Su naturaleza ha vuelto a salir a la luz con el caso George Floyd

George Floyd fue asesinado por Derek Chauvin el pasado 25 de mayo en Minneapolis. La rodilla de Chauvin estuvo durante nueve minutos presionando el cuello de Floyd hasta provocar su muerte. Un episodio de racismo que ha ocurrido en una determinada ciudad de Estados Unidos, pero que es el reflejo de una represión sistemática hacia el colectivo afroamericano. Un “no puedo respirar” ignorado durante años. Pese a que desde la aprobación de la Decimotercera Enmienda a la Constitución se han producido avances para eliminar la discriminación racial, las desigualdades siguen presentes. Según Human Rights Watch, la tasa de encarcelamiento para las mujeres afroamericanas “fue casi el doble que entre las mujeres blancas” en todo el país en 2019, mientras que entre los hombres la cifra fue seis veces mayor. En 2017, un 25% de los asesinados por la policía fueron negros, aún solo representando el 13% de la población, de acuerdo con Mapping Police Violence; un 99% de los asesinatos acabaron con la absolución de los agentes. Estas desigualdades también impregnan el campo laboral con una tasa de paro del 6,3% (antes de la pandemia) frente al 3,2% de los caucásicos, en unos datos suministrados por el Economic Policy Institute.

El asesinato de Floyd ha desencadenado numerosas protestas a lo largo de Estados Unidos e incluso en ciudades europeas como Berlín o Londres. Las mayores corporaciones de la industria del videojuego se han sumado al movimiento antirracista, sobre todo a través de Twitter. Es el caso de Microsoft, Naughty Dog, Riot Games o Bethesda, empresas que han realizado diferentes manifiestos en contra de la discriminación. Más allá han ido Sony y Electronic Arts. Mientras los japones han cancelado la presentación de los primeros juegos de PlayStation 5 prevista para el próximo jueves día 4, EA ha hecho lo propio con la presentación de Madden 21.

 

 

Estas declaraciones han sido realizadas por un sector que forma parte de unas industrias culturales que producen bienes culturales para el consumo de la sociedad según los intereses de sus creadores, tal y como describen las tesis de la Escuela de Frankfurt señaladas en el Trabajo de Fin de Grado La influencia social de las industrias culturales en la era digital de Enrique Mas Ares. El videojuego, como cualquier entidad en posición de un discurso público, influye en la sociedad determinado “la manera de pensar y de actuar del ser humano”, un pensamiento de Teun A. Van Dijk que Mas presenta en su trabajo. Los videojuegos son entretenimiento, pero también cultura. Por ello, pese a que muchos no tengan la voluntad de esparcir una ideología determinada, sí lo acaban haciendo.

Esto es algo que explicaba mi compañero José Miguel González: “Los videojuegos siempre han mostrado un poso ideológico, desde el sustituir a los humanos por alienígenas en Space Invaders a la inclusión de personajes femeninos en Battlefield 5”. Ninguna industria cultural puede ser objetiva, ni los videojuegos, ni el cine ni los medios de comunicación. Y eso es algo positivo porque invita al receptor a reflexionar, contribuyendo a su desarrollo cultural. Por ejemplo, Valiant Hearts da a conocer sucesos de la Primera Guerra Mundial y destaca la crueldad del conflicto.

Debido a esta naturaleza ideológica del videojuego, las declaraciones efectuadas acerca del caso Floyd son lógicas. De nuevo, la ideología vuelve a ser positiva. Puede parecer que las palabras de las compañías sean un postureo con el cual mejorar su imagen basándose en los criterios de la Responsabilidad Social Corporativa. Es posible que tan solo se trate de una maniobra empresarial. Sin embargo, eso no quita que las denuncias de Sony o Microsoft tengan un impacto enorme en la gente gracias a su amplio poder discursivo. Sus productos son muy populares y contribuyen a formar a millones de personas. Es lo que ha pasado siempre y es lo que está pasando ahora. No sabemos cuál será el final de las protestas, pero de momento el videojuego está señalando una discriminación racial presente en Estados Unidos y en todo el mundo. Y, por lo tanto, está ayudando al establecimiento de una sociedad más justa.


El autor de la imagen de portada es Fibonacci Blue. Podéis encontrar más trabajos suyos en su página de Flickr.