🐛

Divididas en diferentes slots, y desperdigadas a lo largo de sábado y domingo. Seis han sido las horas que hemos tenido este pasado fin de semana, en total, para disfrutar por primera vez de Mario Strikers: Battle League Footballel retorno por la puerta grande de uno de los spin-offs más fructíferos que Nintendo ha parido jamás en términos puramente lúdicos—. Quince han sido, por contrapartida, los años que la compañía japonesa ha querido mantener su subsaga en barbecho (desde el estreno para Wii de la segunda entrega, Charged Football, en 2007). Y si hay dos cosas que puedan sacarse en claro de este pequeño juego de números es que, en primer lugar, el tiempo no pasa para nadie en balde; se pedía y se necesitaba una renovación, y una razón de peso para volver al campo más allá de nuestro interés por reencontrarnos con toda la plantilla. En el segundo, y casi de una manera colateral a lo anterior pero no necesariamente causada por ello, que las expectativas iban a estar más altas que un penalti de Sergio Ramos. (Y ya está, esta es la primera y última referencia futbolera que incluiré en el artículo. No tengo más repertorio, palabrita).

La renovación, es de justicia admitir, la hemos tenido. Y en forma de la que probablemente sea la segunda mejor mecánica de todos los tiempos, tan solo superada por el mítico, visceral, súmmum del diseño, Contraataque Mikiri. Hablo, como no podía ser de otra manera, del empujón, una suerte de fuego amigo a través del cual si realizamos una patada voladora a uno de nuestros compañeros, este podrá salir propulsado hacia la dirección que escojamos. Una mecánica habitualmente ofensiva que, cuando es usada entre miembros del mismo equipo, cobra un nuevo significado, dando rienda suelta al dinamismo en unas partidas en las que resulta difícil no acabar recorriendo con asiduidad todo el campo en menos de cinco segundos (otorgándole un flow más similar, por momentos, al del baloncesto que al fútbol, en el mejor sentido de la palabra). Grande ahí, Nintendo. Sublime.

El empujón, no obstante, proporciona un caos adicional a un conjunto que ya era de por sí lo suficientemente confuso y demencial como para marear y confundir a más de un espectador, y a más de dos. No puede decirse que las sensaciones percibidas a los mandos sean las mismas que las recibidas al contemplar un partido de Battle League Football, pero por ello dejamos de estar ante los enfrentamientos más frenéticos y violentos de la saga, con todo lo que eso implica tanto en términos de game feel como de posibles confusiones o frustraciones. En este sentido, el juego no podría haberse inclinado más hacia la violencia (not-so-fair-play), y aquellos que lleguen nuevos a su vertiente online deberán de estar preparados para recibir cual saco de boxeo decenas de puñetazos, patadas y otras formas de robar el balón en las que quiero confiar, y que espero que no supongan una barrera demasiado grande pasadas las primeras horas.

Una vez entiendan el sistema de juego y se hagan con su control, me gustaría que el nuevo Mario Strikers fuese tan satisfactorio para ambos equipos como fuese posible, premiando la habilidad sin desanimar al oponente y dejándole a este una pequeña ventana para la remontada en el último minuto. Quizás así Battle League Football consiga una décima parte del éxito cosechado por Mario Kart 8, el exponente online en el que todos queremos que se convierta, pero al que, tras unas primeras horas en esta prueba de red, es difícil pensar que logrará acercarse tanto como nos gustaría. Con esta última nota negativa, no quiero que penséis en los diferentes problemas de conexión que se han sufrido dentro y fuera de la casa de un servidor (que van desde bugs visuales de todo tipo hasta selecciones de personajes que simplemente no habíamos realizado), sino más bien en la auténtica capacidad del juego para actualizarse, para mantenerse fresco por favor, Nintendo, toma nota de los errores de ARMS y de lo que has conseguido con Switch Sports, manteniendo nuestra atención durante las primeras semanas y dándonos razones de peso para volver a él… y mete a Daisy, ya que estás, pero sobre todo para aguantar el devenir de las horas; su resiliencia. Han sido muchos los años que hemos tenido que esperar para este partido: qué menos que poder disfrutar de él hasta el pitido final.