Justo por pecador

El calendario de lanzamientos de esta primera mitad de 2023 no ha dejado mucho espacio para rookies y pequeños estrenos. Entiendo que en ocasiones las fechas, usualmente determinadas por publishers y especialmente por los accionistas que mueven los hilos de las mismas, son las que son, y las ventanas de lanzamiento pueden no dejar demasiado lugar a la maniobra; a encontrar un minúsculo hueco en el que brillar, y en el que poder sentirse el centro del mundo aunque sea durante unas cuantas horas. No obstante, entre un Hi Fi Rush divertidísimo que nos dejó a todos con ganas de más hack ‘n’ slash rítmicos y un Forspoken que templó las ganas de RPGs dle público general durante unas cuantas semanas, y sobre todo un día de antes de un Hogwarts Legacy que se coronó sin apenas despeinarse como uno de los juegos más esperados de los primeros seis meses del año, todos estaremos de acuerdo en que la idea de marcar el estreno de Octopath Traveler II para el pasado 9 de febrero era poco menos que una operación suicida. Y así fue. Banzai.

La cuestión aquí es que absolutamente nadie se enteró de que Octopath Traveler II, que saca la saga de Switch para llevarla por primera vez hacia un terreno multiplataforma, ya salió, o al menos nadie parece haberse querido enterar. Un suceso poco menos que incomprensible dada la indiscutible calidad de una obra que supera ampliamente a su predecesor en todos los aspectos, y tan solo achacable, más allá de a un calendario adverso, a una condición incoherente pero no por ello incomprensible contra la que tarde o temprano la franquicia iba a tener que luchar si pretendía y pretende alzarse como uno de los nuevos estandartes del JRPG nipón. Y es que, si bien no puede decirse que Octopath Traveler fuese un desastre, sí que consiguió por méritos propios el dudoso honor de ser una obra tremendamente divisiva, con una importante tendencia hacia lo visual y unas bases jugables que engancharon a aquellos que echaban de menos los combates por turnos con sabor añejo, pero que también decepcionaron a partes iguales a los devoradores de grandes historias.

Por fortuna o por desgracia —habrá quien disfrute de los contrastes—, su secuela, aunque conservadora en cuanto a estructura y estética, es mucho más equilibrada: tiene mejores cosas que contar, las cuenta mejor, y si bien su ambición es comedida, no se olvida de hacer los deberes, mejorando y puliendo la exploración, el combate, el diseño visual HD-2D y en definitiva todo lo que ya funcionaba a las mil maravillas en el original. Además, las diferentes líneas argumentales que propone, que a muchos cogerán con especiales ganas tras haber disfrutado el pasado año de propuestas maravillosas como Live A Live, se hallan totalmente desvinculadas de las anteriores, antojándose tal estreno como una puerta de entrada magnífica a una saga que parece estar empeñada en acompañarnos durante muchos años más. Esperemos, desde luego, que así sea, porque ningún otro lanzamiento de Square Enix insufla tanta vida y rezuma tanto amor por el medio como lo hacen esta clase de propuestas de menor presupuesto. Amémoslas y fijémonos en ellas tanto como lo hacemos en los grandes focos. Si no lo hacemos nosotros, al parecer, nadie lo hará.