Steal the money, eat the rich, save the world

Competir en el mercado de videojuegos es complicado. Tanto indies como juegos de elevado presupuesto tienen un serio desafío a la hora de reportar beneficios acordes al coste del título, sobre todo teniendo en cuenta la enorme cantidad de títulos que salen al año y que dependen en gran medida de estrategias de marketing para posicionarse entre los más deseados. Esto es algo que lleva pasando desde hace mucho y ejemplo de ello es la saga Sly Cooper, conocida por todos pero siempre apartada ligeramente a un segundo plano frente a titanes como Ratchet & Clank, Crash Bandicoot o Spyro. Pero, para muchos (entre los que me incluyo) Sly era uno más de esos personajes tan carismáticos que coparon el plataformeo de los 2000. Como en esta casa tenemos el apartado de Tributos y yo tengo la costumbre de contribuir constantemente con el recuerdo de videojuegos pasados, repasar la saga del ladrón mapache más hábil de la historia del videojuego es todo un placer.

Para el que no recuerde nada o desconociera las aventuras de la banda de Cooper, sus historias se narran con un toque comiquero, repleto de viñetas y escenas prácticamente sacadas de series de televisión clásicas, donde siempre se nos introduce cada capítulo con su espectacular título y como nueva etapa de las peripecias de nuestro querido mapache.

Sly es el miembro más reciente de toda una dinastía de ladrones: el clan Cooper. Llevan siglos robando aquí y allá, pero siempre con cierta ética propia, evitando así el perjuicio a los desfavorecidos. Esta romantización del ladrón está muy presente en el ideario popular y las leyendas surgen a lo largo y ancho del globo, con Robin Hood en Europa, pero con otros ejemplos como Tianding en Taiwán. Y es que es un concepto interesante para contar historias y con el que es sencillo identificarse. La población es consciente del egoísmo y avaricia que los más pudientes han demostrado con muy pocas excepciones a lo largo de la historia. Como precisamente, el principio de acumulación de capitales sin reparto equitativo permite situaciones altamente injustas, Sly prefiere robar y, de paso, ayudar a los locales a retomar el poder frente a los que están ostentándolo a costa de sus vidas.

Sly Racoon (2002)

Este es el inicio de la saga y funciona muy bien como juego de plataformas, acción y sigilo, aunque sus secuelas ampliaron enormemente las posibilidades jugables. Por suerte, pese a ser una primera entrega no es tan tosca como uno podría pensar y logró hacerse hueco entre titanes del plataformeo 3D. Aquí conoceremos a los primeros personajes que Sucker Punch quería mostrarnos y con los que conseguiremos encariñarnos pronto, echándolos de menos entre entrega y entrega. Animales antropomórficos muy carismáticos y con cientos de chistes preparados nos esperan en un mundo inspirado en el nuestro, donde un joven Sly perdió a su padre antes de heredar el Latronius Mapáchibus, el libro que se transmite de generación en generación dentro del clan Cooper y donde se exponen las artes del latrocinio con todo lujo de detalles.

Sly acaba en un orfanato del que sale en su adolescencia con nuevos amigos: Bentley y Murray, la tortuga súper inteligente y el hipopótamo súper mazado. Juntos forman un trío que será recordado en los anales de la historia.

Con una banda formada, dedican su tiempo a robar mientras van en busca de las páginas del libro que le correspondía por herencia con el objetivo de aprender las habilidades allí descritas. Además, el proceso implicará la venganza frente a Clockwerk, líder de los matones que acabaron con la vida del padre de Sly.

La clave de estos juegos es su control. En este primer título solo controlamos a Sly, pero ya vamos comprobando que sus movimientos pueden llegar a ser de lo más interesantes. Normalmente queremos evitar los combates, pero si acabamos enzarzados en alguno, nuestro querido mapache puede desenvolverse sin problemas. El resto del tiempo abusaremos del botón círculo, que permite utilizar las habilidades de ladrón y colocarnos sobre cuerdas y puntos estrechos, así como colgarnos con nuestro bastón para explorar y desplazarnos con la habilidad que solo un Cooper posee. Así, nos esconderemos de focos de luz, evitaremos láseres de seguridad y, sobre todo, intentaremos ser lo menos ruidosos posible de cara a los enemigos.

En líneas generales es un juego introductorio a la saga que funciona bien por sí mismo, pero que si rejugamos después de haber probado los otros títulos nos damos cuenta de que se queda un poco corto en sus pretensiones (como es lógico y acertado, pues siendo la primera entrega podrían haber pecado de justo lo contrario, cayendo por su ambición tras el primer juego). Además, además de los compañeros de Sly y de algunos villanos que serán recurrentes en el futuro, conoceremos a Carmelita Fox, inspectora de policía siempre tras la pista de Sly, con la que la relación amor-odio prosigue durante años en un rifirrafe constante de cierta tensión emocional. Nuestro mapache ladronzuelo adquirirá la fama que lo mantiene en el corazón de muchos jugadores con la segunda entrega, pero en 2002 ya se presentó como una franquicia con mucho potencial y carisma.

Sly 2: Ladrones de Guante Blanco (2004)

Este título es, para muchos, el mejor de la saga. Esto es tremendamente subjetivo, pero es indiscutiblemente el más destacable en cuanto a innovación se refiere. La tercera entrega es más continuista, pero pule todo lo visto hasta el momento. Mientras tanto, este segundo título optimiza los sistemas del primero dándole una vuelta de tuerca y preparando la dinámica de juego con la que mejor recordamos al mapache.

En el primer título la banda era importante, pero el protagonismo se lo llevaba Sly al completo, dejando a los demás como complemento. Aquí, por fin, podemos sentir un poco el movimiento en los pies de Bentley y Murray, cada uno con sus particularidades. Sly sigue siendo una gozada de controlar, pero tenemos más variedad y nuevos enfoques que evitan repetir constantemente las estructuras de niveles de la entrega anterior. La banda de Klaww se ha hecho con las piezas de Clockwerk (que, si leíste los párrafos anteriores, recordarás que es el villano del juego anterior) y pretende utilizarlas para una serie de planes malvados. Pero para desmontar esos planes está la banda de Cooper.

Así, mientras Sly se encarga del sigilo, la infiltración y todo lo que requiera agilidad extra, Bentley emplea cachivaches y sus conocimientos informáticos para mermar las defensas de los enemigos a gran escala (sin dejar de ser el cerebro de la planificación). Por su parte, Murray pega y pega fuerte. Cuando se necesita fuerza bruta, este afable hipopótamo siempre está dispuesto a proporcionarla en grandes dosis.

El viaje de la banda comienza a abarcar el ancho mundo a una escala más espectacular que lo que vimos anteriormente. Visitamos varios lugares donde aplicar nuestros conocimientos de ladrones expertos y para poder adquirir nuevas mejoras y habilidades en cualquier lugar Bentley nos dará acceso a RobaRed, una tienda virtual especializada. Para comprar necesitamos monedas, así que toca pasear un poco por los escenarios abiertos en los que Sly tiene a su disposición numerosos enemigos a los que robar como si le fuera la vida en ello (que, en cierto modo, es así). Poco a poco acumulamos botín y podemos desbloquear, por ejemplo, un paracaídas para planear. Tendremos que planificar, eso sí, nuestros propios recursos, pues no podemos llevar activas todas las habilidades al mismo tiempo.

Sly 3: Honor entre Ladrones (2005)

Sly 3 es el título más refinado de la trilogía original y, para mí, la cúspide del formato. Los acontecimientos de la anterior entrega no dejaron en buen lugar a la banda. Bentley necesita ahora una silla de ruedas para desplazarse y, aunque su fuerza de voluntad y trabajo son suficientes para llevarlo adelante, Murray se culpa por lo sucedido. Comenzamos pues sin el apoyo musculoso, que se encuentra en retiro espiritual. Pero ¿y el villano? Bueno, resulta que todos los antepasados de Sly a lo largo y ancho del clan Cooper fueron guardando sus tesoros en una gran cámara que se encuentra en una isla como si de una historia de piratas se tratase. Solo un Cooper puede abrirla, pero un tal Mr X lleva un tiempo reforzando defensas alrededor de la zona e instalando una excavación en su desesperado intento por hacerse con el tesoro. Toca reunir un equipo y recuperar la herencia.

Pronto nos damos cuenta de que las habilidades necesarias para burlar toda la seguridad de Mr X son demasiado variadas, por lo que quizá sea buena idea ampliar el proyecto de banda original. Comienza así nuestro viaje por el mundo con una estructura de juego similar a la de la segunda entrega, pero cuyo objetivo se centra en reunir a nuevos miembros para la banda de Cooper. Visitaremos a viejos conocidos que se encuentran por varias localizaciones intentando ganarse la vida en turbios tratos, echaremos una mano al gurú espiritual de Murray en la Australia aborigen, haremos las pases con antiguos enemigos y, en general, reclutaremos solo a lo mejor de lo mejor. En cada zona operaremos desde nuestros pisos francos para conseguir desbaratar los planes del villano de turno porque, recordemos, Sly y su equipo tienen moral frente a la injusticia. 

Podemos controlar a nuestros tres personajes en el mundo abierto que nos ofrece cada localización, pero tendremos que ir haciendo las misiones para avanzar. Lo bueno es que en algunas iremos alternando entre personajes, haciendo parte con Bentley y parte con Sly, por poner un ejemplo. ¿Lo mejor? Los nuevos miembros de la banda también tendrán cierto protagonismo, siendo controlables en determinadas secciones y momentos concretos. Aunque no sea mucho, aporta frescura al esquema de control y nos permite variar en cómo afrontar los objetivos, así como la segunda entrega alteró las reglas de la primera.

La variedad define Sly 3. No solo tenemos un plantel de personajes bastante amplio, sino que mucho de lo que hacemos acaba siendo un minijuego integrado estupendamente en la jugabilidad del título. En lugar de patear el mundo con Sly de manera indeterminada (algo que podemos hacer en las secciones abiertas para recolectar dinero y seguir gastando en RobaRed), aquí tenemos que controlar un camión gigantesco, un avión o simplemente hackear terminales con Bentley como ya habíamos hecho anteriormente. El juego no para de ofrecer nuevas mecánicas, además de pulir las que ya existían anteriormente para optimizarlo todo. Aquí, además, se integra la jugabilidad con gafas 3D (sí, las de cuadradito rojo y azul), permitiendo su uso si queremos en determinadas misiones.

Sly Cooper: Ladrones en el Tiempo (2013)

La cuarta entrega de la saga llegó en 2013 con un aspecto renovado, aunque basándose en las mismas premisas. Dio el salto al HD gracias a Sanzaru Games, que sacó, también una remasterización de la trilogía unos meses antes. Por si no os suenan, trajeron años después la Spyro Reignited Trilogy. Pero, volviendo a Sly, este título en concreto es desconocido por muchos fans de la saga, como fue mi caso hasta varios años después en los que fui consciente de su existencia. Quizás no destaca tanto como sus predecesores, pero es una buena continuación que se presta a seguir avanzando en la misma línea.

Para ponernos en situación, el último juego acabó con una relación romántica entre Sly y Carmelita, dejando las persecuciones después de muchos años de aquí para allá. Pero la banda ha de reunirse de nuevo porque, al parecer, Bentley estima que un conflicto espacio-temporal está afectando al libro que obtuvimos en la primera entrega. Iniciaremos, pues, una serie de viajes en el tiempo para reparar lo que quiera que esté causando problemas en el pasado, comprobando de primera mano lo habilidosos que fueron los miembros del clan Cooper que tanto nos han mencionado en los juegos anteriores. Así, visitaremos a uno de sus miembros en el Japón feudal, a otro en la prehistoria y otros que no comentaré para no destripar demasiado.

La gracia es que esta premisa, que casa bastante bien con las locuras a las que la saga nos había acostumbrado, permite variar los escenarios gracias a la disparidad de ambientaciones sin agotar demasiado el recurso de viajar por el mundo. Además, controlaremos directamente a algunos de estos ancestros de Sly, además del trío principal, cada uno con sus particularidades asociadas al período histórico correspondiente. El juego sigue centrando parte de su acción hacia el sigilo y el movernos con soltura y delicadeza por el entorno. Asimismo, los elementos que ya conocíamos están presentes en líneas generales, incluyendo el hackeo, por lo que el juego nos dará sensaciones renovadas dentro de un ambiente más que familiar, como se espera de una buena secuela. Puede que no sea el título más destacable de la saga en cuanto a innovación o trama, pero es más que adecuado para el salto generacional que supuso frente a sus predecesores.

La saga Sly es, para mí, una de tantas otras que influyó en mi cercanía con el medio. En la época de PS2, donde disfruté de estos juegos, yo era un crío que ya gozó con la primera PlayStation pero que no era consciente de hasta dónde podía llegar a calar un mapache ladrón o un dragón morado con los que jugaba por las tardes. No soy partidario de seguir sacando juegos de manera indefinida cuando la fórmula no da para más, pero es irremediable sentir algo de nostalgia al volver a disfrutar de estas aventuras y no querer que los estudios responsables experimenten más con estos proyectos. De Sly, ese mapache que, aunque dedique su tiempo a robar siempre lo hace con cierto juicio racional, solo puedo desear que algún estudio, ya sea Sucker Punch o Sanzaru Games, volviera a trastear con el plataformeo y los juegos de esta índole. Más aún si tenemos en cuenta que la última entrega abre las puertas a seguir ampliando la saga, aunque de ello hace ya diez años.