La historia interminable

Por todos es sabido que Hollywood no ha tenido una buena relación con la industria del videojuego a la hora de adaptar sus distintas propuestas al cine y la televisión. Quizás el ejemplo más reconocible de esto sea aquella infame adaptación de Super Mario Bros., que vio la luz en el año 1993 para desgracia de muchos, y que acabó convirtiéndose en una película de culto por todas las razones equivocadas. Pero la lista no acaba ahí. Durante años, hemos visto cómo los grandes estudios de cine hacían suyas propiedades tan icónicas como Street FighterAssassin’s Creed Silent Hill y destrozaban sin miramientos todo lo que las hacía especiales para ofrecer visiones tan mediocres como ofensivas para la fuente original. Por supuesto, una de las franquicias que más ha sufrido el encuentro de Hollywood en sus andaduras ha sido Resident Evil.

La icónica saga de survival horror creada por Shinji Mikami para Capcom tuvo su versión cinematográfica en la popular – y poco inspirada – saga de Paul W.S. Anderson, que inició en el año 2002 y se extendió hasta el año 2017 con resultados constantemente absurdos y que para nada hacían honor a la saga que dio lugar a un género en sí mismo. Ahora, y tras Resident Evil: El capítulo final, Anderson ha puesto sus manos en Monster Hunter, otra archiconocida franquicia de Capcom que pronto verá su llegada a los cines con la figura protagónica de Milla Jovovich, quien ya encarnaría a Alice en sus desventuras contra la corporación Umbrella. Pero parece que el live action no puede dejar descansar a Resident Evil, pues hace algunos días Netflix desveló los primeros detalles sobre la serie con la que pretenden trasladar el apasionante universo de Jill Valentine y compañía a su plataforma de series y películas. Y la cosa… no pinta especialmente bien.

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Porque sí, mentiría si dijese que no disfruté de las películas de Anderson en su día. De hecho, conocí Resident Evil gracias a ellas, y gracias a ellas la saga terminó por convertirse en mi favorita en toda la industria del videojuego. Pero también mentiría si dijese que, cuando se confirmó la existencia de una serie para Netflix coincidiendo con el lanzamiento de Resident Evil 2 en 2019, no esperaba que esta vez las cosas se hiciesen de forma distinta, adaptando fielmente el material original y brindando una serie de terror que hiciese justicia a los videojuegos. Al final, la premisa de Resident Evil se presta por completo al terror cinematográfico: una ciudad sumida en un pesadillesco apocalipsis zombie, y un grupo de personajes forzados a sobrevivir al horror mientras destapan una enrevesada trama relacionada con un ente corporativo farmacéutico. Como cualquier fan de la IP, esperaba que la adaptación de Netflix por fin honrase la obra de Capcom y acercase a los más curiosos a los videojuegos. Todo estaba a su disposición.

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Sin embargo, Netflix ha apostado por la carta de la originalidad – una que, en estos casos, tiene altas probabilidades de salir mal. En lugar de presentarnos las desventuras de Jill, Leon, Claire y Chris en Raccoon City, la productora ha decidido ambientar la historia en una futurista “New Raccoon City” por la que las hijas de Albert Wesker tendrán que pasearse para descubrir su pasado y desentrañar una trama de… en fin, os hacéis a la idea. Una idea que, desde luego, ni el peor de los fan-fictions se atrevería a desarrollar. Pero ya sabemos cómo es Hollywood; preferirían tirarse a una piscina de lava antes que realizar una adaptación de un videojuego que respetase al material original.

Todo esto me ha llevado a pensar en el porqué de la constante necesidad de trastocar por completo las obras que son adaptadas a cine y televisión, y más concretamente cuando se trata de videojuegos. Y aunque quizá pueda parecer una conclusión tan precipitada como errónea, creo que este lamentable historial se debe a la relativa juventud de la industria del videojuego, y al poco respeto que otras industrias mayores tienen hacia ella.

A menudo, todos aquellos que nos relacionamos de una forma u otra con los videojuegos hemos percibido cierto aire de paternalismo barato y desprecio pasivo-agresivo hacia la industria que tanto adoramos. “Los videojuegos son cosas de niños” es una frase que se ha repetido hasta la saciedad, pero es una corriente de pensamiento que no sólo predican los padres cansados de que sus hijos traten de ganarse el pan viviendo de esto. Las propias compañías de otros ámbitos (cinematográfico, literario…) han menospreciado en incontables ocasiones a los videojuegos por su corta trayectoria y su presente aún en formación. Comúnmente clasificándolos como entretenimiento barato, parece que para algunos los videojuegos no pudiesen poseer mayores aspiraciones que las que muchos tratan de imponerles. Es por ello que, bajo mi humilde punto de vista, los grandes estudios de cine se sienten con la potestad de toquetear y alterar la esencia base de los videojuegos que adaptan sin ningún tipo de pudor. Los ejemplos son incontables y, aunque algunos casos han salido bien, como puede ser Sonic: La película, no podemos negar que incluso entonces el cine parece tratar al videojuego como su hermano menor y menos válido.

Otro ejemplo claro sería Assassin’s Creed. La película estrenada en 2016 adaptó pobremente la exitosa franquicia de Ubisoft y, a pesar de que trasladó sus conceptos base de manera relativamente aceptable, bañó su historia y premisa en un aura pretenciosa y “adulta” que olvidaba que, entre sus conceptos de ciencia-ficción enrevesada, la saga de Ezio y compañía trata un tono a menudo desenfadado, que la película decidió ignorar en pos de ser considerada más respetable. ¿Lo consiguieron? En absoluto. Y como esta, decenas de adaptaciones dan la sensación de creerse más importantes que sus contrapartes virtuales, perpetuando la idea de que los videojuegos son “el hermano pequeño del cine” y que tienen menos valía que este.

Adaptar un videojuego al cine no es fácil. Nunca lo ha sido; al fin y al cabo, y pese a que los de siempre se empeñen en hacer creer lo contrario, ambos medios no podrían ser más distintos entre sí. Quizá Hollywood debería dejar de intentar trasladar un medio tan nuevo como distinto a sus marcadas fórmulas características. O, quizá, deberían comenzar a moldear el cine a las necesidades del videojuego antes de realizar las adaptaciones, en lugar de moldear los videojuegos a las necesidades del cine… casi siempre con resultados catastróficos.