Toda una vida en cajas

Numerosos son los debates acerca de la capacidad del videojuego, como medio, de alejarse del terreno exclusivamente lúdico para dar pie a experiencias más narrativas. Pero estas no tienen por qué alejarse de la interacción colocándonos como espectadores, sino que pueden emplear esa particularidad del entorno jugable para integrar una narración propia. Este es el caso de Unpacking, juego del que pude probar una demo hace unos meses y que, aunque ya conocía su estilo relajante, no esperaba, ni mucho menos, la experiencia con la que me he encontrado.

Unpacking es un juego sencillo. La premisa pasa por desempaquetar tras una mudanza, ordenando (y reordenando) todos nuestros objetos. Tenemos ciertas reglas, eso sí: habrá que respetar las habitaciones a las que pertenecen y encontrarles el hueco adecuado. Pero, más allá de eso, tenemos total libertad para organizar a nuestro gusto, convirtiéndose en un pequeño gran puzle que podemos pulir bajo nuestros intereses estéticos. Como es obvio, el título no nos deja avanzar si colocamos una taza en la cama, pero sí podemos decidir poner una planta en diferentes espacios de la habitación (incluso trasladarla a otras habitaciones). Esto sucede con todos los objetos del juego, muchos de ellos con un lugar “asignado” y otros tantos con una mayor flexibilidad creativa, pudiendo hacer prácticamente lo que queramos.

Lo que no imaginaba de Unpacking es que iba a empujar mis emociones. Sí, un juego en el que simplemente tenemos que ir reordenando habitaciones llega a tocar muy hondo. Por una parte, su estilo relajado sirve como método de desconexión y chill absoluto. Disfrutar de su banda sonora mientras ordenamos libros y películas es algo que no pretendía hacer a las dos de la mañana, pero, sinceramente, después dormí como un bebé. Pero es su atención a los detalles, algunos más sutiles que otros, la que busca directamente en nuestro interior.

A lo largo del título recorremos la vida de una persona, los lugares en los que habita y hace su hogar. Tendremos que empezar por lo básico en ocasiones, pero también tendremos que saber adaptarnos al espacio existente, bien por nuestras limitaciones, bien porque ese espacio lo esté ocupando otro individuo. Simplemente que podamos mover los objetos de ese acompañante, o directamente no podamos, nos da pistas acerca de la relación, del nivel de confianza y de la situación de poder que se ha establecido en ese hogar. El mayor acierto de Unpacking es su manejo de la narración sin explicitar demasiado, dejando que sea el jugador el que, tocando aquí y allá, descubra lo que sucede. Nos daremos cuenta de todo por nuestro propio pie, sabiendo lo que es importante para nuestra protagonista y lo que no, así como otros elementos circunstanciales de su vida. Vamos a reflexionar sobre lo que querría mantener sobre la mesa y sobre lo que preferiría meter en un cajón, sobre si, con respecto a una de sus aficiones, priorizaría el dibujo digital con el paso de los años o si mantendría un pequeño caballete a mano, en lugar de guardarlo en el armario.

Todo ello, topándonos con objetos recurrentes que nos acompañarán allá donde vayamos. He de decir que, si estamos en algún momento de nuestras vidas en el que el cambio nos está afectando, la impresión que consigue Unpacking es digna de mención. Vamos a comprobar cómo nuestro personaje (al que nunca vemos, toda la interacción se basa en los objetos que colocamos) rehace su vida, progresa a través de una relación, recuerda a amigos y familiares. Cómo hay objetos que estuvieron, pero ya no están. Y, aunque pueda ponerle muchas pegas al concepto de que “somos nuestras posesiones”, creo que los bienes de los que disponemos y a los que impregnamos de recuerdos son muy importantes en nuestra vida. Conservo, como muchos de vosotros, objetos de cuando era pequeño. Y estoy seguro de que algunos me acompañarán siempre que pueda.

El sentimiento de impertenencia es acuciante en sociedades como la nuestra. Para “ganarnos” la vida acabamos realizando trabajos que no nos gustan, viviendo en ciudades en las que no queremos envejecer y separándonos de familiares y amigos en busca de oportunidades. En líneas generales, el desconcierto por un futuro poco evidente abruma a la mayoría, potenciando más, si cabe, esa sensación de no pertenecer a un lugar concreto ni tener una definición para uno mismo. Lo que sí sabemos es que habrá cambio y que todos, en algún momento, tendremos que ir consiguiendo lo que podamos, cuando podamos. Todo esto y más puede verse reflejado en cada estantería de Unpacking, aunque no parezca manifiesto en un primer vistazo. 

Frente a todo cambio hay algún elemento constante. Lo drástico no va del todo con nosotros y, aunque decidamos modificar las variables, tendemos a asentarnos sobre algunas bases. Podemos cambiar de casa, de empleo y de ciudad. Pero habrá objetos que nos acompañen, no por su valor económico, sino por nuestro apego sentimental. A lo largo de los diferentes niveles de Unpacking, cada uno dándonos más habitaciones que el anterior, los objetos irán y vendrán. Muchos dejaremos de verlos o, simplemente, no nos acordaremos de ellos. Pero otros tantos seguirán ahí, con su desgaste característico tras el paso de los años: una figurita que, años después, aparece pintada; un peluche que necesita remiendos o una foto que salta de la nevera a un marco conforme pasa el tiempo. 

A lo largo del juego iremos viendo tendencias: las televisiones se aplanan, el desarrollo tecnológico cambia las consolas, aparecen los blu-rays, etcétera. Multitud de referencias están escondidas aquí y allá en forma de portada de libro o carátula de película. Algunos de ellos, al igual que sucede con otros objetos como ya hemos mencionado, perdurarán en el tiempo y los reconoceremos pese al paso de los años, viendo cómo esa película sigue ahí una década después. Ciertamente, no será difícil empatizar con los gustos de nuestro personaje. Observaremos así las microhistorias en los objetos, incluidos sus hobbys y cosas que claramente aprecia, en lo que emplea su tiempo libre, etcétera. Y, por supuesto, cómo los demás influyen en sus gustos y los objetos que, desde entonces, mantendrá cerca.

Como podéis observar, intento dar el menor número de detalles. Se trata de una experiencia que debéis construir vosotros mismos. Hay más niveles de los que salen en las imágenes que acompañan estas líneas, claro está, pero gran parte del interés del título es estético, por lo que es mejor ser precavidos. Además, echaremos unas cuantas horas reordenando, ya que la disposición de las cajas nos obliga a reestructurar cosas una vez hayamos terminado de sacarlas, así que conviene no mostrar demasiado de antemano. Tras varias horas creo que tengo ganas de reestructurar todas mis estanterías.

Contando a través de los objetos

Unpacking está lleno de detalles y, con solo prestar atención y dejarnos llevar, será capaz de contarnos mucho acerca de la vida de una persona. El arte, en líneas generales, es interesante por muchas cualidades, pero sobre todo por la capacidad de emocionar. Unpacking, aunque no lo parezca, consigue más de lo esperado en este sentido y en Witch Beam sabían de su potencial. No solo relaja: transmite. Darnos cuenta de algún cambio particular en el que no habíamos caído será una grata sorpresa, a la vez que puede ser triste por sus implicaciones para la protagonista (o todo lo contrario). Al fin y al cabo se nos abren las puertas del hogar, del espacio seguro de alguien. Con ello, tal vez no conozcamos a la persona a la perfección, pero alcanzaremos a empatizar, a sentir por lo que ha pasado y, por supuesto, a entender qué la ha llevado a ser como es.


Esta crítica se ha realizado con una copia digital accedida a través del servicio de suscripción Xbox Game Pass.