Una historia de redención

En lo que a títulos multijugador se refiere, creo que es evidente que 2021 fue el año de Final Fantasy XIV. Durante prácticamente todo el año, y en especial alrededor de la mitad del mismo, el título de Square Enix no dejó de crecer tanto a nivel de jugadores como de difusión en redes, con una comunidad completamente de enhorabuena al ver cómo después de tanto tiempo, por fin llegaba un éxito que para ellos era más que merecido. Un juego que hasta entonces había ido creciendo de forma más o menos constante hasta posicionarse como el segundo multijugador masivo más grande y que de repente explotó a un nivel que nadie podía prever. Durante varios meses, no paraban de salir noticias una tras otra sobre el estado del juego y su inusitado aumento de jugadores. El éxito llegó a ser tal, que acabamos viendo titulares tan extraños como que la tienda de Square Enix se quedó sin códigos digitales para vender o que tras el lanzamiento de su nueva expansión, decidieran dejar de vender el título porque todos los servidores estaban colapsados. Un título lanzado originalmente en 2010 y que era tan malo que sus desarrolladores tuvieron que disculparse públicamente y rehacer todo desde cero, alcanzaba su cenit una década después convirtiéndose en el MMORPG número uno del mundo superando a World of Warcraft, quien se había mantenido en la cima desde hace más de quince años. El juego que se llegó a pensar que hundiría a la saga Final Fantasy y que supuso pérdidas económicas increíbles para sus desarrolladores, es ahora el más rentable de la franquicia. Y aunque fue necesaria la conjunción de diversos aspectos para que el título alcanzara el puesto en que está ahora (se podría decir que ocurrió la tormenta perfecta), creo genuinamente que se merece el éxito que ha obtenido.

Desde hace unos meses juego de forma más o menos casual a Final Fantasy XIV, unas dos o tres horas cada que puedo. Sin embargo, desde tiempo antes de haber entrado al juego, fui familiarizándome poco a poco con su comunidad, el ambiente que rodea al título y el tortuoso camino que lo llevó a la cima. La historia de Final Fantasy XIV es una que me parece fascinante. Tras el éxito de Final Fantasy XI –el primer multijugador masivo de la franquicia y de la compañía nipona– en Square Enix se propusieron crear un nuevo título que sirviera como sucesor del juego de 2002. No obstante, la imposición de Square de usar el motor Crystal tools, sumado a la mala gestión del proyecto (se dice que la comunicación entre los equipos no era la mejor; trabajaban por separado y al tener que unir el material, las piezas no acababan de encajar) dio como resultado un producto pobre en contenido, con una gran cantidad de fallos y problemas de optimización al momento de su lanzamiento. En definitiva, un título que todos sus responsables sabían que estaba inacabado, pero que pese a solicitar más tiempo para al menos solventar los problemas más graves, la compañía decidió lanzarlo de todas formas (¿de qué me sonará esto?), alegando que era normal tener fallos al inicio en un juego del estilo y que todo iba a salir bien, que eran quienes hicieron FFXI y que de alguna manera todo se iba a solucionar (spoiler: no salió bien). Por si fuera poco, los problemas de la versión 1.X de Final Fantasy XIV no eran solo a nivel técnico, sino que muchos venían de un diseño tosco y por momentos incomprensible. Una de las decisiones más cuestionables fue la de implementar un sistema de fatiga el cual básicamente te penalizaba por jugar de forma constante, reduciendo progresivamente, entre otras cosas, la cantidad de EXP que generabas hasta el punto de que era casi imposible progresar. Lo que sucedió luego del lanzamiento no sorprendió al equipo de desarrollo, que ya se veían venir el resultado: la crítica se los comió vivos, convirtiéndose en el juego de la saga principal peor recibido; las ventas fueron pobres y poco tiempo después del lanzamiento los jugadores se fueron en picada.

Lo bueno de tocar fondo es que solo te queda subir

El fracaso del juego fue tal que los desarrolladores debieron a disculparse, prometiendo que solucionarían los problemas que presentaba en su lanzamiento hasta que el juego estuviese a la altura de lo esperado. No obstante, de no ser por semejante fracaso, si hubiesen tenido una recepción por lo menos tibia, seguramente hoy no tendríamos el gran juego que es ahora Final Fantasy XIV. Y es que en este punto Square Enix estaba contra las cuerdas, debido a lo cual comenzaron a hacer cambios en el equipo de desarrollo para intentar solucionar el desastre, encontrando así la primera de las claves por las que hoy el juego es lo que es y goza de un merecidísimo éxito. Es aquí donde aparece el héroe de la historia, el salvador que consiguió en tiempo record no solo revitalizar un juego prácticamente muerto, sino hacer que escalase hasta un punto que nunca se vieron venir. El trabajo de Naoki Yoshida, también conocido como Yoshi-P, en Final Fantasy XIV es simplemente increíble. Tras ser nombrado director del juego, éste se embarcó junto con su equipo en la travesía de rehacer de cero el juego mientras que seguían actualizando la versión original, solucionando sus fallos técnicos, añadiendo contenido y cambiando sistemas que claramente se sentían anticuados. Para asegurarse de que todo saliese bien, el nipón implementó una micro gestión en la cual todos los procesos se redujeron a sus instancias más simples para que él pudiera supervisar todo el proceso. Fue así como en tan solo dos años, Yoshida y su equipo reiniciaron el juego con A Realm Reborn, la actual versión base del título.

Durante esos dos años, la comunicación con los jugadores se fue haciendo más cercana al comentar de forma abierta y detallada los planes que tenían para la versión 1.X, insistiendo en las disculpas y en su compromiso con la comunidad sin importar lo pequeña que fuese. Sin embargo, aun cuando dicha transparencia empezó debido al fracaso inicial del título, ésta se ha mantenido incluso hasta la actualidad, creando así una especie de vínculo entre jugadores y desarrolladores el cual ha ayudado a fortalecer la comunidad y su fidelidad hacia el título. Esta es a mi parecer, la segunda clave para entender el estado actual del título. Pues en todos los eventos o anuncios se siente una cercanía de la que pocos juegos tan masivos pueden presumir. Un ejemplo de esto es cómo unos meses antes del lanzamiento de la expansión Endwalker, Naoki Yoshida estuvo concediendo una serie de entrevistas tanto con medios especializados como con streamers y creadores de contenido del título. Y en estas últimas, el director siempre resultaba sumamente afable, abierto a hablar de casi cualquier cosa y a plantear la situación lo más próxima posible a una conversación cualquiera. Y por supuesto, este tipo de actitudes, permean en cómo se relacionan también los jugadores. En lo personal, mi experiencia con la comunidad del catorce ha sido de lo más satisfactoria, encontrándome en su inmensa mayoría con personas amables deseosas de compartir su juego con la mayor cantidad de personas y ayudar a los nuevos siempre que les sea posible. Y desde los responsables del juego siempre se incentivan a este tipo de actitudes. Yoshida asegura que siempre se aproxima al desarrollo con el público en mente, priorizando siempre la diversión mientras trata de evitar la sensación dan algunos juegos de que existe un conflicto entre desarrollador y jugador. Además, tanto él como otros miembros del equipo también son jugadores en sí mismos, teniendo momentos en los que se conectan como cualquier otro y viven sus propias aventuras en Eorzea mientras interactúan de primera mano con la comunidad.

Pero más allá de eso, si la comunidad de Final Fantasy XIV tiene un motivo para estar constantemente evangelizando a posibles jugadores para convertirse en un guerrero de la luz y adorar al mesías Yoshi-P, es el hecho de que el juego es excelente. Es un título en el que puede resultar intimidante iniciar por la abrumadora cantidad de contenido disponible, pero que en el que al menos a mí me ha merecido totalmente la pena entrar. El juego tiene algo para cada perfil de jugador, ya sea que te gusten los MMO por el perfil social, que seas un “hardcore player” y quieras llegar al end-game para completar sus mayores desafíos, que seas amante de la saga Final Fantasy o te gusten las buenas historia (aunque la parte de A Realm Reborn, sin ser mala, puede resultar un poco floja al ser mayormente una introducción al mundo y sus dinámicas) y por supuesto también si solo quieres jugar a tu ritmo sin que el juego te pida conectarte de forma constante, pudiendo, por ejemplo, disfrutar del contenido parche a parche y descansando tranquilamente mientras esperas al siguiente. En mi caso, si bien he jugado algunos MMO, no es un tipo de juego que me apasione demasiado, por lo regular prefiero jugar solo. Y para mi sorpresa, la verdad es que el juego te permite centrarte casi exclusivamente en la historia sin necesidad de que tengas que interactuar demasiado con otros jugadores. Juego cuando puedo, sin demasiada prisa, ya que estoy en la prueba gratuita (no tengo que rentabilizar una membresía), y explorando a mí ritmo algunos de sus contenidos más cooperativos. Y aunque a nivel de estructura de misiones y de historia hay ciertas concesiones que se le deben hacer si no estás habituado al género, me ha resultado bastante disfrutable.

Tengo cierta debilidad por las historias de redención, ver a personajes tratando de expiar sus pecados, corregir sus fallos y convertirse en una mejor versión de sí mismo. En mi opinión, la de Final Fantasy XIV es una de las mejores historias de redención de la industria del videojuego. El pensar que un título que al momento de su lanzamiento sólo se podía considerar un desastre y un fracaso terminaría perseverando durante una década, expansión tras expansión, hasta llegar al punto en que se encuentra hoy, me parece increíble. El tremendo esfuerzo que el equipo de desarrollo ha puesto en el juego para ofrecer siempre el mejor producto posible, la filosofía pro-consumidor con la que plantean muchos de sus sistemas y lo abierto de su comunicación han generado un entorno alrededor del título que al menos a mí me resulta bastante atractivo y acogedor. Si bien yo soy apenas un novato en el juego, cuanto más me adentro en él y lo que lo rodea, más me agrada lo que encuentro.

Y aunque me daría muchísima pena que las nuevas intenciones de negocio de Square Enix puedan llegar a manchar el título, la verdad es que, al menos en este caso concreto, creo que me puedo permitir ser optimista y darle a sus responsables un poco de la confianza que, así como su éxito reciente, han sabido ganarse a pulso durante años. Y es que cuando me alegro por el éxito del título no lo hago pensando en la compañía multimillonaria que tiene detrás, sino en esos desarrolladores que han dado todo de sí para que el juego nunca vuelva a decepcionar a quienes creyeron en ellos; pienso en una comunidad que por fin ve validado el juego que muchos afirman ha cambiado sus vidas y en un Naoki Yoshida que ama la saga Final Fantasy y para quien el catorce es como su bebé. Porque cada que veo a Yoshida haciendo cosplay en eventos, dando entrevistas en las que se planta abierto a lo que se le proponga o disculpándose dolido por tener que retrasar la próxima gran expansión dos semanas, me resulta imposible no empatizar y pensar que se merecen estar donde están hoy. Ojalá la ambición de unos pocos ejecutivos no acabe por ensuciar el logro de muchos desarrolladores.