"Déjalo, no se te da"

Todo quien haya hablado acerca de haber jugado aunque sea un videojuego con algún grupo de personas – especialmente si estos son desconocidos en internet – habrán notado el elitismo que muchos de los mal llamados gamers dejan caer apenas se rompe el hielo en la conversación. Frases como “ese no es un juego de verdad”, “ese lo juegan los casuals” o “ese es para niños rata” se repiten como un meme, una y otra vez sin que realmente se paren a pensar en el significado tras sus palabras y mucho menos su peso.

No es, tampoco, nada inusual viendo a los mismos gamers quejarse de que su comunidad es marginada, que cuenta con una mala reputación que alegan es inmerecida cuando son ellos mismos quienes alejan a posibles nuevos interesados porque o bien no juegan los juegos de verdad o no tienen las habilidades suficientes para llamarse a sí mismos jugadores. Especialmente en ciertos grupos, uno tan poco común que algunos creen que es un ser mitológico: la mujer jugadora. Sí, aunque no lo crean, existen y la gran mayoría de ellas ha sufrido al menos una vez de este gatekeeping u otros males aún peores como el acoso o insultos por el mero hecho de querer jugar videojuegos, es que piden demasiado, supongo.

Gamers

“Para mí los gamers de juegos de móvil no son gamers de verdad”

Los imbéciles han existido desde que el mono se paró en sus dos patas traseras y estos han estado presentes en el mundo videojueguil desde su génesis. También el cómo se veía a los juegos antes, como algo solo para gente sin capacidades sociales ni deportivas solía marginar de cierto modo a quienes pasaban de cierta edad y seguían jugando a videojuegos. Y aunque ésta no sea por ningún lado una excusa para ser un imbécil, sí suele ser una razón que se repite mucho a la hora de justificar este tipo de comportamiento elitista ante este hobby. Una pensamiento en las líneas de yo toleré ser mal visto por la sociedad cuando los juegos eran para nerds así que ahora que son mainstream no pienso dejar entrar a la misma clase de gente que antes los hubiera visto con repudio” es lo que se me viene a la mente cuando veo a este grupo de gamers furiosos ante la falta de habilidad de otro jugador o su gusto por, digamos, juegos mas casuales como Candy Crush, Animal Crossing o Dark Souls con un build de mago o clérigo.

¿Entonces a qué viene todo esto?

Recientemente, una youtuber de relativa fama – Jenny Nicholson – jugó por streaming en Twitch a Sonic Adventures, cometiendo el error garrafal de compartir un clip de ella sufriendo en una batalla contra un boss. Rápidamente su feed se llenó de gente, de gamers, explicándole qué debía hacer exactamente para pasar al boss, lo cual no suena mal por sí solo, pero el tono condescendiente o frases como “este boss es extremadamente fácil” o “no sé cómo pudiste morir con este boss” no se hicieron esperar. A pesar de que Nicholson aclaró desde un comienzo que no es una jugadora recurrente y que solo hace streamings de juegos que jugaba en su infancia; esto, por supuesto, nada ayudó a alejar a los gamers profesionales en imbecilidad y falta de tacto.

Ya el solo hecho de que la youtuber haya tenido que aclarar antes de empezar el juego siquiera que no es una jugadora recurrente es un síntoma de un problema con la comunidad gamer y su elitismo.

Jugadores con el pensamiento de Ninja pululan por todo internet, un streamer de Fortnite quien, dentro de sus numerosas polémicas, estuvo en boga por tuitear sobre cómo uno debiese sentirse frustrado al perder una partida y que pensar que el juego es solo un juego es poco menos que una actitud mediocre para justificar una falta de habilidad de parte del jugador. Este pensamiento tóxico y competitivo se deja ver en mucha gente, jugadores profesionales o no y es la clase de cosas que hace que para hablar de dicha parte de la comunidad de jugadores merezca tener su propia marca registrada; así es como nació el Gamer.

“You shall not pass”

Los Gamers cuidan sus puestos frente a la puerta de entrada de los videojuegos haciendo una vigía constante, con las bebidas Monster y los Doritos como combustible para las largas jornadas en las que deben estar atentos a que nadie entre a su comunidad a menos que lo merezca. Los hombres lo tenemos claramente más fácil para entrar, aunque no estamos del todo exentos, sobre todo si carecemos de habilidad, pero las mujeres indudablemente lo tienen mucho más difícil. No solo deben presentar una larga – y válida – lista de juegos a modo de pasaporte, sino que también ayuda a que tengan cuerpos normativos y que no tengan miedo de mostrarlo frente a un grupo de extraños con barbas en el cuello y polerones ahegao. Los guardianes de la puerta son implacables y, si logras pasar por la entrada, te espera un lugar oscuro, con teclados luminosos, sillas caras y un hedor desagradable. Bienvenido a casa.