Nostalgia y sencillez en tiempos de guerra

En nuestro día a día estamos bastante limitados. A nadie le extrañará si afirmamos que vivimos en un constante vaivén de oportunidades que, valga la redundancia, vienen y van, pero que se someten a grandes requerimientos de esfuerzo y a una suerte esporádica, que nos obliga a estar intentando sobrevivir, que no vivir. Hay quien puede permitirse ciertos lujos (y tampoco nos pasemos) cuando tiene la suerte de que, lo que le gusta y se le da bien, además, puede reportarle un beneficio (caso que no es, ni de lejos, el de cualquier periodista poco enchufado que intenta hacerse un hueco en la industria del videojuego). Quizás sea este sometimiento ante un sistema de trabajo forzado para mantener niveles elevados de productividad hasta los 65 años (nuevamente, con suerte) el que nos coloca en la idilia de la ensoñación con “no tener que hacer nada” o con “vivir la vida”.

Muchas obras que consumimos centran su mensaje en esto, en aprovechar el momento y disfrutar de lo que tenemos, sin preocuparnos más allá. Es un mensaje que compro en líneas generales porque coincide con mi idiosincrasia personal, pero creo que suele pecar de idílico porque, al final, no tenemos tanto tiempo para ese disfrute y la ansiedad (entre otras afecciones sintomáticas de un sistema destructivo con su fuerza de trabajo) aparece para no dejarnos vivir los momentos que se suponen que están para ello. Pero bueno, podríamos estar todo el día hablando de lo muy jodido que lo tenemos a largo plazo, pero aquí hemos venido a hablar de jueguitos, así que hoy le toca el turno a Aka, un título que tiene muy claro lo difícil que es descansar y centrarnos en ser felices.

La obra de Cosmo Gatto nos pone en la piel de un panda rojo que vuelve de una cruenta guerra. Un viejo amigo le ofrece un hogar y le propone establecer un vínculo emocional con las islas en las que habita, así que Aka procede a establecerse e intentar encajar en este lugar. Hablábamos al inicio del estrés de nuestro formato de vida, algo a lo que Aka intenta darle un par de vueltas, siempre priorizando el dejar las cosas para mañana si lo creemos necesario, aprovechando los momentos en los que simplemente deberíamos relajarnos. 

Hay que tomarse el juego, por ende, como una experiencia muy calmada. Podemos ir a toda prisa y no tendremos ningún impedimento, pero el mimo de los desarrolladores está volcado en intentar que nos relajemos, que aprovechemos ciertas estampas como la que ofrece un estanque para simplemente desconectar un poco de los quehaceres. No en vano podemos relajarnos sobre un capibara gigante o simplemente tumbarnos en la playa a ver las estrellas.

Aka viene en busca de paz interior después de una época dolorosa. La guerra ha supuesto un shock muy relevante en los seres que habitan esta tierra y, como suele suceder, muchos de ellos tendrán resentimientos durante el resto de sus vidas. La propuesta del juego pasa por enseñarnos a superar la pérdida y el dolor, todo con un tono amigable y desenfadado. Si alguien lo está pensando, sí, se parece a varios de los proyectos de Studio Ghibli, muy concienciado en sus mensajes con el trauma y la lucha a la que se ve sometida la población de la posguerra (algo no tan difícil de imaginar para la historia de Japón). Además, su estética y su espíritu rezuma Ghibli, algo que podemos intuir también en según qué conversaciones sobre el pasado y el futuro que juegan con el humor a la vez que tocan temas serios.

 

Tenemos que seguir adelante, pasar página aunque haya amigos que ya no estén. Intentar cultivar para proyectar un buen sustento a las islas o echar una mano a sus habitantes con diferentes problemas que van desde reparar un barquito a dar de comer a bebés de dragón son solo algunas de las actividades que realizaremos. En general, tenemos pocas “misiones”, que van surgiendo conforme conozcamos a más individuos que necesitan nuestra ayuda, pero el juego no pretende avasallarnos con tareas, sino que busca que poco a poco vayamos haciendo alguna de las cosas que estaría bien terminar, siempre sin prisas. Así, nos pasaremos buena parte del tiempo rompiendo pedruscos y árboles muertos para limpiar las islas, cultivaremos diferentes tipos de vegetales y decoraremos nuestro hogar.

Jugar a las cartas es un entretenimiento sencillo pero divertido entre cultivo y cultivo. Las cartas más interesantes las conseguiremos ayudando a los personajes que encontremos.

No necesitamos el terreno de otras islas para plantar. En la isla de bambú, donde se nos ofrece otra casa abandonada, podemos utilizar un trozo del entorno para decorar si queremos, igual que podríamos hacerlo en la isla inicial. Esto, nuevamente, es una muestra de que muchas de las mecánicas no son extremadamente necesarias más allá de una pequeña misión, pero que no está de más intentar llenar todo lo posible con nuestro toque personal, sobre todo si buscamos una experiencia de desconexión en el juego. Cuidar de las plantas es entretenido, sobre todo cuando se acumulan varias semillas y tenemos plantas de sobra. El minijuego asociado no está nada mal pese a su simpleza: básicamente, algunas plantas tienen debilidades y atraen a ciertos insectos, mientras que otras contrarrestan este efecto pero producen otros, pudiendo plantarlas juntas. Tenemos que aprender a jugar con el equilibrio para que en nuestro huerto lo que se plante junto crezca mejor y no tenga problemas.

Dedicar tiempo a la contemplación y al sosiego implica también algún baño de vez en cuando (mientras nosotros damos otro sorbo al café).

Como decía, podemos plantar dos zanahorias pochas para salir del paso con una tarea pendiente, pero también podemos hacerlo en condiciones, decorar nuestro huerto, organizar las plantaciones y entonces aprovechar sus resultados para hacer la entrega pertinente. Sí, es más tedioso y quizás no sea rentable, pero no todo tiene que serlo. Podemos elegir hacerlo con calma, buscando una estética agradable y ayudando a los seres que habitan estas islas en el proceso, sin necesidad de correr como locos por el mapeado. Sí es cierto que, quizás, es un juego al que le vendría bien algo de contenido extra en el futuro, en forma de nuevas islas o más personajes con los que interactuar. Puede que, incluso, sea interesante apostar en futuras actualizaciones por un encadenamiento más efectivo en las sinergias de los objetos, actualmente bastante plano y que se centra en recoger un par de materiales para fabricar otro (que ya no utilizamos para fabricar nada, sino que está listo para colocar o entregar).

Aka quiere ir a una de las islas a lanzar unas cenizas en lo alto de la montaña. Son las cenizas de un buen amigo que, actualmente, no podemos llevar por no tener barco ni abrigo, pero esto es algo que resolveremos con facilidad. Con este tipo de “encargos” iremos echando una mano a los espíritus que habitan las islas y que solo podemos ver en la noche. Algunos solo quieren comer, otros ser liberados de su encierro, etcétera. En definitiva, ayudarlos a llegar al más allá es, probablemente, nuestra tarea principal en Aka y la más importante para encontrar nuestra paz interior, que pasa por una serie de conversaciones melancólicas y profundas.

Como decíamos, más allá de los encargos, nada es obligatorio per se. Algunos individuos son huérfanos, otros tienen determinados problemas y, en general, todo el mundo tiene algo que compartir. Por ello, debemos emplear nuestro tiempo en compartir cosas con ellos, en jugar a minijuegos musicales, en echar una partida de cartas en un juego bastante simplón pero divertido y en echarles una mano con lo que necesiten, además de darles conversación. Al final, todo se resume en vivir y congeniar en las islas.

¡El cielo siempre está libre, siempre es tuyo! ¿Quieres tumbarte a mirarlo?

Como podéis intuir, insisto (como bien hacen los desarrolladores) en tomarnos las cosas con calma. Es un juego que puede completarse en poco tiempo si vamos corriendo, pero su mensaje no se presta a ello en absoluto. Quiere que desconectemos de los horrores descritos en los primeros párrafos para pensar y descansar. Posee algunos bugs que están arreglando, como bien han reflejado en redes sociales. El control, a veces, se hace un poco raro a la hora de intentar interactuar con una planta concreta y se complica cuando hay varias juntas. Son cosas no demasiado exageradas y que pueden suplirse con un poco de tiempo extra, por lo que esperar un poco para disfrutar de Aka puede ser una buena opción. Y para entonces, prepararnos para un mensaje profundo que contrasta con su carácter desenfadado, que combina lo alegre y lo nostálgico en un pequeño mundo que nos recibe con los brazos abiertos.


Esta crítica se ha realizado con un código para PC facilitado por Neowiz.