Proceso creativo y autodescubrimiento

Desde hace unas semanas mi mente está estancada en un campo árido y sin vida; sin posibilidad de poner a andar el tren de mis pensamientos para, con algo de esfuerzo, acabar dando forma a algún texto del cual poder sentirme mínimamente orgulloso. Por más que meditaba al respecto no era capaz de poner la maquinaria en funcionamiento. No tengo un proceso definido a la hora de plantearme un tema sobre el que escribir, por lo regular me vienen ideas en la noche antes de dormir, al leer algún texto o noticia mientras me tomo mi café en la mañana, o, tal vez, aparece una nueva oferta en cierta tienda digital que llama mi atención. Así acabé encontrándome con The Lion’s Song, una aventura narrativa desarrollada por Mi’pu’mi Games, un pequeño estudio con sede en Viena que ha colaborado en títulos como Control o la trilogía de Hitman de IO Interactive. Y de la misma forma que en el juego vemos como Wilma, aislada en una cabaña en los Alpes, escucha por sorpresa la melodía de su próxima composición; el título me susurraba, a medida que avanzaba en mi primera partida, que el momento había llegado,  que era hora de tomar el teclado y plasmar mi experiencia.

The Lion’s Song nos presenta cuatro historias ambientadas en la Viena Modernista o Era Moderna Vienesa. Así pues, la obra se siente como una carta de amor a la tierra natal de sus creadores, plasmando los últimos compases de una época caracterizada por un virtuosismo que acabaría por revolucionar el arte y la filosofía del momento. De esta manera en nuestra partida nos podremos encontrar a personalidades como el pintor Gustav Klimt o Sigmund Freud, además de menciones a personalidades como el compositor Arnold Schönberg, todos estos grandes exponentes de sus respectivas competencias. En cuanto a nosotros, nos pondremos en la piel de una compositora, un pintor y una matemática, protagonizando cada uno un capítulo del juego. Si bien cada historia funciona de forma independiente, estas contienen guiños y conexiones con las otras (las cuales podremos ver a posteriori en la galería de conexiones a través del menú principal) y en el cuarto capítulo los tres anteriores acaban convergiendo para formar así un todo: un retrato completo de esa Viena previa a la Primera Guerra Mundial que vio nacer el modernismo.

“Estoy atrapada aquí, con la tormenta fuera y en mi interior… silencio.”

El primer episodio, titulado Silencio, nos presenta la historia de Wilma Dörfl, una compositora y violinista que, presionada por su mentor, se ve obligada a componer una nueva pieza musical en apenas una semana para luego tocarla en un gran concierto. Con lo cual la joven, aislada en las montañas, debe luchar contra la ansiedad y el miedo producto de tan ardua tarea, para dar forma a esa obra maestra que todos esperan de ella. Aquí encontramos uno de los temas principales de este capítulo: las presiones impuestas sobre aquel que destaca entre los otros, cargándolo con expectativas las cuales, en muchas ocasiones, se le pueden sobreponer al punto incluso de ahogarlo. Sirviéndonos de un sistema point and click bastante sencillo que se desliga de los puzles que podemos encontrar en juegos en apariencia similares; deberemos interactuar con varios elementos del escenario para que, poco a poco, Wilma se vaya abriendo camino, superando sus miedos y encontrándose tanto a sí misma como a las melodías que necesita para completar su pieza. El llamado proceso creativo se muestra aquí de una forma vívida y cercana, esa lucha interna por encontrar la chispa que encienda nuestra creatividad, la ansiada inspiración de la que tantas veces se ha hablado, y lo hace sin llegar a romantizarla. Si bien Wilma debe sobreponerse a un bloqueo, no se usa este hecho para mostrarla como una autora atormentada por no encontrar su musa. Lo que ésta más necesita es encontrar las condiciones propicias en las que su creatividad despegue, silenciar el ruido que se produce a su alrededor a la vez que el suyo interno.

Silencio sirve principalmente como un aperitivo de lo que viene en los siguientes capítulos, siendo en cierto sentido el más comedido de los episodios.  En él, las montañas nos separan de esa Viena enorme cuyo peso persigue y oprime a Wilma. Sin embargo, en el segundo capítulo, Antología, sí presenciamos esa gran ciudad, y en concreto la escena artística de ésta. En esta ocasión el título se expande en todos los sentidos, presentando una mayor variedad de locaciones, personajes y opciones a disposición del jugador. Encarnando a Franz, un joven artista con la extraña habilidad de ver las “capas” de las personas, nos adentramos en la élite del arte austriaca, en la cual nos iremos haciendo un hueco mientras que crecemos como pintores y nos conocemos a nosotros mismos. Ese proceso creativo vuelve a hacerse presente, pero esta vez bajo un nuevo foco: Franz no busca inspiración ni las mejores condiciones para efectuar su labor, sino que cuenta con un proceso para realizar sus retratos en el cual lo más importante es seleccionar el modelo indicado; sin embargo, éste tiene una necesidad constante por ser mejor, cada uno de sus trabajos lo deja con la sensación de que algo falta, de que no están completos. Aquí la presión externa cede paso a la autoexigencia, esa necesidad del protagonista por alcanzar la excelencia; y, finalmente, el autodescubrimiento a través del arte. Este segundo capítulo es, al menos a mi parecer, el más completo a nivel narrativo y mi favorito de los cuatro debido a la construcción de su final.

Derivación, el tercer capítulo que compone el juego, nos cuenta la historia de Emma, una joven apasionada por las matemáticas que pese a tener una hipótesis relevante en su materia, no se le permite presentarla debido a su condición como mujer. En vista de esa situación, la joven decide vestirse como un hombre, transformándose ahora en Emil para así poder adentrarse en una especie de club privado para matemáticos. A medida que Emma, Emil, o simplemente Em, estudia matemáticamente el proceso del cambio, un mismo cambio se produce en ella, llevando así a que ésta se cuestione su identidad y su situación como individuo mientras pone a disposición del jugador una variedad de opciones en ese sentido. En esta ocasión la propuesta vuelve a expandirse en una nueva dirección, ahora enriqueciendo ligeramente la jugabilidad, gamificando ligeramente el proceso de Em para resolver los problemas matemáticos que se le plantean. Y aunque realmente no es un cambio sustancial, sí demuestra una intención por parte de los desarrolladores de evitar que el juego se estanque, de presentar algo distinto al jugador y explorar otras formas en las que éste interactúe con la obra.

Durante estas tres primeras historias tendremos que tomar una serie de decisiones las cuales cambiarán, en mayor o menor medida, sus respectivos finales. Sin embargo, es en el último capítulo en el que se nos muestra de forma más explícita el efecto global de las decisiones que tomamos durante el recorrido, ahora desde el punto de vista de tres nuevos personajes relacionados con los protagonistas anteriores y cuyas historias particulares conocemos en el proceso. Cierre –así se llama el capítulo- sirve como un epílogo para todas las historias al mismo tiempo que enriquece el conjunto total del título, completando, a través de nuevo puntos de vista, el retrato de la capital austriaca que desde Mi’pu’mi se propusieron presentar. Es, por decirlo de alguna manera, el broche que corona la experiencia.

Pese a mis intentos de escribir historias, nunca me he considerado a mí mismo como un artista, mucho menos un genio como los que aquí se nos presentan. Es una imagen que siento demasiado lejana, incluso imposible. Sin embargo, no pude evitar sentirme un poco identificado con los personajes de The Lion’s Song, con la pasión que sienten por sus respectivas disciplinas, su necesidad de expresarse, el esfuerzo que les supone concretar sus proyectos. Así como ellos, he tenido esa sensación de que las palabras se me esconden al intentar acabar un texto o que el resultado final no es suficiente, que hay algo que me falta. Mientras me adentraba en esa Viena dibujada con un estilo pixel-art precioso, me preguntaba yo también si mis textos podían llegar a sentirse reales, si alguna vez estaré completamente satisfecho con mis escritos y, he de admitirlo, si algún día mi trabajo será reconocido por otros. Aún es pronto para saber nada de eso; sin embargo, me alegro de haberme encontrado con este juego, porque quizá no me haya cambiado la vida, pero consiguió que mi dubitativa mente se pusiera a trabajar una vez más. Ahora, mientras escucho una vez más La Canción del León, solo me queda preguntarme, al igual que Franz, si estos párrafos les hacen justicia a los modelos que los inspiraron. Y por supuesto, intentar que mi siguiente texto sea mejor.