¿Cuánto estás dispuesto a perder por ganarlo todo?

Este texto incluye spoilers masivos de Yakuza Kiwami y Yakuza 0. Si no los has jugado, te recomiendo que vivas la experiencia por ti mismo y, una vez lo hayas hecho, regreses a este texto.

Kamurocho, año 1995. El pasado, para algunos, siempre vuelve. Tras los sucesos de Yakuza 0, título dedicado a explorar los orígenes de la franquicia, contemplamos a un Kiryu ya asentado. Atrás quedan aquellos días de redención personal, de enfrentamientos continuos buscando revelar una verdad que yacía oculta tras montañas cimentadas en mentiras. Como nuevo Teniente Asesor de la familia Dojima, Kiryu debe asumir las responsabilidades pertinentes a su cargo, y eso en una sociedad tan marcada como la nipona todos sabemos qué puede llegar a significar. Pero, en lo que lucía como otra apacible noche de una calmada (e insólita) Kamurocho, las acciones de Nishiki, mejor amigo de Kiryu, tornaron la tranquilidad en tinieblas. Con el asesinato de Sohei Dojima, patriarca de la familia del protagonista, a manos del ya mentado Nishiki, Kiryu toma una decisión que marca su vida: asumir la culpa de un crimen que jamás cometió. Y, con esta elección, la próxima década de su vida queda marcada, ya que pasará cada uno de los días de esos diez años entre rejas. Una situación que, a la postre, marca el elemento diferencial de la narrativa de este juego: la lealtad.

3.650 días para reiniciar el bucle

Uno de los aspectos más llamativos de la obra es la pasión y determinación de su protagonista. Kiryu es un caballero de corcel blanco de manual. Inquebrantable en sus ideas, el tiempo que pasa aislado tanto del mundo como de la sociedad no nubla en ningún momento su visión. Es consciente de sus actos, conoce la magnitud de los mismos y en ningún momento permite que la situación le supere. Es un témpano, frío como el más gélido glaciar, y es capaz de pausar sus sentimientos por el bien común. Y esto, en el fondo, termina haciéndole mella. En los primeros compases de Yakuza Kiwami contemplamos el rumbo de un hombre decidido, de un héroe que es capaz de decidir su destino. Kiryu actúa en base a unas premisas autoimpuestas, siguiendo un código moral que le lleva a colocarse, en su escala personal de importancia, en un lugar por debajo de lo que la Yakuza quiere de él. Pero todo esto cambia cuando, de golpe y porrazo, se topa con Haruka.

Durante su etapa en la cárcel, Kiryu pasó cada día con la incertidumbre de cómo estaría evolucionando el mundo real, la vida fuera de aquellas cuatro paredes marcadas con rejas. Su percepción del mismo, que fue de absoluto asombro una vez comprobó el devenir de aquella fatídica noche, dio un giro de 180º cuando se topó con Haruka. Aquella niña con mirada perdida, preocupada por un perro callejero que apenas podía tenerse en pie, cambió la concepción vital del protagonista. Y el nexo entre ambos, aún desconocido para Kiryu, solo incrementaría el valor de cada decisión que tomaría en adelante. Durante todo Yakuza 0, contemplamos de qué era capaz el protagonista de Kiwami con tal de mantener el honor de Kazama. Aquel padre adoptivo, que más tarde se reveló como el verdugo de sus progenitores, lo era todo para Kiryu, significaba tanto para él que llegó a arriesgar su vida en múltiples ocasiones con tal de defender su inocencia. Y lo logró, aún teniendo que cruzar un camino tan lleno de baches que cualquier se habría rendido por el camino. Gracias a su determinación, aquella que le llevó a ser el Teniente Asesor del clan Dojima, Kiryu consiguió superar todos los obstáculos presentes en Yakuza 0, sucesos que quedan en anécdota si tenemos en cuenta que a lo largo de Yakuza Kiwami tiene que vérselas de frente con todo lo que conlleva la traición de un “hermano”.

Nishiki, el autor del crimen que el protagonista asumió, es una sombra de lo que antaño fue. Aquel joven vivo, entregado, noble y cobarde dio paso a una serpiente despiadada, una víbora incapaz de mirar más allá de su propio beneficio, un ser cruel y mezquino que antepone el éxito personal a cualquier otro factor. Y Kiryu, cuando se topa con él, es incapaz de reconocerlo. Por su concepto de lealtad, el protagonista asumió un crimen que le llevó a cumplir una condena de diez años, tiempo que Nishiki utilizó para escalar y, al mismo tiempo, tirar por tierra años de amistad fraternal. El acto de Kiryu no significó nada, y la decisión que tomó aquella noche de 1995, además de romperle por dentro, desencadenó que Yumi, la otra testigo de los acontecimientos, comenzará una nueva vida llena de tristeza y miserias. Un periplo que le condujo a comenzar una relación con Jingu, el despiadado villano de una historia llena de muertes y tragedias. Pero, fruto de esta, nació Haruka, esa niña que Kiryu adopta y protege como si fuera suya, porque si la vida hubiera seguido su cauce este era el destino que le esperaba.

La luz al final del túnel

Con todas las piezas del tablero en su sitio, Yakuza Kiwami afronta los compases finales de su historia. En esta fábula de desengaño, traición y mentiras, un aspecto tan vital e importante como la lealtad parece destinado a quedar en anécdota. Nada, por mucho que enturbie el camino, será capaz de quebrar la determinación de Kiryu, el factor clave en esta historia. Como eje central de la historia, el protagonista actúa como nexo en todas las relaciones que se nos presentan. No es un vehículo curricular, es parte intrínseca de los mecanismos, un hecho que dota de mayor importancia a lo que presenciamos en pantalla. Personajes como Sera, Kazama, Yumi o el propio Nishiki justifican su arco narrativo en base a la presencia de Kiryu, y la relación de estos con él provoca que sintamos dolor con el devenir de algunos compases. Es duro ver en qué se ha convertido Kamurocho, duele comprobar que muchos personajes esconden revelaciones que podrían corromper al protagonista. Pero este, como se trata de un héroe arquetipo, afronta cada decisión y avanza con determinación. En un mundo oscuro y lleno de corrupción, Kiryu es una luz necesaria, una confirmación de que la esperanza es algo que nunca se puede perder.

Durante el enfrentamiento final, las emociones están a flor de piel. Todas las decisiones tomadas a lo largo de diez años desembocan en los enfrentamientos que tendrán lugar en la Millennium Tower, la localización más icónica de Kamurocho. Nishiki y Kiryu, con Yumi y Haruka de testigos, se verán las caras en un combate con más de dos décadas de significado a sus espaldas. Pelean, con sensaciones encontradas de por medio, ya que uno nunca desea abatir a quien hace años considero hermano. El desenlace, inevitable, propicia que sintamos el dolor de cada puñetazo, el impacto de unos golpes que harán mella mental y física en Kiryu. Este vence, bate a Nishiki, pero contempla una vez más que los caprichos del destino siempre guardan miseria para él. Jingu, a quién ya daban por vencido, reaparece con el objetivo de quedarse con “el botín que da sentido al juego”, esos 10 billones de yenes que no he mencionado hasta ahora en este artículo. Y se queda cerca, muy cerca de hecho, de conseguirlo.

Yakuza Kiwami muestra el gélido rostro de la codicia

Pese a sus infinitos intentos por lograr hacerse con el dinero, cuando ya casi lo tiene en la mano es cuando termina perdiéndolo. Nishiki, en un acto de valor insólito en su nueva forma de ser, decide poner fin a su vida para evitar que Jingu acceda al premio. Pero este último, antes de perecer, decidió por el camino que Yumi no tenía más motivos por los que vivir. Delante de Haruka, hija de ambos, y Kiryu, quién pasó diez años en la cárcel esperando el momento de tener a Yumi entre sus brazos, esta muere dedicándole al protagonista unas últimas palabras llenas de dolor. Nishiki aprieta el gatillo, el último piso de la Millennium Tower y el dinero vuelan por los aires, y por el camino se perdieron tantas vidas que hasta cuesta recordarlas todas. Yakuza Kiwami ha llegado a su fin, demostrando que la lealtad es una virtud con premios inesperados, como la nueva vida que afrontará Kiryu como padre adoptivo de Haruka. Pero estos actos, que podrían parecer cerrados, propician que la personalidad de los personajes del título se resquebraje, dando forma a los acontecimientos de futuras entregas de la saga. Porque Yakuza, aún siendo consciente del humor de sus títulos, presenta historias tan reales que podrían ser tangibles. Y así, tras el paternalismo y la lealtad, llegarán los resquicios (y ahí os va la pista del próximo artículo).