Asolando la no-tan-fina línea divisora entre el simpático homenaje y la treta más flemosa

Ante el arduo panorama propio de la expectativa más desmesurada, e 22 de febrero de este mismo año aterrizaba en nuestras tiendas Anthem, un último y desesperado intento por parte de BioWare y Electronic Arts por aportar un soplo de aire fresco a una compañía que ya parecía estancada y condenada al fracaso tras un muy polémico Mass Effect Andromeda, pero ante la cual, halladora de éxito en el pasado, aun parecía haber lugar para la emoción, el apoyo y la esperanza. El resultado, desgraciadamente, no pudo nadar en un sentido más opuesto: el título, lejos de cumplir con lo prometido, destapó una irreparable – y, en parte, injustificada – caza de brujas que incluso un servidor trató de frenar – sin demasiado resultado – en su denso análisis, y que resultó ser el pistoletazo de salida a un destino ante el que cabía ser aún más pesimista. Tal y como ocurrió – y ocurre – con Fallout 76, el videojuego fue víctima de una serie de decisiones narrativas, jugables y sobre todo corporativas que, a nivel empresarial, quedaron lejos de impulsar el producto, condenándolo a vestir el traje de ‘carne de meme’ y a lidiar con el deshonroso título que comparten todas esas apuestas por el juego como servicio (GaaS) que se antojan incapaces de catar las mieles del éxito.

Por fortuna o por desgracia, el paso del tiempo ha acabado erosionando su presencia mediática hasta un punto en el que poca gente repara en lo desafortunado de su estreno, encontrando sus vistas ya depositadas en un muy misterioso Dragon Age 4 – el que, ahora sí, parece ser un ultimátum para el estudio -. Y estoy convencido de que, en este caso, se trata de algo positivo para el proyecto y para la desarrolladora, pues, a diferencia de fenómenos como Street Fighter V o No Man’s Sky que consiguieron renacer de sus cenizas, poco ha sido el empeño que se ha puesto en el soporte post-lanzamiento de la entrega. Precisamente por ello me resulta incomprensible que a día de hoy se sigan perpetuando tan nefastas decisiones en el desarrollo, que no hacen más que sacar a flote un cuerpo que ya debería de descansar tranquilo en lo más hondo de las profundidades, y que acaban emborrando el ya de por sí agridulce recuerdo del imaginario colectivo.

Con motivo del N7 Day (festividad que se celebra cada 7 de noviembre desde 2012 a modo de aniversario del primer capítulo e inicio de la saga Mass Effect), BioWare y Electronic Arts nos regalaron, desde el primer resplandor surgido de la compleción de anteanoche, algunas sorpresas que distaron mucho de tomar la forma de esas solicitadísimas revisiones en alta definición de la trilogía original para las consolas actuales (y futuras), tratándose nada más y nada menos que de cuatro skins para las Alabardas de Anthem que, aun disponibles, podrán comprarse hasta el próximo 12 de noviembre. Comprarse, sí, pues, pese a su naturaleza celebratoria, cada una de ellas cuenta con un irónico precio de unos 7€ (850 cristales; unos 7’62€ al cambio, para ser exactos), pudiendo adquirirse también – todo sea dicho – por la friolera de 61.000 monedas in-game. Cabe destacar que, con su adquisición, El Comando se viste de Turiano, mientras que la Tormenta, el Interceptor y el Coloso lucen las galas, respectivamente, de los Asari, los Quarian y los Krogan. Son aspectos, efectivamente, basados exclusivamente en las razas no humanas más icónicas de la serie… lo cual acaba agradeciéndose cuando la representación de nuestra especie – con permiso del diseño de pintura de la Iniciativa Andromeda – se resume a un mero gesto, el Shepard Shuffle, que replica el icónico baile de Shepard en la discoteca de la Ciudadela de Mass Effect… a cambio de poco menos de cinco jurdeles (o 23.000 monedas).

Igual lo de poner unos retillos temporales para conseguir las skins gratis no era tan mala idea.

Había muchas formas de llevar a cabo un N7 discreto pero respetuoso de cara al fan. Algunos de los presentes hemos cosechado un par de canas viendo el transcurrir de ediciones pasadas, y, aun cuando su mera celebración podía llegar a resultar reiterativa o cuando menos medios había para dedicar a la misma, los concursos organizados en redes sociales, las promociones organizadas en colaboración con los grandes titanes del sector o el anuncio de nuevos contenidos para sus títulos (incluso de manera anticipada) siempre han hecho de la jornada un día especial, digno de un distintivo en el calendario. Ayer, no obstante, fue la primera vez que verdaderamente me disgusté en tan señalada fecha con Electronic Arts, con BioWare, con el N7 Day y con todo lo que ello implica, dada la explícita desconexión que parece haber entre la comunidad dedicada y los hombres detrás de las máscaras. Esperaba algo más; que todo lo comentado únicamente fuese un anticipo de algo más grande, pero únicamente encontré una amortización extrema de un producto que no duda en exprimir a su jugador más fiel hasta la última gota. Una amortización y lágrimas, las mismas que se derramaron con el lanzamiento de la entrega, y que vuelven a brotar con cada avivamiento de su fuego. Ahora situémonos a su alrededor, malvavisco en mano, y cantemos algún medley de Imagine Dragons mientras esperamos a que se consuma. Esperemos visualizar algún albor antes de su extinción.