con Mara y su tiranía como misión principal, y esta segunda parte recoge el testigo justo después.

Con una torre que atraviesa una convulsa transición en la que los poderes de gobierno son inciertos y cambiantes, entrará en escena una nueva amenaza muy superior a las riñas entre aspirantes a gobernante y facciones enfrentadas. Los Asura, un misterioso grupo que parece guardar similitudes con los Ghostrunners originales, hace acto de presencia con la intención de hacerse con el control de la torre, y también con otros planes que mejor no desvelar aquí. Así que, una vez más, nuestro Ghostrunner protagonista deberá salvar a la torre y lo que queda de la humanidad.

En medio de este mundo cyberpunk, One More Level introduce varios elementos surgidos de la cultura y el imaginario nipón, relacionados con el mundo de los samuráis. Más allá del arma característica de los Ghostrunners (una katana), se implementan nombres como “bushido” para referirse al código informático que rige el comportamiento de los Ghostrunners, o se puede observar como los Asura deshonrados llevan a cabo el ritual del Harakiri. Mediante esta mitología propia creada a partir de historia antigua y cultura pop cyberpunk, Ghostrunner II nos narra una historia que va un poco más allá de la salvación de la raza humana, y que aborda la búsqueda de la propia humanidad y el libre albedrío, así como el cuestionamiento de la moralidad.

Sin embargo, pese a todo esto, la chicha de Ghostrunner II está en su jugabilidad y las sensaciones que transmite, que en esta segunda entrega se amplían y perfeccionan. Para quien no haya probado la entrega original, las dos columnas maestras son la katana y las plataformas, y sobre ellas se apoya todo lo demás. Los niveles son una combinación de vertiginosas sucesiones de plataformas con combates en los que un solo golpe nos dejará fuera de juego. A menudo, ambas facetas se nos presentan al mismo tiempo, y para acabar con los enemigos tendremos que valernos del entorno y las acrobacias que puede realizar nuestro personaje, que van desde caminar por las paredes hasta desplegar un traje areo, pasando por un gancho o la habilidad de hacernos temporalmente invisibles, entre otras posibilidades. De esta forma, al afrontar un escenario plagado de enemigos tendremos que dar con el recorrido u orden que mejor nos venga para despacharlos, esquivando ataques de unos mientras matamos a otros y valiéndonos del entorno para sacar el máximo potencial a la movilidad de nuestro Ghostrunner.

Ghostrunner acaba convirtiéndose en un baile aprendido a base de ensayo y error, doloroso a veces, cuando morimos una y otra vez en la misma zona, pero espectacular y satisfactorio cuando sale bien. Combinando pequeños momentos de tiempo bala, fintas, paradas y saltos imposibles acabamos por dominar por completo no solo a nuestros enemigos, sino al entorno en sí. A pesar de morir una y otra vez, a pesar de ser eliminados de un sólo golpe, cuando dominamos un nivel, Ghostrunner II nos hace sentir imparables, como si tuviéramos a todos los enemigos a nuestra merced. Además, su sistema de ensayo y error no acaba siendo tan frustrante o injusto como en otros títulos similares, gracias a la cantidad y emplazamiento de checkpoints, que evitan tener que repetir zonas demasiado extensas. El único punto realmente injusto o frustrante de este título se debe algunos leves fallos en las mecánicas que pueden echar por tierra una coreografía perfectamente ensayada en momentos concretos, como cuando llegas al borde de una plataforma pero, por algún motivo, el personaje decide no agarrarse a ella.

Más allá de todo el frenetismo y la velocidad, Ghostrunner II, ofrece algunas zonas y espacios más lentos y abiertos, que el jugador puede explorar con algo más de calma, en busca de recursos o coleccionables. Ya sean ranuras de memoria para equipar más habilidades, aspectos para nuestra espada o objetos coleccionables, el mapa de Ghostrunner II encierra decenas de ítems para premiar la curiosidad de los más concienzudos. Es especialmente importante en el caso de las ampliaciones de memoria, y es que tenemos a nuestra disposición una amplísima gama de habilidades pasivas y activas, que podremos adquirir a cambio de puntos de experiencia, obtenidos al matar enemigos, y que se multiplican si encadenamos cadenas de combo. El truco está en que, por muchas habilidades que tengamos desbloqueadas, la cantidad que podremos equipar simultáneamente estará limitada por los espacios de memoria que tengamos. De esta forma, y dependiendo de nuestro estilo de combate, podremos personalizar las habilidades de nuestro Ghostrunner.

Y en relación con esta faceta más abierta y “lenta” de Ghostrunner II, podemos hablar de uno de los añadidos más interesantes y destacados de esta secuela. Y es que en un punto determinado de la aventura podremos salir de la torre que ha albergado todo el universo Ghostrunner hasta ahora y aventurarnos al mundo exterior, lo que nos ofrece unos escenarios mucho más abiertos y con secretos escondidos por todos lados. Lo haremos subidos a una motocicleta que nos permite salvar las grandes distancias sin caer en el tedio, y que nos ofrece algunos de los niveles de velocidad más memorables que he visto nunca en un videojuego. Esta perspectiva aporta un soplo de aire fresco a la saga y “rompe” la aventura por la mitad, evitando así la monotonía excesiva y ofreciendo al jugador una sensación totalmente distinta a la del resto de la historia.

Otro punto clave de Ghostrunner II es el combate con los jefes, que a pesar de no ser demasiado numerosos son todos tremendamente espectaculares y cargados de velocidad y ritmo. Cada uno de ellos se afronta de manera completamente diferente en lo referente a las mecánicas, desde un monstruo enorme que genera sus propios escudos hasta un enfrentamiento subidos en la moto a más de 200 km/h. No son demasiado numerosos o frecuentes, pero cada uno de ellos está en el momento en el que debe estar, y ninguno se afronta de la misma manera ni luce, en absoluto, similar. Gracias a esto, cada uno de los enfrentamientos se siente realmente único y singular.

Tiro certero

Galardón-Plata-HyperHypeEn líneas generales Ghostrunner II es el resultado de una receta casi perfecta que logra transmitir a la perfección aquello que se propone: una aventura de acción frenética y vertiginosa que quiere que el jugador se sienta como una máquina de matar perfectamente engrasada una vez que se dominan los mecanismos. Un FPS medido con precisión para ofrecer altas dosis de adrenalina y los momentos de reposo justos y necesarios. Todo empaquetado en un precioso paquete de estética cyberpunk en el que se combinan también influencias del imaginario del Japón feudal. Quiero dejar constancia que gran parte del mérito de esta medallita Hyper Hype viene de los niveles de velocidad en moto, que impulsan al resultado total del juego un par de escalones más arriba.


Este análisis ha sido realizado con una copia digital para PlayStation 5 cedida por 505 Games.