Muchos peones, pero ni un tablero

El 2012 fue un gran año para la industria de los videojuegos. Borderlands 2, Dishonored, Halo 4, Far Cry 3, Journey y The Walking Dead fueron solo algunas de las excelentes propuestas que llegaron a lo largo de esos 12 meses a nuestras consolas y PC. Para sorpresa de muchos, entre este espectacular catálogo también se encontró Dragon’s Dogma, una peculiar y más que notable apuesta de Capcom por el rol de acción, que, con un planteamiento de mundo abierto, logró hacerse un hueco entre grandes titanes del género como Dark Souls, del que irremediablemente tomó prestados algunos elementos – eso sí, siempre manteniendo una identidad propia y fresca, alejándose lo suficiente en términos de narrativa y jugabilidad al gran exponente de From Software. Ahora, tras su llegada a PS4 y Xbox One, la propuesta se prepara para embarcar en nuestras Nintendo Switch este martes 23 de abril, habiendo recibido para la ocasión una nueva capa de pintura, y, además, gozando de un precio reducido de 24,99€. Por si fuese poco, se han incluido los contenidos post-lanzamiento de la entrega original, entre los que se encuentra la magistral expansión Dark Arisen. Expuestos los hechos, la pregunta es obvia: ¿merecerá la pena volver a pasar por caja?

Como bien os contaremos bajo estas líneas, Dragon’s Dogma, ya en su estreno, no escaseó en cuanto a virtudes se refería, pero, siendo honestos, el argumento no era una de ellas. Ni lo fue en su día, ni lo es hoy, media década después. Nuestra historia, como muchas otras aventuras de corte similar, comienza con una pequeña introducción inicial que inmediatamente se ve interrumpida para dar paso a un completo y muy potable editor de personajes, en el que tendremos que dar forma a nuestro protagonista modificando todo tipo de características y atributos que irán desde el color de los ojos hasta la complexión corporal. Tras esto, nos veremos trasladados a una pequeña aldea pesquera en la que aparecerá un enorme dragón que, tras una inútil represión por nuestra parte, no dudará en robarnos el corazón, transformándonos así en un Arisen. Con este punto de partida, nuestra misión está clara, y es que deberemos de convertirnos en héroes y reclutar a una escuadra de guerreros de bien para poder plantarle cara a dicho enemigo y recuperar así lo que nos pertenece. Durante este enorme cometido, conoceremos centenares de lugares, y no serán pocos los personajes que aparezcan en nuestro camino, aunque muy pocos de ellos contarán con la profundidad necesaria como para considerarlos memorables. Y es que, de hecho, ni siquiera algunos de los antagonistas o personajes clave en el desarrollo de la trama conseguirán conformar parte de ese tan selecto grupo.

No obstante, el ámbito jugable, sin poder ser laureado por sus originales mecánicas o por su enfermizo acabado, logró consagrarse como la gran baza de la entrega, y es que, acertando tanto en los pequeños detalles como en las bases del mismo, el título de Capcom nos presentaba un sistema de combate divertidísimo, variado y único basado en la acción más directa, que irremediablemente nos recordaba – y nos sigue recordando – a propuestas como Dragon’s Age o The Elder Scrolls. Desde un primsa más general, cabe destacar que los conjuntos de habilidades volvían a estar divididos por unas clases que, comenzando con las típicas (guerrero, pícaro y mago), se iban expandiendo y especializando conforme se desarrollaba el juego. Todas ellas, sin embargo, tenían algo en común, y es que presentaban una variedad de ataques y unas posibilidades en combate capaz de dejar en pañales a sus principales competidores – los cuales, injustamente, gozaron de una mayor repercusión a nivel mediático -.

Uno de los aciertos del sistema de combate, siempre desde mi percepción, fue el hecho de que el juego diese más importancia a nuestra pericia a los mandos que a nuestros parámetros. No significaba que el ‘leveo’ no estuviese presente, pues subir de nivel y aprender nuevas técnicas para acabar con nuestros rivales seguía siendo algo esencial, pero en alguna que otra ocasión durante mi periplo tuve la oportunidad de plantarle cara a algún monstruo que me sacaba unos cuantos niveles de ventaja, y lo cierto es que, con esfuerzo, todo era posible. También recuerdo que me pareció un auténtico puntazo la habilidad innata de poder agarrar a nuestros enemigos, pudiendo llegar a escalar por ellos si contaban con el tamaño adecuado, alcanzando así su punto débil y acabando con ellos como si de los titanes de Shadow of the Colossus se tratasen.

Dragon's Dogma

Sin embargo, la mayor de las novedades introducidas, que a su vez podía presumir de ser el elemento más diferenciador de la entrega, no fue nada más y nada menos que el sistema de peones, que nos permitía llevar a nuestro lado hasta tres guardianes controlados por la inteligencia artificial, y que lógicamente acataban sin rechistar cualquier orden que les diésemos. Lo realmente interesante de este esquema es que, mientras a uno de ellos (nuestro peón principal) lo podíamos crear desde cero, modificando así sus habilidades y equipo a nuestro antojo, a los otros dos los teníamos que contratar, ya fuese a través del mundo inexplorado en el que nos hallábamos o a través de Internet, pues se nos daba la opción de hacer uso de los peones de otros jugadores. Y los tres, en lugar de limitarse a acompañarnos sin más, buscaban formar parte activa de nuestra aventura, dándonos multitud de consejos, advirtiéndonos de trampas y de secretos ocultos en el mapa y sugiriéndonos diferentes estrategias a la hora de acabar con el bando rival. Incluso intervenían puntualmente en la historia, reforzando nuestro equipo y la sensación de inmersión a partes iguales.

Dark Arisen
Dragon's DogmaLo que a Dragon’s Dogma le faltó de narrativa, le sobraba de duración, y es que la cantidad de misiones que teníamos a nuestra disposición desde prácticamente el comienzo de la campaña era abismal, sin realizar una clara distinción entre cometidos principales y secundarios. Pese a ello, Capcom no tuvo problemas para lanzar, meses después de su debut, una expansión tan jugosa como Dark Arisen, que incluía un nuevo reino subterráneo más allá del contenente original (la Isla Maldita de Bitterblack) en el que podíamos encontrar 25 nuevos enemigos, 100 elementos de equipamiento inéditos, habilidades de nivel 3, armas y armaduras más potentes y 14 personajes desconocidos hasta entonces. También se aprovechó la ocasión para implementar rediseños en el menú, tasación de elementos y nuevas opciones de personalización. Entre unas cosas y otras, era muy probable que acabásemos invirtiendo más de 100 horas en el ducado de Gransys, y lo mejor es que rara sería la vez en la que nos aburríesemos nimiamente durante todo ese tiempo, lo cual, aún a día de hoy, dice mucho del propio juego.

Finiquitando las líneas de este artículo, me gustaría hacer una pequeña mención a todas aquellas mejoras gráficas, técnicas y jugables, como la inclusión de quickslots, la eliminación de las bandas negras o los refinamientos a la cámara del juego, que las revisiones para PC, PS4 y Xbox One recibieron hace cuestión de unas decenas de meses, y que solventaban algunos de los principales problemas del conjunto original. Son mejoras que, suponemos, estarán desde un inicio en la versión para Switch, pese a que sigamos contando con una interfaz mejorable y unos 30fps que parecen formar parte de la naturaleza inherente a la propuesta. Por suerte, a través de las diversas ediciones lanzadas hasta la fecha siempre nos dejó un mejor sabor de boca el muy notable apartado sonoro. Quizás no nos encontrásemos ante una banda sonora para el recuerdo, cargada hasta los topes de temas épicos que quedasen marcados en nuestra memoria hasta el día del juicio final por la tarde, pero sí que se trató de una muy buena colección de melodías y canciones que sabían ambientar lo que sucede en pantalla de una forma admirable, y que funcionaban a la par de unos efectos sonoros que tampoco quedaban muy atrás.

Malos tiempos para la justicia

Dragon’s Dogma: Dark Arisen sigue siendo, aún a día de hoy, uno de los mejores ARPGs de mundo abierto que puedes encontrar en el mercado, pues su sistema de combate y su duración hacen que, a poco que seas un desentendido de las experiencias narrativas, sea una propuesta realmente indispensable. No obstante, es un nombre que se encontró, se encuentra y se encontrará – al menos, hasta una probable secuela – marcado por la imperfección, y por ello me pregunto si realmente tendrá cabida en un mercado tan rico e ingente como el que manejamos a día de hoy, donde ni siquiera el soberbio acabado de propuestas como Xenoblade Chronicles 2 parece ser suficiente para gozar de un éxito mínimamente desorbitado.

De cara al estreno híbrido, y partiendo de lo jugado tanto en PS4 como en PS3, me aventuraría a decir que, a buen seguro, los poseedores del original, exceptuando aquellos que no jugaron la extensión descargable en su día, no encontrarán aquí grandes razones para volver al universo de Liogran, aunque si no te encuentras entre dicha comunidad y buscas un sistema de combate adictivo y dinámico, quizás deberías de replantearte su compra. Al fin y al cabo, no deja de ser una oportunidad única para convertirse por primera vez en Arisen, y, de camino, prepararse para una futurible y muy anhelada segunda parte que, como nosotros y como muchos otros jugones, desearás que esté en desarrollo cuando te encuentres frente a la pantalla de créditos.