Repudiar lo popular nunca sale bien

Parásitos ha triunfado. Cualquiera lo diría, pues no deja de ser cine asiático que poca cabida tiene en occidente si nos salimos de determinados círculos. Os preguntaréis qué tiene que ver esto con videojuegos. Ciertamente, bastante más de lo que parece en un principio, como expondré en estas líneas acerca de un fenómeno que últimamente me está escamando, principalmente a raíz de la victoria en los Óscar del cine de Bong Joon-ho, pero también con algo aplicable a otras tendencias de la cultura pop — a la que me gusta hacer referencia en ocasiones —, incluyendo aquí a los videojuegos.

Aún recuerdo cuando, a finales del año pasado, leí por twitter acerca de la película previamente a su estreno. En cuanto oí que se trataba del director de Okja y Snowpiercer, me faltó tiempo para ir a verla. Me pareció una cinta excelente, divertida y crítica a la par que extraña, en el buen sentido. Siempre me sucede algo parecido con la narrativa oriental, con la forma de contar las cosas en países que no pertenecen a nuestra dinámica social diaria. El anime es buen ejemplo de ello, como lo son también los videojuegos japoneses, siempre con un toque “especial”. Pero mi frustración surge cuando, estas últimas semanas, he podido leer a multitud de usuarios criticando que, a raíz del exitazo de Parásitos, ahora ha aparecido un interés en el cine coreano. Al parecer, todo esto es “postureo” y no tiene ningún valor, porque la gente está simplemente haciéndose la interesante. Sí, tenemos a multitud de medios de comunicación titulando artículos en la línea de: “veinte películas coreanas que no te puedes perder si te gustó Parásitos”. Pero, mi pregunta es la siguiente: ¿no se supone que debíamos alegrarnos porque las cosas que nos interesan lleguen a un mayor público?

Este perfil del “purista”, del que solo otorga valor a un producto cultural cuando es de nicho, es probablemente la peor forma que se me ocurre de amar una obra. Y esto es aplicable a casi todas las ramas culturales que se nos puedan ocurrir.

Cuántas veces habré escuchado la frase “ese es el Final Fantasy para los que no les gusta Final Fantasy” en referencia a Final Fantasy XV. Bueno, actualmente me encuentro rejugándolo y no, no es mi favorito, pero puede ser un punto de entrada como otro cualquiera para cualquier jugador que nunca haya catado la saga y puede ser disfrutable para muchos. Al final, lo importante es que algo se conozca y más gente pueda sentir cosas similares a lo que nosotros sentimos en su momento. Al fin y al cabo, siempre andamos descubriendo nuevos grupos de música, nuevas sagas que no conocíamos o nuevas tendencias culturales de las que nunca habíamos oído hablar. Y el hecho de que venga alguien a decirnos que no puede gustarnos un grupo porque es su favorito y no tenemos ni idea de lo que significa, es un absurdo.

¿Dónde queda pues, la búsqueda de reconocimiento? Nos gustan los videojuegos, una industria que hasta hace bien poco y, aún en determinadas situaciones, se encontraba estigmatizada. Hoy en día muchos más usuarios tienen acceso a una consola o a un PC con el que disfrutar, aunque sea de forma casual. Siempre hemos buscado que se identifique a la industria del videojuego como una de las más relevantes en la producción cultural e incluso desde asociaciones como AEVI (Asociación Española de Videojuegos) se promueve el incentivo mediante ayudas económicas. El objetivo es, pues, que llegue al mayor número de gente posible, por lo que más personas podrán vivir de esta industria y el tejido en torno a nuestro producto cultural favorito será cada vez mayor. ¿Cómo íbamos a pretender conseguir esto si los videojuegos quedan como producto de consumo para un grupo muy reducido?

Sí, la moda de Parásitos es pasajera, así como lo es la de Sonic que, tras la indignación de los fans, se acomodó el diseño para construir un personaje que funciona y consigue adecuarse a todos los gustos en torno al erizo azul de Sega, resultando en un éxito bastante notable. Probablemente en unos meses haya pocos comentarios acerca de la película y muchos de los que vayan a ver a este personaje por primera vez no se convertirán en apasionados del videojuego. Pero todo suma. Habrá quien se interese de verdad por el cine coreano y habrá quien se interese por los títulos de Sonic.

Tenemos que eliminar el estigma de lo popular y dejar de repudiarlo. Que algo pase a atraer a un público masivo no implica necesariamente que el sentido del producto vaya a destruirse o a perder valor. Sin ir más lejos, no todo el mundo tiene un PC o quiere invertir en uno. ¿Son los usuarios de consolas menos jugadores por ello? No, al final todos disfrutamos las mismas historias y nos gusta lo mismo. Sería absurdo no compartir el espacio cultural que tanto nos ha costado construir. Los lectores de The Witcher, por ejemplo, deberían alegrarse cuando la serie ha llevado a que tantas personas se introduzcan en los libros. Pero quizás el caso más significativo sea la saga Pokémon. Es, probablemente, uno de los videojuegos con mayor alcance internacional. Ha marcado a varias generaciones por todo el planeta y no todos juegan en formato competitivo, la gran mayoría lo hace de manera casual y ni siquiera ha jugado a toda la saga. Algunos solo han probado Pokémon Go y, sin embargo, esto ha creado la oportunidad de que casi todo el planeta conozca los nombres de muchas de las criaturas que pueblan este universo virtual. Es algo digno de elogio.

Sí, corremos cierto riesgo cuando los universos en los que hemos echado tantas horas se comienzan a construir como servicio de rédito económico exagerado para una empresa concreta. Pero afirmar que por llegar a un mayor público está perdiendo su valor es, cuanto menos, un pensamiento elitista. Basta con mantener un espíritu crítico frente al intento de según qué compañías de capitalizar un contenido y responder a ello de forma tajante: no consumiendo un producto que no queremos consumir, pero dejemos que la comunidad disfrute de lo que a nosotros tanto nos gusta.