Dos modelos parecen no ser suficientes

No hay día sin descanso en las oficinas de Microsoft, o al menos, en el departamento de comunicaciones. Si ayer hablábamos de la posibilidad de que los juegos de Bethesda llegaran de forma exclusiva a plataformas Xbox (o con ventajas muy relevantes para sus consumidores frente a sus equivalentes de PlayStation o Nintendo Switch), hoy ya podemos hablar de futuros nuevos modelos de Xbox Series, con los que ya se está trabajando en Redmond, más allá de Xbox Series X y Xbox Series S, que llegarán a las tiendas el próximo 10 de noviembre. Este anuncio (que realmente no es una sorpresa, los fabricantes de consolas siempre empiezan a trabajar en nuevas posibilidades y conceptos, siendo Nintendo tradicionalmente la más destacada en este sentido) da alas a varias lecturas, girando prácticamente en su totalidad sobre Xbox Series S, por los problemas que podría sufrir a medio plazo por llegar como versión recortada de Series X.

Y es que, aunque la comparación más obvia de múltiples modelos que responden a diferentes necesidades de los usuarios la vemos en Nintendo con la familia 3DS, aunque sea con una filosofía hasta cierto punto diferente, principalmente por el hecho de que en el caso de las portátiles, la versión rebajada llegó la última, siendo la principal diferencia en muchos casos el tamaño de pantalla. Y aunque Xbox Series X aparece como la opción con mayor potencia, y por tanto sería raro apostar por una versión más potente salvo movimiento por parte de Sony, pero una opción intermedia entre los modelos X y S, o incluso un modelo inicial aún más rebajado, no serían del todo descartables.

Esta teoría (que seguramente no se me haya ocurrido únicamente a mí) viene propiciada por Nintendo Switch y el juego en la nube, una técnica utilizada con algunos juegos como Resident Evil 7 en territorio japonés para suplir la falta de potencia frente a PlayStation 4 o Xbox One. Y aunque en el caso de la híbrida de Nintendo esta propuesta no se haya extendido, Microsoft sí que ha estado pendiente del juego en la nube con Project xCloud, ahora llamado “Juego en la nube con Xbox Game Pass”, y con esa ejecución remota que podría no solo aplicar a teléfonos móviles y tabletas, podría suplirse la falta de potencia de Xbox Series S con determinados juegos.

Que la expectativa de Phil Spencer sea que el modelo básico vaya a ser el máximo exponente en ventas solo ayuda a apuntalar esta teoría.

Y ahí entra la posibilidad de un hipotético modelo aún más rebajado, tanto en especificaciones como en precio, en caso de que esta primera toma de contacto con modelos diferentes resulte satisfactoria, no solo eliminando el formato físico de la consola, sino otras capacidades que impliquen un aumento del coste y no mejoren la fluidez del juego en emisión, pudiendo rebajar la capacidad del disco duro a tener espacio suficiente para el sistema operativo, así como un procesador que pueda gestionar el tráfico de datos y ya. No estoy refiriéndome a una hipotética Xbox Series Z con un precio de 99 dólares, pero una apuesta similar no sería tampoco descabellada, incluso con un lanzamiento a pérdida, confiando en recuperar la inversión a base de servicios como el ya mencionado Xbox Game Pass.

El hecho de ampliar modelos no tiene que implicar necesariamente un impacto negativo, y si no, que se lo digan a Nintendo con la familia de Nintendo 3DS. El problema puede ser, en todo caso, que unos modelos eclipsen a otros y al final ampliar las opciones a elegir acaba siendo más contraproducente.