Un mar legal engulle al juego de Frogware y lo arrastra fuera de las tiendas digitales

Aunque las décadas, e incluso centenares, de años pasen, hay ciertos aspectos de la sociedad que no logran avanzar o siquiera cambiar. Nuestros modelos han sido intocables durante mucho tiempo, de la misma manera que las relaciones entre diferentes grupos sociales o colectivos. Antaño se entendía la figura del artista de una manera algo distinta a la actual, pero a pesar de eso, parece que se sigue sufriendo de las mismas limitaciones que en aquellos tiempos. Entender la figura del artista como un ente solitario, totalmente ajeno a colaboraciones con otros campos, como el financiero, es algo casi ilógico si no hay un importante factor de importancia gracias a una fama predecesora. Entender al artista sin su mecenas llega a ser descerebrado, y en el mundo de los videojuegos hablamos de desarrolladores y publishers, en este caso, de los creadores del título The Sinking City, Frogwares, y su Publisher, Nacon, y la batalla que hay entre los dos, la cual ha provocado la desaparición del juego de las tiendas digitales.

La razón de estos acontecimientos según el estudio proviene de unas disputas legales con su publisher, entre la que se tratan diferentes problemáticas de todos los tipos. En 2017 el acuerdo al que llegaron ambas partes se conformaba en una inversión por parte de Nacon para financiar parte del desarrollo a cambio de los derechos para vender en las diferentes plataformas, aunque la propiedad intelectual de The Sinking City seguiría perteneciendo a Frogwares. Sin embargo, los pagos se retrasaban día tras día, a pesar de que el estudio fuera cumpliendo los plazos. Llegado el momento, y a pesar de que el estudio pedía el número de las ventas, las negativas fueron contundentes, hasta el extremo de que, llegada la ocasión, Nacon exigió que se le diera el código fuente del juego, algo que supuestamente no estaba contemplado en el contrato. El día de salida no iban a parar los problemas, pues les llegó una carta por parte del publisher informándoles de que no habían cumplido las marcas propuestas (a pesar de que estaba ya en el mercado como se había acordado), por lo que no recibirían dinero de las ventas, dando inicio a la batalla legal que perdura a día de hoy. En las carátulas, en las pantallas de inicio… en ningún lado fácilmente visible aparecía el logo de Frogwares, dando así la sensación de que la propiedad intelectual no era suya. No pararía ahí, pues llegaron a lanzar un juego de mesa sin informarles siquiera, e incluso se quería lanzar una versión pirateada en un servicio de suscripción de terceros, momento en el que el estudio decidió no aguantar más.

final

El 20 de abril de este mismo año intentaron acabar con el contrato que los ataba, para así llevarse la licencia consigo, pero desde Nacon les informaron (tras 11 meses sin darles respuestas) que, debido a la situación provocada por el COVID-19 en Francia, no podían realizar tal acción. Con un millón todavía pendientes de pagarse y con el contrato rescindido gracias a la ley, quien les dio la razón, este 17 de julio acabó. Informan también que The Sinking City puede ser comprado en algunas tiendas como Nintendo eShop, Origin o Gamesplanet, e incluso en su propia página web. La respuesta de Nacon no se ha hecho esperar, pues mediante un comunicado nos informan que este tema está todavía pendiente en la justicia francesa, por lo que el comunicado de Frogwares se adelanta a los hechos, buscando así crear confrontación mediante mentiras y archivos privados para dar una mala imagen tanto a prensa como a desarrolladores y público de ellos, por lo que recurrirán a la justicia nuevamente.

respuesta

The Sinking City vuelve a estar en la palestra y se enfrenta a uno de los principales miedos de la industria, pues el tema de los derechos de los títulos y la propiedad intelectual es uno de los menos tratados, y cuando sale a la luz, se descubre lo problemático que es, sobre todo cuando te ves obligado a firmar con un publisher para lograr que el juego o el desarrollo salga adelante, dejando a la buena fe de este el cómo se redacta el contrato donde muchas veces se ven obligados a agachar la cabeza para conseguir la financiación necesaria. Una vez más, la precariedad existente en la industria sale a la luz, y demuestra lo indefensos que se encuentran los desarrolladores cuando el pez es más grande.