Los estudios y los videojuegos pueden complementarse muy bien

Existen pocos días tan abrumadores para un estudiante como la vuelta al cole. Si hace una semana estabas quejándote de la engorrosa y escurridiza arena de la playa, hoy ese momento de picores y sinsabores se tornará envidiable. En ese preciso punto me encuentro ahora mismo. Cuando estéis leyendo estas líneas cargadas de añoranza del recién finalizado verano yo ya habré asistido a la universidad y recibido alguna que otra fotocopia. Después de la agotadora primera jornada lectiva, estoy seguro de que una de las cosas que tendré más ganas de hacer al llegar a casa será continuar con mi partida de Hollow Knight. Porque el mundo de Hallownest puede ser de todo menos amigable, pero al menos no me recuerda a un aula.

Siendo sincero, tengo ciertas ganas de volver a la universidad; el reencuentro con los amigos, empezar a estudiar nuevas cosas. No todo son llantos y estrés por los exámenes. ¿Y por qué no llevar esas ganas al terreno virtual? No son pocos los videojuegos que nos han transportado a centros educativos de todo tipo en sus variopintas historias y circunstancias determinadas. Unos pueden asemejarse más a lo que podríamos experimentar en un día lectivo cualquiera, aunque generalmente nos ofrecen situaciones bien distintas de la normalidad a la que estamos acostumbrados.

La academia Blackwell de Life is Strange bien podría ser el escenario principal de la última serie de adolescentes de Netflix. Si crees que en tu instituto viviste situaciones inimaginables, es porque no has pasado un curso en Blackwell. Desde acoso escolar y suicidio, hasta tráfico de drogas y un claustro de dudosa profesionalidad. Blackwell quizá no sea la más fastuosa de las academias, pero los personajes que allí se encuentran son el corazón que bombea sangre a la trama. El instituto cumple con los clichés más conocidos de los centros educativos estadounidenses, y su aparición frecuente, pero alternada con otros escenarios, hacen que recorrer las diferentes estancias no resulte pesado ni repetitivo. ¿Cómo olvidar aquel fragmento en el que Max y Chloe se cuelan en la piscina de Blackwell? Sin duda la asistencia a clases no era algo primordial durante el desarrollo de la historia, pero la constante aparición del instituto me recuerda indudablemente a mi etapa como estudiante adolescente.

En una época en la que las adaptaciones de películas a videojuegos eran muy habituales —y en algunos casos con una calidad razonable—, en PS1 se lanzó Harry Potter y la Piedra Filosofal. ¿Quién no ha soñado nunca con estudiar un año en Hogwarts? La adaptación de la película al videojuego fue correcta, teniendo en cuenta las limitaciones a las que se enfrentaba en la primerísima consola de Sony. En este título el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería es uno de los protagonistas junto con el reconocido trío de magos. Al final, una de las gracias de este juego era recorrer los mismos pasillos que el señor Potter y compañía, visitar localizaciones emblemáticas y sentirse un mago más. El título ofrecía una experiencia muy divertida para los seguidores acérrimos de la franquicia, aunque si lo revisitamos en la actualidad notaremos el acusado paso del tiempo, que ha hecho mella en una obra que ha envejecido francamente mal.

Si Hogwarts es un sueño, quizá la Bullworth Academy sea una pesadilla. Puede que no os suene este nombre, pero si os digo Bully y Rockstar seguramente se os vaya refrescando la memoria. Esta obra desembarcó en PS2 en 2006, y nos ponía en la piel de Jimmy Hopkins, un colegial conflictivo que llega a una nueva escuela. A pesar de que el juego se llama, literalmente, «abusón», el título no consiste en ejercer tal rol en nuestra academia —al menos no obligatoriamente—. Aun así, algunas de las facetas más oscuras de esos difíciles años se verán reflejadas en los acontecimientos de Bully, a saber: bandas escolares, peleas, acoso… Desde luego la experiencia de instituto conflictivo está muy bien conseguida —y sé de lo que hablo—. En el terreno estrictamente académico Bully destaca por ofrecer una experiencia muy variada. Desde «hacer pirola» —¿cómo llamáis vosotros a saltarse clase?—, hasta asistir a las mismas y conseguir recompensas por ello. Las asignaturas que cursamos son: inglés, geografía, arte, biología, química, gimnasia, matemáticas, fotografía y música. Todas ellas nos ofrecen nuevas habilidades o coleccionables, y se desarrollan en forma de minijuegos. Por ejemplo, en química nos volveremos una suerte de Walter White y aprenderemos a crear petardos, bombas fétidas, o polvos que producen picores; mientras que en la asignatura de inglés mejoraremos nuestra dialéctica, lo que nos permitirá ser más efectivos en nuestras interacciones con el resto de personajes. Sin duda es uno de los juegos que mejor consiguen transportarte a esa época de primeras veces y cambios constantes.

No en todos los lugares se estudian única y exclusivamente conocimientos teóricos, en algunos centros los saberes que se transmiten poco o nada tienen que ver con lo que la mayoría de nosotros hemos aprendido en la escuela. Este es el caso del Monasterio de Garreg Mach, de Fire Emblem: Three Houses. Curiosamente en este videojuego no desempeñamos el papel de alumno, sino el de un profesor tutor de un grupo de jóvenes guerreros. Esta faceta del título no es la principal, pero sí que es uno de los pilares fundamentales del mismo. Aunque la batalla es el aliciente primordial, en Garreg Mach confraternizaremos y conoceremos en profundidad a nuestros alumnos y compañeros en la contienda, además de poder disfrutar de variadas actividades lúdicas. Esta perspectiva aporta bastante frescura, sobre todo teniendo en cuenta que todos nosotros hemos pasado por el trago de ser pupilos, pero pocos habrán experimentado lo que significa ser un docente. Por supuesto esta cuestión tampoco se desarrolla en exceso, ni se asemeja con precisión a lo que es impartir clases. Pero sin duda es una de las partes más disfrutables y novedosas del último Fire Emblem, aportando un entrañable monasterio que explorar y una variedad de emplazamientos que descubrir.

El caso de Persona 5 me resulta particularmente peculiar. Como bien es sabido, este JRPG es un pozo sin fondo de horas e incluso días de contenido. Hay muchas posibilidades a nuestra disposición en las que emplear nuestro tiempo. Pero lo que nos atañe hoy son los estudios. Ren Amamiya, más conocido por su nombre en clave Joker, compatibiliza la vida estudiantil en la Academia Shujin con sus servicios a tiempo parcial como héroe y explorador del Metaverso. Cuando descubrí este título me sorprendió lo divertidas, curiosas, e incluso complicadas que podían ser las preguntas a las que nos enfrentamos en clase ¡y en los exámenes! Para alivio de todos no tenemos por qué estudiar ningún temario de proporciones bíblicas o aguantar a profesores que hacen poco más que acto de presencia para cobrar, aunque sí tendremos que asistir a clase —como más de uno no estará haciendo en este preciso instante—. La academia en sí es un prestigioso instituto de Tokio que me recuerda al típico centro elitista y preocupado principalmente por su imagen y reputación, más que por el bienestar del estudiantado. Como si de Las Encinas se tratase —sí, el instituto de «Élite»—, en la Academia Shujin surgen las movidas a borbotones. Un profesor violador, o el surgimiento de una banda de justicieros compuesta por estudiantes son algunas de las extrañas vivencias que nos tocará experimentar en esta institución de alto standing. Aunque puede no ser el centro más acogedor, la localización es recurrente a lo largo de toda la aventura, y como jugadores nos proporciona un espacio de interacción con los compañeros y una experiencia bastante pintoresca que nos retrotrae a nuestra adolescencia. 

Aunque, de forma más anecdótica, uno de los juegos que nos transporta a esa época en la que el colegio era un divertimento es Brain Training y sus múltiples secuelas. Estos amenos a la par que desafiantes minijuegos nos invitaban a pasar un rato ejercitando nuestro cerebro en pequeños retos de agilidad mental. Personalmente, y en especial aquel minijuego de cálculo matemático, me recuerda a los concursos que hacíamos en Primaria en la clase de Matemáticas. ¡Una buena dosis de morriña!

Seguramente el desconsuelo me haya encontrado en esta gris mañana. Habré conocido a alguno de mis docentes y me habré llevado las primeras manos a la cabeza. Pero si Max puede sobrellevar el florecimiento de un convulso amor, Byleth puede entrenar a un grupo de prometedores guerreros, y Joker puede salvar el mundo mientras aprueba sus exámenes, qué me va a impedir a mí tirar p’alante con la carrera. ¡Mucha suerte a todos los que vuelvan en estos días al cole!