Arkane merece, si cabe, más reconocimiento

Hace unos días vio la luz el tráiler de un título del que muy pocos conocían su existencia. One More Level presentó en la Gamescom su nueva obra: Ghostrunner, un videojuego de acción en primera persona con ambientación futurista, al estilo cyberpunk. La frescura, en este caso, viene en forma de acción desenfrenada, con reintentos instantáneos al estilo Super Hot o Hotline Miami, pero con una velocidad de vértigo y unos conceptos que, como bien apuntaba mi compañero Carlos, recuerdan a la saga Mirror’s Edge o Dishonored. Lo cierto es que tengo un cariño especial hacia este último, por lo que decidí escribir estas líneas para recordar – y no me canso de hacerlo – lo curiosa que puede llegar a ser la experiencia de jugar a la saga.

Dishonored es obra de Arkane Studios, los creadores, entre otros, del reboot de Prey. Lo cierto es que podemos considerarlos grandes constructores de universos y trasfondo para sus obras. Es imposible completar un título de esta desarrolladora y quedar indiferente ante el mundo que nos ha presentado. Acompañados de Bethesda, una vez más en categoría de editora, anunciaron en el último E3 su trabajo más reciente, para el que tendremos que esperar aún: Deathloop. Muy probablemente sea la propuesta de Arkane a la que más se asimila el mencionado Ghostrunner, pues su concepto es de repetición constante y de pura acción desatada.

Pero, ¿qué es Dishonored? Hablamos de dos títulos numerados, con sus correspondientes expansiones en las que, a modo de spin-off, controlamos a personajes que conoceremos durante la saga principal. Con una exquisita ambientación victoriana y mucha presencia Steampunk, el primer título nos situaba en Dunwall, la capital del Imperio de las Islas, un archipiélago gigantesco del que podemos aprender más conforme vamos adentrándonos en el universo que se nos presenta, aunque en ningún momento saldremos de la capital. Todo el título es oscuro, consecuencia directa de la plaga de ratas y peste que asola la ciudad. Si hay algo que destacaría de esta saga, a excepción de lo divertido que puede llegar a ser el manejo del personaje, es la ambientación. Todo está cuidado hasta el más mínimo detalle y se siente orgánico, funcional. Sin ir más lejos, el uso del aceite de ballena es esencial para las máquinas, a modo de combustible. Es por ello que se nos presenta una industria ballenera que refina el aceite y que está perfectamente integrada en el universo de la saga. Lo cierto es que el segundo título tampoco se queda corto en este sentido. Se desarrolla en Karnaca, la capital de Serkonos, la isla más meridional del archipiélago, con un clima más templado y soleado, menos lúgubre. En este caso, la ciudad, aunque emplea dicho aceite, se sirve de molinos de viento para aprovechar la energía eólica que, dada su posición, es más eficiente.

Estos son solo algunos de los ejemplos de lo prioritaria que es la aclimatación del usuario al universo para Arkane, pero hay muchos más. Algo que me llamó la atención fue el espíritu científico y filántropo que se plantea, con personajes que bien podrían aparecer en las obras de Julio Verne que, curiosamente, casan a la perfección con la época planteada. La invención, la biología y sus usos militares, forman parte de la trama en este imperio al borde del colapso, después de una conspiración contra una de sus figuras más importantes. También son estos científicos los encargados de investigar en torno a los poderes que posee nuestro protagonista, que se ha visto envuelto en esa trama conspirativa y ha sido deshonrado, de ahí el título del juego. Dichos poderes, que forman parte de la mitología de este universo y que, al parecer, muy pocos han poseído en la historia, son los que dan la movilidad y las posibilidades jugables de las que Dishonored puede presumir sin reparo.

Ser creativo es la forma óptima de avanzar en un título con tantas opciones. Cuanto más disfrutemos de nuestras habilidades, mejor.

Jugar con teclado y ratón aporta una precisión absurdamente satisfactoria a nuestras acciones, aunque con mando sigue siendo una delicia, siempre y cuando estemos acostumbrados a la primera persona, o el movimiento será algo menos frenético. Esa especie de magia que podemos emplear casa con total verosimilitud con la ambientación del título y es tan lúgubre como este. Desde invocar ratas de la plaga que consumen los cadáveres y, por ende, nuestras huellas, hasta detener el tiempo unos segundos o teletransportarnos, todo con el objetivo de ser un asesino implacable frente a unos enemigos que no nos verán venir. Pero también podemos centrarnos en los poderes y habilidades que refuerzan el combate y ser menos sigilosos, rodeándonos de enemigos y luchando con todos a la vez haciendo gala de nuestra fuerza física. O bien, podemos pasar desapercibido aprovechando el gran diseño de niveles, noqueando a los oponentes cuando nos descubran, sin eliminar a nadie y tomando elecciones que no se centren en provocar más muertes, lo que construirá un final más positivo, además de mostrarnos una ciudad menos tétrica y caótica, con menos afectados por la peste y con cierta luz, frente a la oscuridad del asesinato. Además de nuestra espada, disponemos de multitud de herramientas que podemos adquirir y mejorar comerciando, para convertirlas en armas letales o en instrumentos para sortear grupos de enemigos sin ser detectado, con ayuda del entorno, que también es una posibilidad más. En los DLCs, esta jugabilidad se ve afectada por el cambio de personajes y, aunque los poderes cambian tan solo un poco con respecto al juego base, la forma de usarlos acabará variando enormemente.

Dishonored es un título relativamente corto, si nos centramos en correr hacia el objetivo final de cada misión. Pero creo firmemente que la intención de Arkane es, aun manteniendo la posibilidad de que cada uno juegue a su manera, que vayamos descubriendo poco a poco los secretos de este curioso mundo. Y para ello, nada mejor que seguir ciertas misiones secundarias, que se configuran a modo de “tareas” para cada tramo del recorrido principal. La mayor parte de la ambientación se encuentra ahí, acompañada de algunos NPCs y de notas o libros, que amplían lo que vemos en nuestra aventura. La cantidad de secretos es inmensa y descubrir todos los rincones en los que vislumbrar una pequeña historia en forma de narrativa visual o de texto es una tarea apta para los más curiosos jugadores, que quieran ahondar en una ciudad sometida a la peste.

Poniendo el punto de mira en el segundo título, todo lo mencionado hasta aquí es relevante. Aunque, como mencioné antes, se desarrolla en una nueva ciudad, por lo que tenemos un cambio importante en la ambientación, manteniendo la esencia. Cabe destacar la ampliación a la hora de seleccionar nuestra jugabilidad, puesto que en esta ocasión contamos con dos posibles protagonistas, que cambian por completo la dinámica, abriendo un nuevo abanico de sinergias entre los poderes y habilidades que permiten, a su vez, encadenar movimientos más allá de nuestra imaginación. La amalgama de secretos, como en el primer título, es enorme, pero conforman puzles entre sí, cada vez más elaborados. Nos obliga a pararnos y a pensar en cómo resolvemos aspectos secundarios del título, si queremos avanzar conociendo todo lo que Arkane tiene que ofrecer. Una vez más, la jugabilidad es determinante y es curioso observar cómo, a medida que jugamos, vamos alejándonos de las calles y acercándonos a los tejados, evitando el contacto con el suelo que siempre nos parecerá un punto vulnerable. 

Siempre he sido fan del uso de notas y textos para ampliar la narrativa, pero quizá, en esta segunda entrega, la presencia de unos cuantos personajes extra hubiera aportado más. En el primero, las ratas eran un factor muy importante, pero aquí, las moscas de sangre que asolan la ciudad simplemente entorpecen un poco el camino por ciertos edificios y, para saber más de ellas, tendremos que dedicarle tiempo a esa narrativa secundaria en forma de exploración. Quizás, la desventaja de estos títulos radica en que, aunque el mundo es interesante, al igual que lo era la Rapture de Bioshock, exige demasiada exploración y un poco de fanatismo completista para disfrutarlo al completo. Por ello, es más que posible que los usuarios más impacientes no acaben con el mismo sabor de boca. Por suerte, la rejugabilidad es elevadísima, pues cambiará la narrativa de ciertas situaciones, los caminos elegidos, las estrategias tomadas e incluso varios escenarios. Con ello, estos usuarios siempre tienen una excusa para volver e impregnarse, una vez más, de las historias que se cuentan en el Imperio de las Islas.