Cocinar a fuego bajo y dejar reposar dos semanas

Como buen periodo vacacional, Navidad es un momento oportunísimo para saldar cuentas pendientes. Revisar el backlog para ordenarlo por horas de juego, ponerse al día con esa serie que abandonaste el verano, fingir en la cena de Nochebuena que has visto aquella otra película que te recomendó tu tío hace un año pero que en ningún momento tuviste el más nimio interés en buscar. Los astros se alinean para que por fin podamos disfrutar de todos esos juegos que fuimos postergando a lo largo del año por ser demasiado largos, demasiado demandantes o simplemente tener mucho texto —te miro a ti, NORCO, pero también a Disco Elysium, a Kentucky Route Zero o a cualquier obra lo suficientemente sesuda como para que no apetezca ponerse con ella al llegar del curro—. Juegos usualmente largos, tranquilos y calentitos para una temporada vacacional que debería de ser como mínimo igual de larga, de tranquila y de calentita (aunque en la gran mayoría de ocasiones no sea ni larga, ni tranquila; lo de calentita lo dejo abierto a debate).

Mi elección para esta festividad ha sido una franquicia histórica en la que ya me había dejado bastantes más dineros que minutos jugados (cero). No ha sido Mass Effect, aunque bien podría haberle metido mano a través de su Legendary Edition, sino una saga que desde principios de siglo ha estado ligada a la industria portátil, y que, por tanto, se me hacía mucho más accesible y sencilla de disfrutar en unas fechas comúnmente marcadas por los viajes de placer y las vueltas a casa. Tras una intensa deliberación, Fire Emblem, la marca de rol táctico por excelencia de Nintendo e Intelligent Systems que en cuestión de un par de semanas se verá expandida con Engage, ha sido la seleccionada, por delante de Eastward y de Shin Megami Tensei. Y aún con la escasa retrospectiva que me han dejado estos últimos cuatro o cinco días, creo que no pude haber tomado mejor decisión. El juego indicado en el momento indicado.

Me están gustando muchas cosas de Fire Emblem, y, concretamente, de Three Houses, el episodio por el que por relevancia popular y accesibilidad he decidido comenzar mi andadura. Algo que estoy aprenciando enormemente y que creo que no sabría apreciar de haberlo jugado en otro momento es que la obra se toma su tiempo para desarrollar sus personajes, anticipar sus conflictos, presentar sus mecánicas. Hay momentos intensísimos, por supuesto, pero también hay espacio para las conversaciones banales y los momentos vacíos, de auténtica desconexión. No me malinterpretéis: soy el primero que goza como un gorrino de las buenas conversaciones, de los momentos épicos y de esas aventuras tan concentradas que pringan con tan solo tocarlas, pero para tirarse en el sofá y descansar mente y cuerpo hay pocas cosas que agradezca más que un juego que se regozija en su calma. No hay ninguna prisa, todo llegará, disfruta del camino.

Aun así, si no disponéis del tiempo disponible para enfrentaros a esta clase de superproducciones que probablemente hipotequen el primer tremestre de vuestro 2023 pero aún así queréis propuestas en las que desconectar, auténticos oasis como A Short Hike o el más reciente AKA son buenísimas opciones. Títulos en los que ser y estar ya es más que suficiente, y que no demandan de ti más de lo que tú mismo estés dispuesto a darles. Sea como fuere, los vidoejuegos son un oasis buenísimo (always has been), y en su variedad y versatilidad encontramos una de las razones por las que tanto lo amamos. Seas de aquellos que buscan en estas fechas la tranquilidad, que al final es lo que más se valora, o ya prefieras pasar tiempo en familia o descargar adrenalina, seguro que hay algún juego con el que compartir este final del año, y la entrada del siguiente.

¿Y tú? ¿Con qué juego acabarás este 2022? ¡Nos leemos!