Una de las obras más redondas de los últimos años

Pocos videojuegos consiguen tocarme la fibra de verdad. En primer lugar porque no todos pretenden hacer algo así con sus jugadores, y en segundo lugar porque obviamente no conecto con todos los que intentan transmitir algo. Otros sin embargo consiguen ponerme un nudo en la garganta nada más ver la intro y conservarlo hasta el final. Este es el caso de Hyper Light Drifter, uno de los mejores indies que ha parido la industria, uno que probablemente podría estar en mi ranking personal de los mejores juegos de la historia. Hace ya tres años del lanzamiento de este grandísimo título y sin embargo la huella que me dejó parece que fue marcada hace décadas.

Tildado frecuentemente como una mezcla conceptual entre The Legend of Zelda: A Link to the Past y Diablo, lo cierto es que en poco se parece a éstos más allá de las ideas que pudiera tomar. Estamos ante una aventura de acción RPG no necesariamente lineal, donde contaremos con diverso equipamiento y mejoras a lo largo de la aventura. Mucho de eso está bien escondido, así que la exploración es un aliciente. Además posee una jugabilidad bastante clásica: los enemigos no poseen inteligencia artificial, sino una serie de patrones de movimiento, por lo que debemos ser hábiles con nuestro personaje y saber ver dichos patrones para atacar en el momento oportuno. La destreza se premia con mucha satisfacción, porque quedar algo atascados en según qué lugar o jefe final puede darse con facilidad. Sin embargo aunque es desafiante no llega a frustrar, y lo gordo del juego no está en su buen gameplay, sino más allá.

Alex Preston quería contar algo profundo. Influído por su dolencia cardíaca que lo postró frecuentemente en el hospital a lo largo de su vida, hacía volar la imaginación con las películas de Studio Ghibli. Con esas ideas en mente fundó el estudio Heart Machine (muy apropiado nombre) para llevar a cabo este juego que reventó Kickstarter. Fue uno de esos tantos títulos que tardó años en ver la luz, en parte por la enfermedad de Preston, pero también en parte por el absoluto cariño y detalle que se puso en su desarrollo. Nada en esta obra puede decepcionar, es imposible. Si hay una palabra que la define para mí es “poesía”. Todo en este juego está perfectamente engranado. Desde las paletas de colores hasta la omnipresente geometría, el estilo pixelado, la historia, el ritmo de la acción, los sonidos y la música. Todo está tan bien vertebrado que no me extrañaría que fuese una obra hecha en plena efervescencia creativa. Me parece tan asombroso que todo encaje tan bien. ¿Cómo es posible que tantas facetas diferentes parezcan referenciarse unas a otras sin descanso durante toda la aventura? ¿Hubo sitio para la casualidad o fue realmente buscado? El grado de perfección me parece lo suficientemente complejo como para abrir varias posibilidades, porque si alguien supervisó todo eso fue tan meticuloso que siento envidia y admiración de sus capacidades.

Arte por los cuatro costados

El protagonista de la historia es “el vagabundo”, que sufre de una extraña enfermedad y tiene visiones apocalípticas. Valiéndonos de nuestras habilidades y esas “revelaciones”, deberemos viajar a lo largo de cuatro territorios y desbloquear una serie de pestillos ocultos, para así poder abrir el búnker bajo la ciudad que parece contener algo encerrado. La misteriosa historia llena de simbolismo está contada sin una sola palabra, y al no ser tan lineal exige encajar por nuestra cuenta las piezas de ésta. Más allá de las escenas animadas y los diálogos donde todo se cuenta a base de dibujos, el mundo entero nos transmite algo. Todo susurra los ecos de un pasado y todo vibra al son de algo muy grande atrapado ahí. Los escenarios, la desolación, los sonidos de fondo, el tono de la música, la soledad. Una historia de creación y destrucción, de bucles, de misticismo, de miedos, de muerte, de la búsqueda de la oscuridad en el interior, del abismo. Tan rara y críptica que caben varias valoraciones personales, las experiencias vividas de cada uno, aunque casi todas las interpretaciones aceptadas (a cada cual más fascinante) coinciden en lo esencial. Todavía escribiendo estas líneas, recordando el juego, me sigue poniendo los pelos de punta. Me deja una sensación tan bonita como inquietante, de una nostalgia sobre algo que no he vivido, y gran parte de culpa la tiene la excepcional ambientación que podemos disfrutar con nuestros oídos.

El sonido de esta obra es espectacular. La música compuesta por Disasterpeace, el cual ya había experimentado con este estilo en el sobresaliente Fez, fue encajada por el ingeniero y diseñador de sonido Akash Thakkar. El combo salió redondo, y la calidad y profundidad sonora están tan mimadas que bien merecería estar considerada como una de las mejores obras de la música electrónica ambiental. Además soy un gran fanático del género, y me encanta que me recuerde a artistas y álbumes que fácilmente recomendaría. De alguna forma es como si se mezclasen los álbumes “Dok”, de Oval y “The Pearl”, de Harold Budd y Brian Eno. Disasterpeace aquí está sin duda a la altura de los grandes con melodías evocadoras, un sonido de la vieja escuela y unos apropiados toques lo-fi y glitch. El dramatismo en algunas piezas ensalzan las escenas a las que ponen “voz”. Nostalgia, luz y oscuridad contenidas en esta maravilla de 28 cortes. Hay tantas canciones sobresalientes en la colección que es muy difícil quedarse con una, pero siempre me encanta destacar algunas de mis favoritas, como Seeds of the Crown, Cascades, The Abyss o Chimera. Y por cierto, esta BSO podéis encontrarla en plataformas digitales como Spotify.

Una experiencia introspectiva perfecta para devanarse los sesos con todo lo que intenta contarnos

Obras como esta se cuentan con los dedos de las manos. Cuando salió le llovieron muy buenas críticas, unas aceptables ventas y unos bien merecidos premios, pero tengo la sensación de que no fue suficiente. Sin discutir en ningún momento la calidad de otros títulos, creo que a Hyper Light Drifter se le recuerda y recomienda bastante poco, cosa que en parte me sorprende. Juegos como Super Meat Boy o los recientes Celeste y Dead Cells resuenan en blogs y vídeos con más frecuencia. Puedo entender los motivos, ya que están más enfocados a las masas con una jugabilidad y diseño de niveles muy pulidos, por lo que parece. Hyper Light Drifter sin embargo es un viaje mucho más introspectivo. Meterse en él es embarcarse en un viaje más allá de lo jugable, y entiendo que debido a toda esa complejidad no resulte tan atractivo para sesiones más descansadas. O para las más intensas, depende de cómo se mire. Reclama toda la atención no sólo a los mandos, sino también a todo lo que vemos y escuchamos, buscando experiencias que nos toquen la fibra. Y vaya si Hyper Light Drifter lo consigue. Vaya que sí. Un título imprescindible para toda juegoteca que se precie.