Como Bunbury

Llevo un par de semanas jugando intensivamente a tres videojuegos, mas solo dos han logrado capitalizar mi tiempo libre; obsesionarme como ningún otro lanzamiento de 2022 lo había hecho hasta el momento. Por un lado, Elden Ring, pese a sus intentos desesperados por apelar al mainstream y a lo mucho que explicita las problemáticas de la industria actual, me trae loco: es, honestamente, todo lo que se podía esperar de él, y las intersecciones de su mundo rupturista [con la saga a la que se le acusa de pertenecer] dan lugar a posos mucho más profundos, seductores y cautivadores que galaxias de otra época. Por el otro, Atelier Sophie 2: The Alchemist of the Mysterious Dream, inmovilista hasta la médula, se ha reafirmado como el reencuentro con el que soñaba, siendo una puerta de entrada magnífica para una saga formuláica pero que pone todos sus empeños y más en agradarnos, relajarnos y abstraernos con su cotidianidad de los problemas del mundo real. Para bien o para mal, para innovar o para conservar, son obras completamente decididas, claras y sinceras con sus intenciones, e igualmente comprometidas con el público al que apelan.

Del tercero en discordia me temo que no puedo decir lo mismo. Lejos de generar una extrema apatía, Dynasty Warriors 9 Empires, la nueva iteración de una de las sagas de musous más longevas y extendidas del panorama actual, sabe exprimir el privilegio de la experiencia. Sabe ser frenético y satisfactorio cuando lo pretende, pero también sabe hacernos disfrutar de lo lindo con esas dosis de táctica por las que se caracteriza la subserie Empires, construyendo un equilibrio conocido pero prácticamente óptimo entre dicha vertiente estratégica y la de acción tradicional. Es, en este sentido, un “más de lo mismo”, pero un “más de lo mismo” altamente disfrutable, recomendable especialmente si se tiene en cuenta su público objetivo: un nicho ya acostumbrado a las mecánicas de la franquicia, reacio a la innovación y consciente de las limitaciones actuales de un género al que tampoco le exige mucho más de lo que ya le da. Un nicho que, sin ir más lejos, rechazó al Dynasty Warriors 9 original por la implementación en su fórmula de un mundo abierto, y gracias al cual en esta —y en presumiblemente futuras entregas— se ha tenido que desandar hasta la fórmula prístina.

Por más que estos alegatos contra la innovación estén incentivados en determinados casos por movimientos con cierta coherencia —tal y como comentaba en mi crítica sobre el citado Atelier Sophie 2—, o por más que este inmovilismo permita a algunas de nuestras sagas favoritas disentir de la corriente mainstream ante la que muchas otras se ven tristemente arrastradas (¿recordáis cuando a principios de la década pasada todo triple A que se preciase debía de contar imperativamente con un modo multijugador competitivo?), no puedo negar lo evidente de mi discrepancia con este sector del público tan interesado por embarcarse en las mismas aventuras y revivir las mismas sensaciones a los mandos una y otra vez. Y es que, a juicio personal, creo firmemente que esta atracción hacia lo familiar está intrínsecamente relacionada con un conformismo que no nos permite imaginar algo más intenso, más divertido, más interesante, simplemente mejor, que lo que nos brinda el plato que ya tenemos sobre la mesa. Pero existe algo así. Estoy seguro de que existe.

¿Cómo puede perseguirse algo así, si ni siquiera podemos hacernos una idea mínimamente tangible de lo que queremos perseguir? En primer lugar, cediendo la libertad creativa a los diseñadores para que ellos sean quienes tracen los caminos que crean convenientes, y edifiquen así unos primeros esbozos de lo que resulta de interés, y también de lo que merece la pena sacrificar. Como jugadores, nuestro papel aquí se resume en desempeñar nuestra responsabilidad como agente principalmente pasivo, eso sí, pudiendo votar con la cartera y visibilizar nuestros intereses siempre que dicho manifiesto no sea fruto de la rabieta o de la exigencia. Realmente, como consumidores, podemos ayudar a nuestras sagas predilectas a avanzar hacia un futuro mejor, pero para ello hemos de entender el destino al que se quiere dirigir, respetar la decisión de sus creadores y hacer lo posible por potenciar y encauzar su visión sin que necesariamente confluya con nuestras preferencias. Por muy atiborrados que estemos de mundos abiertos, respeto al Dynasty Warriors 9 original por su atrevimiento, y animo a la IP a seguir explorando dicho camino en posteriores secuelas o, tal y como antaño hicieron Yakuza: Like a Dragon Pokémon Leyendas Arceus, en forma de spin offs (al menos, hasta que desde la cúpula directiva puedan dar buena fe del correcto rendimiento de estas mecánicas). Y si su mundo falla ante, por ejemplo, la posibilidad de ser disfrutado en pequeñas dosis, trabajaremos juntos para readaptarlo en futuras iteraciones si eso era lo que se perseguía, en lugar de necesariamente recortarlo, fraccionar su potencial o directamente hacer un nuevo borrón y cuenta nueva.

El centrismo que nos merecemos

Con un ritmo envidiable, un esquema jugable clásico, una factura audiovisual enmarcada dentro de lo esperable y una narrativa que brilla más por sus posibilidades ambientales que por su guion, Dynasty Warriors 9 Empires está a unos cuantos palmos de distancia de poder ser considerado un mal juego, pero es una clara víctima de la indecisión, de querer agradar a veteranos de la acción masiva y a los interesados por la estrategia más pausada, de buscar en un público estatista una aprobación que jamás necesitó; de estar entre dos tierras, de enfrentar al ying con el yang. Y si bien aquellos que criticaron la puesta en escena de su predecesor celebrarán este aparente retorno de las raíces, desde aquí tan solo puedo esperar que desde Omega Force y Koei Tecmo sean lo suficientemente independientes económicamente como para poder permitirse volver a apostar por la evolución, trayendo de vuelta ese mundo abierto o modificando en otra dirección pero a su completo antojo una saga que, pienso, realmente necesita la revolución que quieren darle. Tan solo tenemos, como jugadores, que creer en ella.


Esta crítica ha sido realizada con una copia física del juego para PS4 cedida por Koch Media.