La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fuerza

A pesar de que los videojuegos son inherentemente un medio de entretenimiento, eso no los imposibilita de poder contener un mensaje importante tanto de trasfondo como punto central ya sea por su trama, su mundo, sus personajes, etcétera. Así han nacido juegos como Papers, Please; This War of Mine y Detention. Todos estos juegos tienen como temática principal temas políticos y una seria crítica a aspectos sino puntuales de la sociedad, generalizados o de la condición humana. Pero así como existen estos juegos que usan temas bélicos o de regímenes dictatoriales para transmitir un mensaje, también los hay que solo buscan entretener y estos, diría, son la basta mayoría.

Recientemente he estado jugando a Jet Set Radio, quienes conozcan el juego quizás se extrañen un poco en que haya sido este título en particular, tan alegre y centrado en el arte del graffiti es el que haya traído el tema del uso de la distopia como escapismo a mi mente y de ahí a este artículo. Pero es específicamente dicho trato alegre y revoltoso el que me llamó la atención. Déjenme explicar con mayor detalle.

Dictaduras, opresión y fantasías de poder

Remontémonos primero a 1948, año en el que un tal George Orwell escribió su obra más icónica, 1984, un libro en el cual se exploraba un futuro distópico en el que un régimen dictatorial controlaba todo lo que sus ciudadanos hacían a todas horas y lo que pensaban a través del uso de la posverdad y guerras artificiales con otros países para mantener a los habitantes con un sentimiento patriota siempre en alto. Este tipo de regímenes se comenzaron a volver populares no solo en la literatura sino también en otros medios como el cine y los videojuegos. Claramente 1984 cae en el espectro de obra con un mensaje de crítica hacia el control y la seguridad por sobre la libertad individual pero otros títulos que nacieron inspirados en éste no siguen necesariamente dicho mensaje.

Aquí entra Los Juegos del Hambre, una obra literaria mayormente orientada a los adolescentes y adultos jóvenes que si bien usa una dictadura orwelliana como base en su narrativa, lo hace para centrarse en la historia de una joven que se ve forzada a participar en un battle royale mientras se exploran temas más personales, como sus intereses amorosos, mientras que se le otorga al lector la posibilidad de experimentar una fantasía de poder donde una joven como cualquier otra termina convirtiéndose en el elemento clave de una revolución que si bien apoya, no es necesariamente parte de ella sino hasta el final.

1984 distopia

El Gran Hermano te vigila

Y ahí es precisamente donde está la línea que divide a la crítica del escapismo. Los Juegos del Hambre bien pudo haber usado su temática para enviar un mensaje acerca de un régimen totalitario que usa a jóvenes adolescentes como peones en un juego que mantiene a los distintos distritos de una nación no solo subyugados sino también divididos entre sí, haciendo que luchen unos contra otros con diversos premios para el ganador y la muerte para los perdedores. En cambio, la historia se centra en como una joven del montón logra liderar una revolución mientras se preocupa de sus propios intereses, por el simple hecho de ser ella la protagonista y ningún mérito extra, lo que ayuda a facilitar a que el lector se sienta identificado con ésta y pueda experimentar esta fantasía de poder con mayor facilidad.

“Woop-woop! That’s the sound of da police! That’s the sound of the beast!”

Lo mismo pasa con los videojuegos. Existen muchos títulos que usan una temática distópica como pera excusa para una experiencia escapista, ya sea para cumplir una fantasía de poder como en Woifenstein donde nos presentan un mundo alternativo en el que los nazis ganaron la segunda guerra mundial y nuestro trabajo es acabar con ellos o para huir aunque sea parcialmente de nuestra realidad como ocurre con Jet Set Radio, donde si bien el mundo está lejos de ser una distopia como la mayoría, se nos presenta a un detective que no escatima en fuerza policial para detener a los protagonistas, que son poco más que una pandilla de vándalos que rayan paredes y techos con sus graffitis. La policía usa bombas de humo, helicópteros de caza e incluso tanques para detenerlos y claramente esto ayuda a distanciar al mundo del juego de la realidad, pues en ese uso exagerado de la fuerza policial y de la armada el jugador entiende que, después de todo, el juego es ficción y nada más.

Si, en cambio, se usara por ejemplo a unos pocos uniformados armados con garrotes que golpeasen a los protagonistas todo se sentiría más cercano a la realidad y el escapismo que busca el título sería más difícil de conseguir. Esto, por supuesto, no es malo. Un juego no tiene por qué tener que transmitir un mensaje o hacer una crítica para ser de valor ni mucho menos, pero como jugadores debemos aprender a ver las diferencias y también saber qué es lo que nos están vendiendo con cada obra. Porque cuando no vemos la diferencia es que temas políticos de juegos como Call of Duty: Electric Boogaloo pasan desapercibidos para la mayoría mientras un juego como Battlefield V es vapuleado por los gamers por “forzar la diversidad” al contar con mujeres dentro de una historia que narra hechos ocurridos en la segunda guerra mundial. No me malentiendan, creo que ambos juegos buscan solo el escapismo, pero los temas de uno salen de lo usual y ahí es cuando sus temas -que no son más que un medio que un fin- resaltan a la vista y desafían las creencias de los jugadores a quienes, bien sabemos, no les gusta ser desafiados.

Un mal necesario

Solo llamaría al escapismo un mal necesario por el hecho de que es, lejos, el fin más buscado dentro de los videojuegos, lo que nos condiciona a, como bien mencioné recién, no ser desafiados; ni en nuestras creencias, ni en lo que pesamos saber sobre el pasado o sobre el mundo actual y el cómo funciona. Por eso títulos grandes que buscan entregar un mensaje o siquiera usar el escapismo pero con temáticas que salgan de lo tradicional suelen ser tan controversiales, pues como consumidores estamos acostumbrados a lo mismo de siempre, a las posverdades que nos han inculcado desde que eramos niños y no a las de otros o a la verdad real. El escapismo es necesario para, valga la redundancia, escapar de nuestros problemas diarios pero por sí solo no tiene mayor valor y es importante que lo reconozcamos y aprendamos a ver más allá de éste.